lunes, 31 de diciembre de 2012

Suite Habana. (Día 5)

El martes 26 de Julio amanecimos temprano porque nos habíamos dormido a las 10:30 p.m. la noche anterior. Estábamos aún muy cansados, como con resaca, pero hoy era un día bastante especial en la isla. Este día es fiesta nacional en Cuba por el asalto al cuartel de Moncada que se encuentra en Santiago de Cuba, un intento por parte de Fidel en 1953 para derrocar al dictador Batista que no tuvo éxito en su momento, pero que puso la primera piedra para la posterior revolución del 59. Para saber un poco más de la historia de este episodio dejo aquí el enlace que hay en la wikipedia Asalto al Cuartel de Moncada. Nuestra intención este día era ver un poco de la historia de la Revolución visitando los lugares más importantes de La Habana que tuvieran que ver con este hecho. También supusimos erróneamente que habría actos de conmemoración en la capital por este día, pero no vimos ninguna sorpresa, Raúl Castro organizó los festejos en otra ciudad de Cuba, creo que fue en Bamayo.

Nada más salir del hotel y con el modus operandi tradicional de pesadez de los cubanos y nosotros a nuestra bola, cogimos un taxi que nos llevara directamente a la Plaza de la Revolución, a ver si habría una multitud allí celebrando el 26 de Julio. Muy alejados de la realidad estábamos porque en la Plaza, que está en el barrio de Vedado, había cuatro gatos, así que pudimos disfrutar de hacer fotos a todos los monumentos emblemáticos que allí están, como el Memorial José Martí, la sede central del Partido Comunista Cubano y el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias amén también de las efigies de Camilo Cienfuegos y Che Guevara que son conocidas en todo el mundo, David grabó un pequeño vídeo donde cantaba el famoso tema de Boikot de Che Guevara. Allí no había nada más que hacer, admiramos los típicos coches de época que rondaban por el lugar y fuimos a preguntar a las pocas personas que había allí en los coco taxis como poder ir al Cementerio de Colón. Tras esta inocente pregunta, empezó a venir una racha de mala suerte, mezclada con picaresca y anarquía cubana que nos hizo pasar un pequeño mal rato porque los astros no estaban de nuestro lado.

La gente del coco taxi nos engañó acerca de la ubicación del cementerio, les preguntaba si estaba muy lejos de allí porque en el mapa yo lo veía bastante cerca pero no sabía ubicarme para llegar al lugar. En vez de indicarnos como ir, nos ofrecieron el servicio de llevarnos hasta la puerta por la cantidad de 5 CUC, como no veíamos otra alternativa pues nos montamos en el coco taxi en un paseo que duró apenas 3 minutos porque como yo veía en el mapa, estaba muy cerca. La racha no acabó ahí porque una vez que estábamos ya entrando al Cementerio de Colón un hombre de buen año y voz afeminada nos paró en seco, resulta que había que pagar otros 5 CUC por entrar la recinto, la primera vez en nuestra vida que nos cobran por entrar a un cementerio y mira que hemos visitado diferentes cementerios en países de lo más variopinto. Encima el hombre se ofreció a nosotros como guía y menudo tostón nos empezó a soltar de memoria, era inaguantable hasta tal punto que David me preguntó que si nos lo quitábamos de en medio dándole una propina y que se fuera, yo le dije que de acuerdo y ya por fin nos pudimos dar un paseo tranquilamente por un lugar que es muy bonito, hay bellos panteones y en él yacen los restos de grandes personalidades como Alejo Carpentier, el cineasta Tomás Gutiérrez Alea, Nicolás Guillén o el músico Ibrahim Ferrer. En la misma iglesia del cementerio estaban sacando un féretro y por educación y cortesía nos fuimos de allí para no interferir en el duelo de los familiares. No nos quedamos mucho paseando por el cementerio porque era un día de fuerte calor y es un lugar gigantesco para la visita. Enseguida salimos de nuevo por la puerta principal y buscamos por las calles de Vedado, donde había bastantes negocios abiertos, un nuevo taxi para que nos llevará de nuevo a la zona de Parque Central.

Siguiendo la mala suerte, pillamos un taxi que era un caos de vehículo y conductor, la parte de las puertas donde están las manecillas de las ventanillas para subir y bajarlas estaban arrancadas, el coche debía de tener casi 40 años y el conductor 70, conducía bastante mal y para colmo en medio del trayecto, otro conductor, le avisó que llevaba una rueda pinchada, como podéis imaginar el concepto de ITV para vehículos en Cuba no existe. Le dimos al tipo 3 CUC antes de que se pusiera a cambiar la rueda y fuimos andando por un barrio que no conocíamos de nada y donde no veías a turista alguno, éramos los únicos europeos por allí, mientras buscábamos que viniese otro taxi, los cubanos nos ofrecían como de costumbre todo tipo de puros, mujeres, incluso cocaína para el ocio, yo suplicaba porque apareciese un nuevo taxi y tuvimos por fin la suerte de que pasaba uno que era un coche nuevo y con aire acondicionado. Le indicamos que nos llevará al Museo de la Revolución que se encuentra en la Avenida de las Misiones. Fue el mejor trayecto del día y agradecimos mucho el aire acondicionado del coche, durante el trayecto me fijé que cerca del Capitolio está la Escuela de Computación.

