El lunes 25 de Julio fue el día que más pronto me he levantado en mi vida y más para ir a la playa, pusimos nuestros despertadores a las 3:30 a.m. porque el autobús nos recogería en la puerta del hotel a las 4:15 a.m. Antes bajamos a recepción para que nos diesen un pequeño picnic que sería nuestro desayuno. Este día nos íbamos de excursión a uno de los cayos de Cuba, en concreto a Cayo Largo, una isla al sur de Cuba que se conoce por sus playas de arena blanca y sus aguas calientes con piscinas naturales. Así que con más sueño que otra cosa nos montamos en el bus de turistas para ir a un pequeño aeródromo a las afueras de La Habana donde volaríamos a nuestro Cayo. Es muy curioso ver La Habana amaneciendo, como hay poca luz artificial y más por donde transitábamos en nuestro bus parece un poblado vampírico.
Los turistas estamos acostumbrados a grandes aeropuertos donde hay varios controles y salas gigantes, al contrario fue el aeródromo donde fuimos, una pequeña sala para los pasajeros donde hay una cinta transportadora y un pequeño control de equipajes, ahí te dan tu tarjeta de embarque de la compañía Aerogaviota y te pasan a otra sala de espera que eso parece la sala de un ambulatorio antes de entrar a consulta, una pequeña tienda de souvenirs cerrada y unos asientos muy incómodos, hubiese estado bien que las sillas hubiesen sido un poco más cómodas para echarse un sueñecito porque tuvimos que esperar una hora y pico larga antes de embarcar en un avión que no daba mucha confianza. Parecía un avión de los años 80's con sus asientos que te pica todo el cuerpo y unas azafatas de buen año, eso sí, al menos nos dieron un zumito de naranja durante la media hora que duraba el vuelo y además no hubo ninguna incidencia, fue un viaje muy tranquilo, muchísimo mejor que lo que pasamos a la vuelta, pero eso ya lo contaré después.
Como podréis imaginar el aeropuerto internacional de Cayo Largo es muy pequeñito, aunque venían vuelos procedentes de otros países como Canadá, nunca de EEUU eso sí. Para darnos la bienvenida había una pequeña orquesta de músicos que a las 7:15 a.m. estaban ya cantando Guantanamera en las cintas de recogida de equipajes, a mi por las mañanas esas cosas me ponen de los nervios, como digo yo, no son horas hombre. Así que me salí a la calle y ya habría como 31 grados con humedad a esas horas, yo pensaba, aquí yo me muero de calor, era bastante insoportable. Me lo tomé un poco con humor y llamé por teléfono a Olga, ya que era bastante temprano en Cuba me pillaba bien de hora para hablar con ella en España. No abuséis del móvil en Cuba porque es muy caro. Después nos recogió otro autobús turístico para llevarnos al manglar donde estaba el catamarán para hacer la excursión.
Resulta que fuimos de los primeros en llegar al manglar para la excursión en el barquito, así que tuvimos que pasar un buen rato allí esperando a los demás. Fue muy mala suerte porque si en algo se caracterizan los manglares es que están llenos de mosquitos y nos fundieron, además se nos había olvidado el repelente de mosquitos y los habitantes del Cayo Largo nos dijeron que ellos no lo usan porque es muy caro y ya se habían acostumbrado. Pero no todo fue malo en este rato, David estuvo intentando domar una hamaca tropical, al principio con escaso éxito pero al final lo consiguió, también estuvimos jugando con un loro y cuando por fin abrieron el bar nos tomamos algo de agua porque la humedad y el calor ya hacían mella. El guía nos dijo para no aburrirnos más que si queríamos muy cerca había un criadero de tortugas, que fuésemos para allá a verlas. En el camino conocimos a una mujeres de Sinaloa (México) que también estaban haciendo la excursión. Es bonito ver pequeñas tortugas que habían nacido justo ese mismo día, pero eso sí, los mosquitos se estaban cebando con nosotros. Nos pusimos hasta las toallas por encima para no ser acribillados.
Por fin ya estábamos todos y pudimos salir del manglar con el catamarán, me unté de protección solar porque ya pegaba fuerte y nos dirigimos a recoger a unos turistas rusos que tenían apartamentos alquilamos en la isla. Recuerdo que nuestro guía, un tipo que se parecía a Carlos Larragaña de joven, dominaba perfectamente el castellano y el ruso, un tipo optimista y muy tranquilo, le comenté mi admiración por dominar tan bien el ruso y me dijo, el problema en este trabajo no es saber ruso, sino el turista ruso, luego ya entendí porque, son muy maleducados y descarados, imaginaros el típico hooligan inglés, pues lo mismo pero en versión Este de Europa, también iban unas niñas rusas insoportables que no paraban de dar el coñazo y unas hermanas suyas más mayorcitas que se hacían fotos con poses a lo París Hilton.
