El martes 11 de Agosto amanecimos muy tarde porque tras la paliza que nos dimos el día anterior en nuestra excursión a Tallin teníamos hasta agujetas, así que pensamos que iba a ser un día de relajación y de disfrute de Helsinki como si fuéramos unos finlandeses más de allí, haríamos cosas turísticas que hace la gente un domingo pero siendo martes. Como nos levantamos muy tarde nos fuimos directamente a comer y está vez elegimos un sitio de comida finlandesa que recomiendo a todo el mundo, es el Savotta Ravintola, un restaurante que está Aleksanterinkatu 22 al lado del Senado y que es precioso el lugar, tanto dentro del establecimiento, todo muy bonito de madera, como la terraza de fuera que es espectacular. Pedimos, obviamente especialidades del país, como poro (reno), salmón, cordero, pure de patata, etc.... Os dejo la web del sitio para que veaís lo bonito que es, absolutamente recomendable Savotta Ravintola . Íbamos a probar un restaurante ruso como el Samovar pero nos convenció mucho más este. Además como siempre nos pasaba en Helsinki, no había ningún problema para encontrar mesa en algún restaurante, siempre había sitio libre de sobra.
Tras nuestro homenaje finés gastronómico nos acercamos a la Plaza del Mercado, que ya habían retirado el mercadillo de por las mañanas, para mirar los horarios de los barcos y realizar una de las excursiones que son imprescindibles si vas por primera vez a Helsinki. Es coger el transbordador en el puerto y acercarse hasta la fortaleza de Suomenlinna, aquí dejo una breve historia que viene en Wikipedia Suomenlinna. Los finlandeses la llaman así porque es su bastión de resistencia y da nombre a la nación Suomi, que es Finlandia en su idioma. Ahora es un barrio más de Helsinki pero antes se utilizó de defensa contra las invasiones rusas. Como ya se nos había acabado nuestro abono transporte de 5 días, sacamos nuestros billetes y montamos en el barco. Íbamos a dejar esta excursión para el último día porque ya habíamos tenido mucho barco el día anterior con Tallin pero hacia buen día y en estas latitudes es mejor no jugársela con la atmósfera. De hecho acertamos en nuestra decisión porque al día siguiente, hizo bastante mal día.
De nuevo ya estábamos montados en otro barco y fue un paseo agradable porque ves las vistas de la ciudad de Helsinki que se me quedaron grabadas porque el skyline de la ciudad es muy bonito, sin grandes torres pero da como una calma serena el puerto de esta ciudad. Se me quedaron tan grabadas que luego cuando he visto películas de Aki Kaurismäki donde salen imágenes del puerto me acuerdo del día que fuimos a Suomenlinna. Una vez que llegas a la fortaleza parece que hemos cambiado de siglo y estamos varios atrás. Nada más salir del embarcadero te encuentras una cabaña de madera que resulta que eso es el supermercado del barrio. Según avanzas vas encontrando casitas de madera de varios colores que forman la calle principal de Suomenlinna que desembocan en la Iglesia del pueblo, todo esto sin ningún tipo de asfalto, es tierra.
Si te bifurcas a mano derecha uno se encuentra con la biblioteca de Suomenlinna, un sitio que parece también de otro siglo, con una bibliotecaria con más años que Antonio Gala y Camilo José Cela juntos y todo de madera rodeado de libros, era como entrar en la biblioteca de un cuento. Está es la primera parte de la fortaleza, que es propiamente dicho el pueblo, que te podrías encontrar gente montando a caballo o tomando un café en algunas de las múltiples cafeterías o restaurantes del sitio, en la isla hay hasta un hotel. A partir de la oficina de turismo entrabas en la fortaleza, en el otro Suomenlinna. La oficina está sobre un puente y al cruzarlo entras en el laberinto de pasadizos y rocas que utilizaban los Suomis para la defensa de las islas y de Helsinki. Varios tours había por allí y la gente jugaba a esconderse.