El taxista nos ofreció el trato que podría luego recogernos para ir a otro lugar, pero ya no lo necesitábamos porque el hotel Parque Central se encuentra a 5 minutos caminando del Museo de la Revolución. Tras este pequeño golpe de suerte fuimos a lo que fue el último cabreo del día, porque ya cortamos por lo sano. Para la visita al Museo de la Revolución te cobran por todo, cualquier cosa que hagas es un extra, la entrada básica son 7 CUC, pero si entras con la cámara tienes que añadirle otros 2 CUC y si pasas con el bolso también otro extra, si quieres visitar el recinto de fuera que es el Memorial Granma otros 2 CUC y si quieres guía por supuesto que también tienes que soltar mas pesos. Total, que nos parecía tal tomadura de pelo en nombre de la Revolución que pagamos la entrada básica y nos dimos una vuelta por allí. La visita en sí es interesante, primero visitas una planta con objetos y recuerdos de la Revolución, antiguallas en general que no dejan de ser una mera anécdota, luego ya visitas unos salones bastante bonitos, a mi me recordaban de nuevo al Padrino II en las escenas donde en la fiesta de Nochevieja del 59 están Michael y Fredo en un baile y Michael le desvela a Fredo que sabe que él lo ha traicionado con un beso siciliano y luego tienen que huir por el triunfo de Castro y el derrocamiento de Batista. Por último hay una planta más donde ves figuras de Castro y el Che en medio de la selva, algún vídeo y poco más, una exposición un tanto ridícula en mi opinión. Afuera en el Memorial Granma no hace falta pagar la entrada, si desde la calle ves los trastos que utilizaban los Revolucionarios para el combate contra el ejército de Batista. Hay una réplica del yate Granma que en él, procedente desde México, llegaron el Che y Castro para iniciar la revuelta.

Una vez fuera del museo también contemplamos una bonita iglesia que había enfrente, la Iglesia del Santo Ángel Custodio. Después nos fuimos al Parque Central a comprar agua embotellada porque allí sino querías una gastroenteritis, mejor no beber agua del grifo. Estaba ya llegando la hora del almuerzo y recordábamos que los martes era el mejor día para ir a comer al Centro Gallego, donde están los restaurantes el Asturianito, el anteriormente visitado el Trofeo y la estrella de la corona que es Los Nardos. Así que fuimos a visitar Los Nardos que en verdad es el mejor restaurante de todo el complejo con una decoración colonial y muy cuidado. Un sitio un poco oscuro donde en la entrada hay unos toneles en las paredes y te recibe un tipo tocando el piano. Allí sí que merece la pena la visita y no te engañan ni te sacan el dinero por tonterías, la comida muy buena, abundante y con un buen precio. Recomiendo que se pida sólo un plato porque es una bestialidad lo que te ponen. Nada más entrar nos encontramos con nuestros amigos españoles que iban con nosotros el día anterior en el catamarán de Cayo Largo y pasamos un buen rato allí disfrutando de la mejor comida cubana y hasta me animé a degustar algún ron sólo, así me quitaba un poco el cabreo que llevaba por los incidentes que habíamos tenido durante la jornada matutina.

La tarde la dedicamos un poco a descansar, primero una vuelta por la zona del Capitolio y un poco el barrio chino, después siesta tras esa comilona en los Nardos y luego piscina en el ático del Hotel Parque Central. Estábamos tan llenos que en cuanto cayó la noche, en vez de ir a cenar, nos fuimos al café del Hotel Inglaterra directamente a tomar mojitos y planear como lo íbamos a hacer para salir de juerga por Vedado. En este barrio por la noche además de ir por el malecón son muy conocidos sus clubes de jazz, había dos opciones, La Zorra y el Cuervo que nos habían hablado muy bien de él o el Jazz Café, mucho más lejano que se ubica en un centro comercial al lado del Hotel Meliá Cohiba. No tardamos mucho en tomar la decisión, nos parecía mucho más acertado a los dos ir a La Zorra y el Cuervo. Un club que recomiendo porque por 10 CUC tienes dos copas y asistes a un buen concierto de jazz, un lugar pequeño donde los cubanos no están, simplemente están los músicos y sus amigos, los clientes sólo son turistas, algo que me pareció fatal pero ese precio de entrada para ellos es prohibitivo, una vez más se ven las dos divisiones en la isla, el ocio para los turistas y los habaneros en el malecón, es imposible que haya mezclas porque los tratos son diferentes.

