En efecto nuestro siguiente destino fue Sydney. La antaño ciudad olímpica es sin duda una de las atracciones del país. Moderna y cosmopolita, Sydney es como un pequeño Tokio anglosajón. Sin muchas expectativas a priori viajamos desde Melbourne en un vuelo de poco mas de una hora, que dadas las distancias del continente, se nos paso super rápida. En este caso la manera de llegar a la ciudad es mucho más simple que en Mel. Nada más recoger el equipaje te diriges al metro y este te deja en tan solo 3 paradas en la estación central. La primera sensación no fue nada buena. Quizás influenciado por el prejuicio de que esta ciudad es menos “interesante” que Melbourne. Pero la realidad es que la Estación Central presentaba un aspecto algo desalentador. Suelos sucios, paredes pintadas, mal olor y algún que otro mendigo nos “saludaron” en la salida. Por suerte, nuestro hotel situado de nuevo en la calle Elizabeth (no son muy originales los australianos con los nombres), se encontraba a escasos 200 metros de la estación. Descansamos, nos duchamos y nos preparamos para la primera toma de contacto con la urbe. La noche se nos había echado encima y el clima allí era algo frío y lluvioso. Pero bueno, no era plan quedarse en el Hostel con el resto de mochileros (nosotros íbamos en rollo humilde, pero unos humildes con categoría). Sin más dilación nos pusimos en camino hacia la bahía. Seguimos todo recto por la calle Elizabeth (cosa que luego comprobamos que fue un error) en dirección a Hyde Park. Si señores y señoras, Hyde Park. Como en Londres; aquí tenemos Hyde Park, Oxford Street, Liverpool Street, King Cross, Paddington... parece ser que los ingleses quisieron dejar claro cual querían que fuera la heredera de la vieja capital del imperio. Continuando con nuestro camino, enseguida nos dimos cuenta de lo diferentes que son Melbourne y Sydney. Si Mel es una ciudad recogida con un casco urbano reducido a una cuadricula, Sydney es una ciudad cuyo centro se despliega a lo largo de una área enorme (de más de 4km). Indudablemente, esta es la palabra que mejor puede definir a Sydney: enorme. Y es que aquí esta hecho todo a lo grande. El primer ejemplo que vimos fue la torre de Sydney, convertida en restaurante y que se alza solemne en medio de los edificios. Continuamos andando y pasamos delante del museo de Sydney y de la biblioteca. Las fuerzas nos empezaban a fallar y los 5 días de viaje se notaban en nuestras piernas. Sin embargo estábamos ansiosos por contemplar el símbolo de la ciudad. Tantas veces visto en fotos y tan complicado de ver en persona. Exhaustos llegamos al puerto y paramos a comer algo. Los precios son prohibitivos, por lo que nos decidimos por un restaurante de comida rápida. En el puerto; en la Cala de Sydney ¿como podía ser que no la viéramos aún? La respuesta es fácil. La casa de la Ópera se encuentra tras un recodo de la bahía. Andamos otros 10 minutos y la presenciamos. Sinceramente creía que no iba a ser para tanto, pero el edificio es espectacular. Una enorme construcción al lado del mar, que recuerda a las formas de las caracolas. Un increíble complemento al paisaje que forma la bahía y el magnifico puente del puerto. Nos dedicamos a sacar fotos nocturnas durante no sé cuanto tiempo. Fue un gran momento. Recuerdo que bromeando decía “ya estamos en Australia” pensando en la imagen que todos tenemos cuando oímos el nombre del país. Tras la sesión, retornamos al hotel, esta vez por George Street y comprobamos que esta calle esta repletas de garitos y tiendas que permanecen abiertas hasta bien tarde. Pero ahora era momento de descansar...