Nuestra primera parada de la excursión en el barquito fue en la isla de las iguanas, un pequeño islote pedregoso donde convivían las iguanas con una especie de topos pero más gordos, parecía que estábamos andando por un cráter de superficie lunar, rodeado de animales de lo más pintoresco porque no todos los días tienes a una iguana a un palmo de tu pie. Se notaba que los animales estaban acostumbrados al contacto humano y no te hacían nada, es más, incluso a los pobres topillos les daban cerveza y se la bebían, hay mucho gamberro suelto con ganas de chispar a los animales, recuerdo que estuve hablando con un chaval joven de Antofagasta (Chile), una ciudad al norte del país, era más bien callado pero ante mi indignación por los topillos fue un poco cómplice conmigo.
La siguiente sorpresa en el viaje fue ir hasta las piscinas naturales del Cayo, unas formaciones donde el agua es transparente, tranquila y muy clara, a los lados tenemos pequeñas montañas de arena muy fina y blanca, arena que no se te queda pegada al cuerpo, parecía como talco. Allí nos dieron como una hora para darnos una vuelta por el lugar, las rusas se hacían fotos en la arena blanca como si fueran top models y mientras tanto en el barquito se iban cocinando unas langostas que olían la mar de bien, el truco radicaba en que eso no iba incluido en el precio del viaje, pero vamos, por 10 CUC bien merece tomar de aperitivo una langosta con algo de pan y cerveza Bucanero, nos sentó a David y a mí estupendamente. Dos chavales españoles que iban con nosotros también picaron el anzuelo y se pillaron otro par de langostas.
Siguiendo nuestra particular gymkana por Cayo Largo nuestra siguiente experiencia fue algo novedoso para mí porque nunca lo había probado, al abandonar las piscinas naturales nos fuimos un poco más mar adentro e hicimos snorkeling, las aguas eran muy transparentes y claras, así que podías ver los peces y el coral perfectamente con tus gafas de buzo. He de reconocer que al principio pagué la novatada porque no me ponía las gafas bien y el tubo en la boca, me entraba agua por todos lados, David se descojonaba de risa y ya me enseñó y pude disfrutar un ratillo de unas estupendas imágenes del fondo marino, fue una bonita experiencia que en un futuro espero repetir en otros sitios, eso sí, también es bastante cansado, al rato, volví al catamarán porque estaba cansado de nadar y sumergirme. Aproveché después para llamar a casa para ver que tal iban las cosas por España y decirles que todo iba bien por allí.
Y así ya se había pasado toda la mañana y llegamos a nuestro destino final con el catamarán, llegábamos a Playa Sirena, un lugar paradisíaco en el Caribe, igual que te imaginas las películas de piratas pero en versión pijo, nada más parar con el barquito nos encontramos con los delfines, otro reclamo turístico más para sacar el dinero, un baño con delfines durante 5-10 minutos por unos 60 euros, por supuesto los rusos ricos lo hicieron, me dieron bastante pena los delfines, aprisionados por una valla y explotados en pro del turismo, cuando se quedaban solos en el agua se les notaba en sus movimientos que no estaban bien, era una sensación entre tristeza y melancolía.
Ya era la hora del almuerzo en Playa Sirena, pudimos disfrutar de un buffet libre en un merendero lleno de palmeras que incluía un plato caliente a elegir, yo escogí pollo, no era gran cosa y una vez más se demostró la mala educación de los rusos que lo cogían todo y no dejaban a casi nadie nada, de hecho en los postres apenas pude pillar, con nuestros nuevos amigos españoles comentamos la jugada de los rusos y sus malos modales. Después de la comida teníamos todo el tiempo libre para poder bañarnos en las paradisíacas playas del Caribe, al igual que en las piscinas naturales, la arena era muy blanca y sus aguas muy calientes, no podías estar mucho tiempo bañándote porque te sientes como un langostino cociéndote en una gran olla, yo me acordaba de Bridget Jones cuando estaba en Tailandia, tan blanquita ella y desorientada por comerse unos alucinógenos. En las hamacas, al lado de unos escandinavos, me eché una buena siesta que me quedé profundamente dormido tras el madrugón de por la mañana, ya llevábamos muchas horas de pie y el cansancio con el calor hacía bastante mella. A pesar de haberme echado un montón de protección solar me quemé un poquito.