A mi como el jazz me gusta, el concierto me pareció bastante bonito y era una manera de oir jazz en otras latitudes del mundo, todavía recuerdo el bar de Kyoto donde ponían jazz también, a quien no le parecía tan chulo fue a David que poco a poco se iba apagando y no le estaba gustando mucho el plan, tras nuestras dos copas y con el concierto casi acabando, decidimos irnos, y a la salida nos encontramos una cosa bastante friki mientras buscábamos un taxi para volver, un edificio bastante feo que era el Ministerio del Azúcar, nunca pensé que podría haber un ministerio con tal asunto, pero luego pensando tiene su razón de ser.

Volvimos al hotel en nuestro taxi y en el recorrido veíamos en la esquina L con la 23 a los cubanos en el malecón pasándolo en grande, es la zona donde la brisa te quita un poco el calor y estaban despreocupados, seguro que al día siguiente pocos irían al trabajo, al fondo se veía la luna fundiéndose en el horizonte. Una vez en el hotel tomamos algo para cenar a unas horas bastante tardías en la barra del café que hay en el vestíbulo. A mi me apetecía otra copa más y David poco convencido accedió a ello, cuando se la terminó se subió a la habitación y me quedé yo sólo un rato más en el vestíbulo, pensaba lo bien que nos lo estábamos pasando a pesar de algún incidente. Al día siguiente habíamos quedado con un contacto en la isla e íbamos a ver más cosas de La Habana, sitios donde no llegan los turistas, pero eso será en la siguiente entrada.



Plaza de la Revolución. Memorial José Martí.



Plaza de la Revolución.



Plaza de la Revolución. Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.



Plaza de la Revolución. Che Guevara.



Plaza de la Revolución. Estandarte del Che.



Plaza de la Revolución. Coches de época.



Cementerio de Colón.



Cementerio de Colón.



Cementerio de Colón.



Cementerio de Colón.



Cementerio de Colón. Iglesia.



Cementerio de Colón. Panteón.



Edificio del Museo de la Revolución.



Salón principal del Museo de la Revolución.



El Che y Fidel triunfando con la Revolución.



Museo de la Revolución. Memorial Granma. Transporte para los revolucionarios.



Museo de la Revolución. Memorial Granma. Carros y misiles de combate.



Entrada a los restaurantes Los Nardos, el Asturianito y el Trofeo.



Entrada del Restaurante Los Nardos.



Restaurante Los Nardos.



Restaurante Los Nardos.



Capitolio al atardecer.



Café del Hotel Inglaterra.



Ministerio del Azúcar. Vedado.



Entrada al Club de Jazz 'La Zorra y el Cuervo'.



Club de Jazz 'La Zorra y el Cuervo'.

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sábado, 29 de diciembre de 2012

Suite Habana. Cayo Largo. (Día 4)

El lunes 25 de Julio fue el día que más pronto me he levantado en mi vida y más para ir a la playa, pusimos nuestros despertadores a las 3:30 a.m. porque el autobús nos recogería en la puerta del hotel a las 4:15 a.m. Antes bajamos a recepción para que nos diesen un pequeño picnic que sería nuestro desayuno. Este día nos íbamos de excursión a uno de los cayos de Cuba, en concreto a Cayo Largo, una isla al sur de Cuba que se conoce por sus playas de arena blanca y sus aguas calientes con piscinas naturales. Así que con más sueño que otra cosa nos montamos en el bus de turistas para ir a un pequeño aeródromo a las afueras de La Habana donde volaríamos a nuestro Cayo. Es muy curioso ver La Habana amaneciendo, como hay poca luz artificial y más por donde transitábamos en nuestro bus parece un poblado vampírico.

Los turistas estamos acostumbrados a grandes aeropuertos donde hay varios controles y salas gigantes, al contrario fue el aeródromo donde fuimos, una pequeña sala para los pasajeros donde hay una cinta transportadora y un pequeño control de equipajes, ahí te dan tu tarjeta de embarque de la compañía Aerogaviota y te pasan a otra sala de espera que eso parece la sala de un ambulatorio antes de entrar a consulta, una pequeña tienda de souvenirs cerrada y unos asientos muy incómodos, hubiese estado bien que las sillas hubiesen sido un poco más cómodas para echarse un sueñecito porque tuvimos que esperar una hora y pico larga antes de embarcar en un avión que no daba mucha confianza. Parecía un avión de los años 80's con sus asientos que te pica todo el cuerpo y unas azafatas de buen año, eso sí, al menos nos dieron un zumito de naranja durante la media hora que duraba el vuelo y además no hubo ninguna incidencia, fue un viaje muy tranquilo, muchísimo mejor que lo que pasamos a la vuelta, pero eso ya lo contaré después.