El siguiente día decidimos empezar viendo el Chinatown de aquí. En efecto en Sydney hay otro. El concepto de Sydney es muy parecido al de Mel. Montones de restaurantes en una calle peatonal. Quizás no son los mejores en cuanto a especialidades, pero es obligatorio tomar algo aquí. Cerca de la entrada, a mano izquierda, hay un establecimiento que aquí no relacionamos con los chinos: una pastelería. Esto si que me pareció curioso porque estaba repeta de dulces asiaticos. En la calle había cola para comprar unos buñuelitos superbaratos. Hicimos religiosamente cola y en 10 minutos pudimos comprobar que los chinos también pueden hacer buenos dulces. Riquisimos. La siguiente parada fue el mercado de de Paddy. Y si, es otro equivalente al Victoria en Melbourne. Aunque este esta metido en un inmenso edificio de varias plantas. La planta de abajo hará las delicias de todo coleccionista de objetos frikis. Multitud de bazares y artículos de regalo plagan toda la parte baja. También hay un mercado de comida, en el que predomina gente asiática. La planta de arriba es de ropa y ni siquiera echamos un vistazo. Por aquella zona también se puede ver Darling Harbour, donde destacan los Jardines Chinos llenos de preciosos bonsáis. Un poco más arriba esta el museo marítimo, con varios barcos a escala real e incluso un submarino. Si esta bien la exposición merece la pena verlo. Enfrente de este museo se encuentran el Acuario y el “Wildlife” (una especie de zoo). Si se va con tiempo hay que pasar. Nosotros como buenos españoles nos colamos, porque no suele haber nadie en la puerta. En la parte acuatica se puede ver desde pingüinos (si aquí en Australia están los pingüinos más pequeños del mundo; se pueden visitar cerca de Melbourne) hasta como no tiburones o Manaties (uno de los pocos acuarios que tiene). Es increíble ver este animal de cerca. La piscina central es impresionante, con tortugas, mantas, multitud de especies de tiburones, etc. La parte de tierra, tampoco tiene desperdicio. Toda clase de animales de las antípodas se pueden ver allí. Koalas, petauros, canguros, el cocodrilo más grande en cautividad, todo tipo de insectos... parece que estas dentro de una película de ciencia ficción. Para el segundo día fue suficiente. Nos fuimos a reposar porque al día siguiente nos tocaba madrugón para ir a: Las Montañas Azules (Blue Mountains).
Lo mejor para ir hasta allí es, que te haga un buen día lo primero y lo segundo es contratar un paquete en el hotel. Por poco mas de 50$ tendrás el viaje incluyendo un crucero nocturno por la bahía. El viaje comenzó en autobús a las 8 de la mañana. Salimos del turístico centro para poder comprobar como es el autentico Sydney. Como nos esperábamos, las afueras también transmitían la sensación de riqueza. Los barrios aledaños estaban compuesto de casitas bajas, con jardín y muchas con piscina. Con una población similar a Madrid y esta estructura, el limite urbano se extendía varios Km. Prácticamente hasta la villa Olímpica que es otro despliegue monetario con una mini-ciudad dedicada al deporte. Tras un par de horas en autobús, llegamos a lo que llaman el Cañón del Colorado Austral. Las Blue Mountains son un conjunto de montañas que adquieren un color azulado al atardecer debido a los eucaliptos que pueblan sus laderas. Nosotros no las vimos muy azules la verdad, pero bueno la zona es bonita. La pena fue que al ir en un viaje organizado, el tiempo que te dejan para ver la zona no te permite patearlo todo. Lo mejor es ir hacia las cataratas Katoomba y bajar hasta el valle. Lo suyo es continuar andando hasta las famosas “Tres Hermanas” que forman la estampa más conocida de la zona. La siguiente parada fue el Ferry. Desde la villa Olímpica fuimos por el mar hasta el Opera House. Cuando se ven este tipo de cosas y las comparas con Madrid, no entiendes como esta ciudad tiene la esperanza de alguna vez organizar los juegos olímpicos. En fin siguiendo con el viaje, nos movimos de noche por la parte externa de la ciudad. Desde el barco podíamos ver preciosas mansiones acristaladas que pertenecían a la clase alta Australiana. La entrada a Sydney Cove es espectacular, por debajo del puente con el Opera House al fondo completamente iluminado. Sobrecogidos por la excursión, nos retiramos a nuestros aposentos a esperar al último día.