Sobre las 5:45 p.m. de nuevo un catamarán nos recogía para llevarnos de vuelta a casa, primero nos cambiamos para ir con la ropa seca al aeropuerto de Cayo Largo, allí nos esperaba un avión de las líneas aéreas cubanas, Cubana se llama la compañía, se nota que era un aeropuerto de andar por casa, porque tu ibas por las pistas de vuelo tranquilamente andando hacia tu avioneta, nada de autobuses para embarcar. El avión que nos tocó era un trasto comunista de los años 60's, donde el aire acondicionado no existía, en el despegue íbamos asándonos porque el avión necesitaba toda la potencia para la maniobra y una vez en el aire nos pusieron unos chorros de vapor para aliviar el trayecto. Tuvimos tan mala suerte que se lió una tormenta tropical, lo pasamos fatal porque las cosas se pusieron bastante mal, el avión no daba más que bandazos, de hecho pegué un bote en el asiento por una gran turbulencia, yo creía que nos matábamos y no salíamos de esa, las cubanas que iban con nosotros se pusieron a llorar y unos chinos que también venían se descojonaban de la risa. Nuestro destino de aterrizaje era Puerto Baracoa pero era imposible llegar hasta allí por la tormenta, el piloto pidió permiso al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana y le concedieron el permiso de aterrizaje, así que cambiamos la ruta inicial y tras unos 20 minutos horrendos acabamos allí, al fin podíamos respirar tranquilos, nos habíamos salvado.
El guía que nos acompañaba a La Habana iba muy tranquilo, nos comentó que algunas veces pasan esas cosas, pero vamos, yo desde luego no vuelvo a montar en un trasto de esos para volar. Una vez que estábamos en José Martí tuvimos que esperar un largo rato para que nos mandaran un autobús para llevarnos a la ciudad, obviamente nos estaban esperando en Puerto Baracoa pero como allí no pudimos llegar pues se tuvo que improvisar. Durante el trayecto de autobús hacia La Habana estuve sentado junto al guía y charlamos amablemente, era un comunista convencido sobre las bondades de su sistema, tenía una hija que estudiaba en la Facultad de Medicina, eso le hacía muy feliz porque como el decía, podrá tener unos hijos sanos que los pueda atender, que no importaban las posesiones como tener carro o mucha plata. En su casa le esperaba su mujer y comentaba a ver que le tocaba arreglar hoy porque siempre se estropean cosas, pero que tendría tiempo porque al día siguiente era fiesta nacional en Cuba. Algo de razón tenía en sus razonamientos, porque en el sistema capitalista a veces se pierde el norte sobre lo que es importante o no, muchas veces la ambición de tener posesiones te distrae de temas más importantes como tu familia, amigos y relaciones sociales.
Llegamos al hotel agotados de un día tan largo, eran ya más de las 8 p.m. y nos tumbamos un ratito, pensábamos ir a cenar al barrio chino pero cuando llegaron las 9:30 p.m. no había quien nos moviera del sitio. Empezamos a ver la tele, que era muy curioso porque había canales de películas donde ponían films americanos pero doblados en latino, no en el español al que estamos acostumbrados, imaginaros ver a Jennifer Aniston hablando así. Nos tragamos un bodrio hollywodiense y recuerdo que las 10:30 p.m. apagué la luz porque se me cerraban los ojos, David ya llevaba un rato durmiendo y estaba ya viendo la tele de Venezuela que es muy entretenida con las chorradas de Chávez. Yo creo que desde que era pequeño no me había acostado tan pronto, pero había sido un día muy largo y cansado, no veríamos la Luna esa noche pero al día siguiente era Fiesta Nacional en Cuba y veríamos más barrios habaneros y disfrutaríamos de un club de jazz en Vedado. Pero eso ya será en la siguiente entrada.
Sala de espera del aeródromo.
Aeropuerto Cayo Largo. A las 7 a.m. aguantando Guantanamera.
Amaneciendo en el aeropuerto de Cayo Largo.
Manglar.
Cayo Largo, pleno Caribe.
Criadero de tortugas.
Un amigo loro que me eché en el manglar de Cayo Largo.
Isla de las iguanas.
La isla de las iguanas.
Apartamentos de los rusos en Cayo Largo.
Piscinas naturales.
Las langostas del catamarán. Que ricas!!!
Baño con delfines.
Playa Sirena.
Uno de los delfines cautivos en Playa Sirena, daba bastante pena su explotación.
El trasto de avioneta de vuelta, de las aerolíneas cubanas.
Vistas de Cayo Largo en plena tormenta tropical.
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