Como podréis imaginar el aeropuerto internacional de Cayo Largo es muy pequeñito, aunque venían vuelos procedentes de otros países como Canadá, nunca de EEUU eso sí. Para darnos la bienvenida había una pequeña orquesta de músicos que a las 7:15 a.m. estaban ya cantando Guantanamera en las cintas de recogida de equipajes, a mi por las mañanas esas cosas me ponen de los nervios, como digo yo, no son horas hombre. Así que me salí a la calle y ya habría como 31 grados con humedad a esas horas, yo pensaba, aquí yo me muero de calor, era bastante insoportable. Me lo tomé un poco con humor y llamé por teléfono a Olga, ya que era bastante temprano en Cuba me pillaba bien de hora para hablar con ella en España. No abuséis del móvil en Cuba porque es muy caro. Después nos recogió otro autobús turístico para llevarnos al manglar donde estaba el catamarán para hacer la excursión.

Resulta que fuimos de los primeros en llegar al manglar para la excursión en el barquito, así que tuvimos que pasar un buen rato allí esperando a los demás. Fue muy mala suerte porque si en algo se caracterizan los manglares es que están llenos de mosquitos y nos fundieron, además se nos había olvidado el repelente de mosquitos y los habitantes del Cayo Largo nos dijeron que ellos no lo usan porque es muy caro y ya se habían acostumbrado. Pero no todo fue malo en este rato, David estuvo intentando domar una hamaca tropical, al principio con escaso éxito pero al final lo consiguió, también estuvimos jugando con un loro y cuando por fin abrieron el bar nos tomamos algo de agua porque la humedad y el calor ya hacían mella. El guía nos dijo para no aburrirnos más que si queríamos muy cerca había un criadero de tortugas, que fuésemos para allá a verlas. En el camino conocimos a una mujeres de Sinaloa (México) que también estaban haciendo la excursión. Es bonito ver pequeñas tortugas que habían nacido justo ese mismo día, pero eso sí, los mosquitos se estaban cebando con nosotros. Nos pusimos hasta las toallas por encima para no ser acribillados.

Por fin ya estábamos todos y pudimos salir del manglar con el catamarán, me unté de protección solar porque ya pegaba fuerte y nos dirigimos a recoger a unos turistas rusos que tenían apartamentos alquilamos en la isla. Recuerdo que nuestro guía, un tipo que se parecía a Carlos Larragaña de joven, dominaba perfectamente el castellano y el ruso, un tipo optimista y muy tranquilo, le comenté mi admiración por dominar tan bien el ruso y me dijo, el problema en este trabajo no es saber ruso, sino el turista ruso, luego ya entendí porque, son muy maleducados y descarados, imaginaros el típico hooligan inglés, pues lo mismo pero en versión Este de Europa, también iban unas niñas rusas insoportables que no paraban de dar el coñazo y unas hermanas suyas más mayorcitas que se hacían fotos con poses a lo París Hilton.

Nuestra primera parada de la excursión en el barquito fue en la isla de las iguanas, un pequeño islote pedregoso donde convivían las iguanas con una especie de topos pero más gordos, parecía que estábamos andando por un cráter de superficie lunar, rodeado de animales de lo más pintoresco porque no todos los días tienes a una iguana a un palmo de tu pie. Se notaba que los animales estaban acostumbrados al contacto humano y no te hacían nada, es más, incluso a los pobres topillos les daban cerveza y se la bebían, hay mucho gamberro suelto con ganas de chispar a los animales, recuerdo que estuve hablando con un chaval joven de Antofagasta (Chile), una ciudad al norte del país, era más bien callado pero ante mi indignación por los topillos fue un poco cómplice conmigo.

La siguiente sorpresa en el viaje fue ir hasta las piscinas naturales del Cayo, unas formaciones donde el agua es transparente, tranquila y muy clara, a los lados tenemos pequeñas montañas de arena muy fina y blanca, arena que no se te queda pegada al cuerpo, parecía como talco. Allí nos dieron como una hora para darnos una vuelta por el lugar, las rusas se hacían fotos en la arena blanca como si fueran top models y mientras tanto en el barquito se iban cocinando unas langostas que olían la mar de bien, el truco radicaba en que eso no iba incluido en el precio del viaje, pero vamos, por 10 CUC bien merece tomar de aperitivo una langosta con algo de pan y cerveza Bucanero, nos sentó a David y a mí estupendamente. Dos chavales españoles que iban con nosotros también picaron el anzuelo y se pillaron otro par de langostas.

Siguiendo nuestra particular gymkana por Cayo Largo nuestra siguiente experiencia fue algo novedoso para mí porque nunca lo había probado, al abandonar las piscinas naturales nos fuimos un poco más mar adentro e hicimos snorkeling, las aguas eran muy transparentes y claras, así que podías ver los peces y el coral perfectamente con tus gafas de buzo. He de reconocer que al principio pagué la novatada porque no me ponía las gafas bien y el tubo en la boca, me entraba agua por todos lados, David se descojonaba de risa y ya me enseñó y pude disfrutar un ratillo de unas estupendas imágenes del fondo marino, fue una bonita experiencia que en un futuro espero repetir en otros sitios, eso sí, también es bastante cansado, al rato, volví al catamarán porque estaba cansado de nadar y sumergirme. Aproveché después para llamar a casa para ver que tal iban las cosas por España y decirles que todo iba bien por allí.