Era el momento de ver lo que nos faltaba de la ciudad. Y como no, era el momento de entrar al Opera House. El Opera House de día es más llamativo si cabe. Varias salas en forma de concha, dividen las diferentes alas del edificio. En el sótano están los aparcamientos y la oficina de información. En la primera planta se organizan eventos a lo largo del año. En esta ocasión había una exposición de caligrafía china. Un artista te escribía lo que le dijeras. Le pedimos un par de cosas y muy amablemente nos las escribió (mejor dicho, nos las dibujo). Dimos un paseo por dentro, compramos postales para las familia y los colegas y nos dirigimos al puente, otra maravilla dentro de la city. El puente se puede cruzar por diferentes alturas. La más extrema es la parte más alta para la que debes alquilar un equipamiento especial. Si quieres ir ahí, debes acceder por debajo del puente. Las señales te lo irán indicando. Nosotros nos decidimos por la parte baja, porque cuando un segurata nos dijo donde se podía acceder arriba, ya habíamos andado un montón. Para ir a pie, desde la Opera es fácil. Coges una ascensor en frente de la parada de barcos y verás un camino que cruza directo todo el puente. Verás unas preciosas vistas. Luego puedes bajar por los barrios más antiguos de la ciudad. Allí te puedes perder por sus callecillas y tomar un café en algunos de los garitos más típicos. A mi me apetecía una cerveza de trigo asi que nos relajamos en un alemán que esta por The Rocks. Luego entramos casi por casualidad a un humilde museo que te contaba la historia de Sydney y un poco la de Australia en general (Discovery Museum). No es gran cosa, pero emociona ver como cuidan en este país esta clase de establecimientos tan humildes. Los barrios de esta parte me recordaban al viejo Edimburgo. Casas de principios de siglo XX, pequeñas tiendas (incluida la tienda más antigua de Sydney) y estrechas calles, te dan una idea de los difíciles comienzos de esta capital Australiana. Desde aquí nos dimos otra pateada hasta el Museo de Arte Contemporáneo (al estilo Tate), pasamos por los Jardines Botánicos, The Domain, La Catedral de San Andrés y como colofón nos dimos una vuelta en el monorail. Felices y exhaustos, regresamos a Cairns con división de opiniones acerca de cual fue la ciudad más bonita. Esta claro que la más vistosa es Sydney con todo hecho a lo grande. Quizás sus similitudes con Londres la hacen más previsible para los europeos. Melbourne en cambio es más solemne, más anglosajona pero al estilo yankie. Para mi la cosmopolita es Sydney y la multicultural es Mel.
Museo de Arte de Sydeney en pleno corazon del Jardín Botánico
Caligrafía china en el Opera House
El Opera House desde el Puente.
Bloque de pisos justo enfrente del Opera House. No es muy glamuroso la verdad.
Como buena ciudad anglosajona, te puedes apuntar a un tour "sangriento" por la zona antigua
Así son las casas originales de Sydney
Panorámica de la bahía
Al fin vi la Opera
El puente de Sydney
Rebeca escrito en Chino
¡A tope con Australia!
Las cacatuas aqui son como las palomas allí. Estan por todas partes
Rebeca & mi bro en las Blue Mountains
Las montañas azules no muy azules la verdad
Un Casuario. Toma ya, parace de un libro de Julio Verne
Buñuelitos chinos. ¡Hay que probarlos!
Pastelería en Chinatown
Canguro drogao
Mas koalas señores
Uno de los cocodrilos mas grandes del mundo
Matando moscas en el Wildlife
Preciosa Instantanea desde el barco
Hay que ver el Opera de día y de Noche
La torre de Sydney
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