Y así ya se había pasado toda la mañana y llegamos a nuestro destino final con el catamarán, llegábamos a Playa Sirena, un lugar paradisíaco en el Caribe, igual que te imaginas las películas de piratas pero en versión pijo, nada más parar con el barquito nos encontramos con los delfines, otro reclamo turístico más para sacar el dinero, un baño con delfines durante 5-10 minutos por unos 60 euros, por supuesto los rusos ricos lo hicieron, me dieron bastante pena los delfines, aprisionados por una valla y explotados en pro del turismo, cuando se quedaban solos en el agua se les notaba en sus movimientos que no estaban bien, era una sensación entre tristeza y melancolía.

Ya era la hora del almuerzo en Playa Sirena, pudimos disfrutar de un buffet libre en un merendero lleno de palmeras que incluía un plato caliente a elegir, yo escogí pollo, no era gran cosa y una vez más se demostró la mala educación de los rusos que lo cogían todo y no dejaban a casi nadie nada, de hecho en los postres apenas pude pillar, con nuestros nuevos amigos españoles comentamos la jugada de los rusos y sus malos modales. Después de la comida teníamos todo el tiempo libre para poder bañarnos en las paradisíacas playas del Caribe, al igual que en las piscinas naturales, la arena era muy blanca y sus aguas muy calientes, no podías estar mucho tiempo bañándote porque te sientes como un langostino cociéndote en una gran olla, yo me acordaba de Bridget Jones cuando estaba en Tailandia, tan blanquita ella y desorientada por comerse unos alucinógenos. En las hamacas, al lado de unos escandinavos, me eché una buena siesta que me quedé profundamente dormido tras el madrugón de por la mañana, ya llevábamos muchas horas de pie y el cansancio con el calor hacía bastante mella. A pesar de haberme echado un montón de protección solar me quemé un poquito.

Sobre las 5:45 p.m. de nuevo un catamarán nos recogía para llevarnos de vuelta a casa, primero nos cambiamos para ir con la ropa seca al aeropuerto de Cayo Largo, allí nos esperaba un avión de las líneas aéreas cubanas, Cubana se llama la compañía, se nota que era un aeropuerto de andar por casa, porque tu ibas por las pistas de vuelo tranquilamente andando hacia tu avioneta, nada de autobuses para embarcar. El avión que nos tocó era un trasto comunista de los años 60's, donde el aire acondicionado no existía, en el despegue íbamos asándonos porque el avión necesitaba toda la potencia para la maniobra y una vez en el aire nos pusieron unos chorros de vapor para aliviar el trayecto. Tuvimos tan mala suerte que se lió una tormenta tropical, lo pasamos fatal porque las cosas se pusieron bastante mal, el avión no daba más que bandazos, de hecho pegué un bote en el asiento por una gran turbulencia, yo creía que nos matábamos y no salíamos de esa, las cubanas que iban con nosotros se pusieron a llorar y unos chinos que también venían se descojonaban de la risa. Nuestro destino de aterrizaje era Puerto Baracoa pero era imposible llegar hasta allí por la tormenta, el piloto pidió permiso al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana y le concedieron el permiso de aterrizaje, así que cambiamos la ruta inicial y tras unos 20 minutos horrendos acabamos allí, al fin podíamos respirar tranquilos, nos habíamos salvado.

El guía que nos acompañaba a La Habana iba muy tranquilo, nos comentó que algunas veces pasan esas cosas, pero vamos, yo desde luego no vuelvo a montar en un trasto de esos para volar. Una vez que estábamos en José Martí tuvimos que esperar un largo rato para que nos mandaran un autobús para llevarnos a la ciudad, obviamente nos estaban esperando en Puerto Baracoa pero como allí no pudimos llegar pues se tuvo que improvisar. Durante el trayecto de autobús hacia La Habana estuve sentado junto al guía y charlamos amablemente, era un comunista convencido sobre las bondades de su sistema, tenía una hija que estudiaba en la Facultad de Medicina, eso le hacía muy feliz porque como el decía, podrá tener unos hijos sanos que los pueda atender, que no importaban las posesiones como tener carro o mucha plata. En su casa le esperaba su mujer y comentaba a ver que le tocaba arreglar hoy porque siempre se estropean cosas, pero que tendría tiempo porque al día siguiente era fiesta nacional en Cuba. Algo de razón tenía en sus razonamientos, porque en el sistema capitalista a veces se pierde el norte sobre lo que es importante o no, muchas veces la ambición de tener posesiones te distrae de temas más importantes como tu familia, amigos y relaciones sociales.

Llegamos al hotel agotados de un día tan largo, eran ya más de las 8 p.m. y nos tumbamos un ratito, pensábamos ir a cenar al barrio chino pero cuando llegaron las 9:30 p.m. no había quien nos moviera del sitio. Empezamos a ver la tele, que era muy curioso porque había canales de películas donde ponían films americanos pero doblados en latino, no en el español al que estamos acostumbrados, imaginaros ver a Jennifer Aniston hablando así. Nos tragamos un bodrio hollywodiense y recuerdo que las 10:30 p.m. apagué la luz porque se me cerraban los ojos, David ya llevaba un rato durmiendo y estaba ya viendo la tele de Venezuela que es muy entretenida con las chorradas de Chávez. Yo creo que desde que era pequeño no me había acostado tan pronto, pero había sido un día muy largo y cansado, no veríamos la Luna esa noche pero al día siguiente era Fiesta Nacional en Cuba y veríamos más barrios habaneros y disfrutaríamos de un club de jazz en Vedado. Pero eso ya será en la siguiente entrada.



Sala de espera del aeródromo.



Aeropuerto Cayo Largo. A las 7 a.m. aguantando Guantanamera.



Amaneciendo en el aeropuerto de Cayo Largo.



Manglar.



Cayo Largo, pleno Caribe.



Criadero de tortugas.



Un amigo loro que me eché en el manglar de Cayo Largo.



Isla de las iguanas.



La isla de las iguanas.



Apartamentos de los rusos en Cayo Largo.



Piscinas naturales.



Las langostas del catamarán. Que ricas!!!



Baño con delfines.



Playa Sirena.



Uno de los delfines cautivos en Playa Sirena, daba bastante pena su explotación.



El trasto de avioneta de vuelta, de las aerolíneas cubanas.



Vistas de Cayo Largo en plena tormenta tropical.

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viernes, 28 de diciembre de 2012

Suite Habana (Día 3)

El domingo 24 de Julio amanecimos un poco tarde y llegamos justo a la hora de finalización del desayuno en el Parque Central, el día anterior había sido agotador con la excursión a Viñales y Pinar del Río, así que siendo domingo nos lo íbamos a tomar con más calma y disfrutaríamos de otro barrio habanero muy conocido que es Vedado, un barrio con casas coloniales y junto a la Habana Vieja el barrio más popular y centro administrativo. En él, se ubican alguno de los mejores hoteles de Cuba y antes del derrocamiento de Batista estaban los mejores casinos de la isla con inversiones americanas, en el Padrino II, Michael Corleone compra uno de estos hoteles para establecer un negocio en Cuba pocos días antes del golpe de Castro y Guevara.

Una vez que habíamos desayunado y estábamos preparados, salimos del hotel y con ello vino la pesadez de todos los días, muchos cubanos ofreciéndonos sus servicios, pero esta vez ya íbamos aprendiendo y nada más salir, buscamos al primer taxista que estuviese por allí porque para llegar a Vedado es un gran paseo, pillamos nuestro primer taxi que para sorpresa nuestra puso el taxímetro y fuimos hasta la Universidad de La Habana únicamente por 3 CUC. Una vez allí admiramos lo bonito que es el edificio principal de la Universidad, alrededor se ubican muchas de las facultades habaneras, como Biología o Medicina, pero también nos encontramos con la sorpresa de que había un guardia de seguridad y una cadena. Le preguntamos que si podíamos pasar a ver las instalaciones y nos dijo que estaba cerrado, que los estudiantes estaban en un receso y no había nadie, me gusta mucho el buen uso del castellano por los latino parlantes, hacía muchos años que no escuchaba esa palabra. Nos tuvimos que conformar con su explicación y amablemente se hizo una foto con nosotros, además como por allí pasaban muchos coches de época pues hicimos alguna que otra foto bastante interesante.

En Vedado el sistema de nombres de las calles sigue un esquema parecido a Manhattan de letras y números, por un lado tenemos las calles que son números, por ejemplo la calle 25, una de las más conocidas y en transversal la cruzan calles que son letras, por ejemplo la calle L, así te puedes ubicar y decir que estás en la calle 25 esquina L. Al ser una cuadrícula parecida a la que hay en Manhattan, tienen sistema parecido. Nosotros bajando por la calle L, una de las más famosas de Vedado, encontraríamos nuestra siguiente parada, la heladería Coppelia, su dirección es la 23 con esquina L. Esta heladería es un sitio mítico en La Habana, allí comienza la película que optó al Óscar a mejor producción de habla no inglesa, Fresa y Chocolate. Ante nosotros teníamos un edificio que parece una especie de nave ovni y donde los cubanos van a comer helado, con la singularidad de que allí no se elige el sabor que vas a degustar, ellos te dicen el sabor que hay y si te interesa pues te sirven, conforme pasa el rato se va cambiando de sabor. También comentar que admiten las dos monedas cubanas, tanto los pesos convertibles como los pesos cubanos, pero si pagas en pesos cubanos tardan más en darte asiento y en pesos convertibles enseguida te sientan pero te clavan más en el precio. Nosotros degustamos fresa y vainilla.

Una vez terminado el helado en Coppelia nos dispusimos a ver más sitios destacables de Vedado, justo enfrente de la heladería tenemos otros dos edificios que todo turista ve, uno es el Cine Yara, muy famoso en La Habana, que ese día recuerdo que ponían un partido de la Copa América de Fútbol que jugaba Uruguay, lo que no me acuerdo fue el contrincante. Y el otro es el Hotel Tryp Habana Libre, un hotel con mucha historia, construido por el grupo Hilton donde Batista hacía varios de sus negocios, una vez derrocado por Castro, éste cerró el casino y cambió el nombre del hotel por Habana Libre, hace unos años fue comprado por el grupo hostelero español Sol Meliá.

El paseo por Vedado es mucho más relajado que por la Habana Vieja, está mucho menos poblado y se nota que es mucho más elitista con viviendas coloniales preciosas y gente más adinerada, además se nota un ambiente mucho más universitario, la enseñanza es muy importante en Cuba y a estos estudiantes no les falta de casi nada, muy acertadamente el gobierno cuida bastante de sus buenos estudiantes. Otra característica del barrio es que hay muchos cines (además del ya mencionado Yara) y muchos paladares donde ir de comida o cena. Dentro de lo que es Cuba me pareció la zona más capitalista de La Habana, con muchos negocios y un horrendo edificio gigantesco donde creo que antes se alojaba la televisión estatal de Cuba.

Bajando por la Avenida 23 hasta la calle O nos dirigimos hacía nuestro destino final de Vedado que es una construcción de las más emblemáticas de toda Cuba. El Hotel Nacional de Cuba, cuya web para reservar la pongo aquí Web reserva del Hotel Nacional de Cuba. Este hotel, el mejor de toda Cuba, es Monumento Nacional y bien merece la visita, en sus instalaciones en el año 46 se reunieron miembros de las 5 familias mafiosas de Nueva York. En la entrada hay un hall muy bonito que ha sido utilizado muchas veces para películas, por este hotel parece que no ha pasado el tiempo pero está muy bien cuidado. Una vez atravesado el hall principal, sales a una estupenda terraza donde hay una piscina y unas maravillosas vistas al malecón habanero. Nada más salir a la terraza, te encuentras con una estatua en honor a Compay Segundo, esto me hizo recordar los buenos ratos que pasé viendo Buena Vista Social Club, un documental de Wim Wenders donde Ry Cooder se codea con Compay y sus compañeros, la película tuvo bastante éxito y la recomiendo. Nos quedamos un buen rato viendo el bonito jardín del hotel, los cañones que lo rodean y tomando una limonada con la brisa del Caribe que venía desde el malecón, recuerdo este pasaje como uno de los mejores momentos en La Habana, de paz y tranquilidad mientras el viento nos quitaba un poco el sofoco por el calor y de fondo sonaba buena música cubana. David comentaba que le parecía muy curioso que no hubiese barcos, era como un puerto fantasma.

Una vez terminada la visita a este hotel tan bonito, pensamos que ya se estaba haciendo la hora de almorzar y volveríamos a la Habana Vieja para ello, por ello a la salida del hotel pillamos un Coco Taxi, una especie de motocicleta con asientos donde caben 3 personas que van resguardadas del Sol por un techo. Una turistada que primero preguntamos cuanto costaría porque es un consejo que doy, en los taxis primero mejor preguntar el precio antes de montar, no sea que luego uno se encuentre con sorpresas desagradables. El chico, que era bastante amable, nos dijo que por 5 CUC nos llevaba por el malecón hasta la catedral de la Habana Vieja. Así que a ritmo de Lady Gaga vimos desde el Coco Taxi el malecón habanero y una vez terminado el camino, el conductor nos dijo que al paladar donde íbamos a comer era muy recomendable y nos nombró un par de sitios más. Al final de la entrada, colgaré un vídeo de este paseo en Coco Taxi donde lo pasamos muy bien David y yo, os va a gustar.

El paladar elegido para comer fue La Moneda Cubana, en calle Empedrado nº152, al lado de la Catedral de La Habana, fue un acierto el sitio y es que en nuestro primer paseo por la Habana Vieja ya le habíamos echado el ojo porque el sitio es un ático y era perfecto para comer. Comimos principalmente marisco, la langosta estaba muy buena y nos daban un poco de pena los camareros, los pobres tenían que ir vestidos de piratas, cosa que es una turistada que la vimos sin sentido, el sitio en sí se vende sólo porque desde el ático hay unas vistas muy bonitas del Fuerte del Morro. Como anécdota recuerdo que hablando con uno de los camareros, les dijimos que éramos de Madrid y que un familiar suyo, trabajaba en la tienda de merchandising del Real Madrid en el Santiago Bernabéu. La verdad es que es un sitio muy recomendable este paladar.

Después de comer nos dimos otra vueltecilla por la Habana Vieja, esta vez recorriendo calles menos conocidas y realizando algunas compras, recuerdo que compré en una pequeña tienda unas muñecas de tela y una gorra del Che, así ya tendría cosas para regalar, la propietaria era una mujer joven y muy tranquila, por unos pocos pesos convertibles nuestros ya tenía para algún tiempo y nos fuimos muy contentos con nuestras nuevas adquisiciones. Hablamos con otro guardia de seguridad que estaba enfrente del Ministerio de la Industria Ligera, yo le comenté que en España estaba trabajando en el lugar equivalente que es el Ministerio de Industria. Una vez que enfilamos de nuevo la calle Obispo ya vinieron de nuevo la horda de cubanos para pedirte algo, ahí aprovechamos para dar algún boli a algún niño que se paraba con nosotros. Como ya llevábamos varias horas fuera al Sol y el calor apretaba mucho, decidimos irnos al hotel.

Pasamos una tarde muy relajada en la piscina, era un sitio para aprovechar y descansar, a última hora antes del cierre al atardecer, David bajó a por la cámara de fotos e hicimos una bonitas fotos desde el ático del hotel, es uno de los atardeceres más bonitos y caóticos que puedes observar, mientras el Sol se esconde por el mar Caribe, observas las casas destartaladas de La Habana mientras hay unas columnas de humo procedentes de oleoductos o fábricas, no sabría muy bien decirlo. Nos preparamos para la noche, esta vez no la íbamos a alargar mucho porque al día siguiente nos tendríamos que dar el madrugón de los madrugones.

Para cenar elegimos ir a los paladares que hay enfrente del Capitolio y pudimos encontrar acomodo en uno de ellos, en el Paladar el Trofeo cenamos por unos pocos CUC, recuerdo que como pertenece al mismo edificio que Los Nardos había que atravesar una especie de patio mugroso con una escalera que no daba mucha seguridad, una vez dentro tenía unas cortinas horrorosas, parecía que te habías transportado 80 años atrás, pero el sitio estaba muy animado, la comida buena y el precio muy barato. En este lugar nos comentaron que los martes a mediodía hay menos cola y que nos pasáramos por allí para ir a otro de los restaurantes del complejo.

Después de cenar como la cosa no se iba a alargar mucho, visitamos que está al lado del Capitolio, el barrio chino de La Habana. Enfilando por la calle Dragones al lado de la fábrica de puros Partagás está la puerta que te da la bienvenida al barrio. Imaginaros que ya de por si La Habana es caótica, el barrio chino eso ya era el no va a más, calles bastante oscuras con un firme muy irregular que se mezclaban con pequeños patios donde la gente bailaba al son de la música cubana, su calle principal es la calle Salud y una de las callejuelas estaba llena de restaurantes asiáticos que no paraban de darte la brasa para que cenáramos en ellos o tomarnos una copa, era una mezcla muy curiosa de mestizos con asiáticos. A una chica le explicamos que esa noche no podíamos ir a tomar una copa pero que en otro momento iríamos. Nos fuimos al hotel de nuevo al ático para ver las luces desde la terraza y me tomé un ron solo con hielo, tenían una carta de bebidas con bastante calidad a buen precio. Desde el ático se veía la Luna muy claramente y pusimos fin a esta jornada, al día siguiente nos teníamos que levantar a las 3:30 de la madrugada, nos íbamos de excursión a Cayo Largo, un día inolvidable y de múltiples peripecias.



Universidad de La Habana.



Edificios en la Universidad de La Habana.



Heladería Coppelia.



Dentro de Coppelia.



Helado en bola Coppelia. En ese momento tocaba fresa y vainilla.



Entrada del hotel Tryp Habana Libre.



Hotel Tryp Habana Libre.



Casas coloniales en el Barrio de Vedado.



Hotel Nacional de Cuba.



Hall principal del Hotel Nacional de Cuba.



Terraza del Hotel Nacional de Cuba.



Aquí con el amigo Compay Segundo.



Malecón desde el Hotel Nacional de Cuba.



Hotel Nacional de Cuba. Terraza.



Coco Taxi junto a coche de época.



Fuerte del Morro desde el paladar La Moneda.



Habana Vieja. Ministerio de la Industria Ligera.



Bañito en la piscina del Parque Central.



Atardecer en La Habana.



Ático del Hotel Parque Central.



Capitolio de noche.



Barrio chino de La Habana.

Paseo en Coco Taxi desde el Hotel Nacional de Cuba hasta la Habana Vieja por el malecón.



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