Una vez que terminas de recorrer a los pasadizos entras en la zona más espectacular de la isla, que son los acantilados. Sobre las grandes rocas de la fortaleza ves la inmensidad del Mar Báltico y al lado conservan los cañones de defensa, así puedes imaginar las luchas que fineses y suecos se traían contra los rusos, en la parte de abajo había una pequeña playa donde unos niños, muy valientes por cierto, se estaban bañando. Nos quedamos un buen rato por allí sacando unas fotos y descansando en los banquitos que tienen puestos en los acantilados, la vista lo requería y merece la pena la excursión por allí, alguna que otra palabra en español escuchamos. Ya nos habíamos perdido, a pesar de tener un mapa, porque el terreno ya era muy irregular, así que simplemente había que buscar la salida.
Para ello llegamos a una de las salidas de la isla desde donde salían otros barcos, pero esa no nos valía a nosotros, teníamos que volver a la cabaña de madera que era el supermercado y dimos la vuelta entera a la isla, fue mejor perdernos porque así vimos las casas de la poca gente que vive allí, en Suomenlinna hay unos 850 habitantes, vivían en verdaderas casas gigantes de madera que desde luego tenían toda la tranquilidad del mundo, más incluso que en Helsinki claro, aquí no hay ni coches. Recuerdo que en medio del camino hicimos una parada en una de las cafeterías del pueblo y tomé una Coca Cola de cristal que era más de medio litro, lo recuerdo porque nunca había visto una botella de Coca Cola de cristal tan grande. La cafetería es Cafetería Chapman, otros sitios destacados para tomar algo o comer son Walhalla Gourmet o el Café Valimo que estás tomando un café enfrente de uno de los bonitos lagos de la fortaleza. Nuestra excursión finalizó por la parte oeste de la isla donde se ubican los edificios públicos del barrio que no tienen nada que destacar, si acaso el pequeño puerto que tienen y un puente blanco que es bastante bonito. A lo lejos veíamos que ya había un barco de vuelta a Helsinki, así que nos dirigimos a él y volvimos a la ciudad de nuevo, son muy puntuales con el horario de los barcos, en eso se nota que son nórdicos.
Una vez que estábamos en la Plaza del Mercado decidimos volver al Stay At Senate y echarnos nuestra n-ésima sauna, así que la reservamos, subimos un rato a la habitación, vimos los Serranos y bajamos a una de las cosas más relajantes que existen, yo de mayor quiero una casa grande pero que imprescindiblemente tenga una sauna, tanto en invierno como en verano sales con la mayor relajación que puede uno tener. Ya la manejábamos perfectamente y su mecanismo, te estabas un rato, humedecías las piedras y pasabas calor, salías, te dabas una ducha fría y otra vez para dentro. Es mano de santo.
Después quedamos con nuestros amigos para despedirnos, era nuestro penúltimo día en la ciudad y el miércoles no podíamos verlos, estaban ocupados. Así que, quedamos con Tuomas y Anna-Kaisa en el Café Engel, justo al lado del Savotta Ravintola donde habíamos comido a mediodía. Es uno de los mejores cafés de Helsinki, dejo la web por aquí Café Engel. Allí nuestros amigos estaban con más gente que nos presentaron gustosamente, había una chica que en Octubre se iba a vivir a Santiago de Chile y ya había estado viviendo en Barcelona, la mayoría se esforzaban por hablar con nosotros en español, ya no sólo en inglés, detalle que se agradece un montón. También nos preguntaron, como no, porque habíamos elegido Helsinki para ir de vacaciones. Era la pregunta estrella de todo finlandés allí. Todos los amigos de Anna y Tuomas habían vivido durante una época de su vida fuera de Finlandia, cosa que en España no es nada habitual, les encanta sobre todo la zona de Latinoamérica para irse fuera. Nos tomamos una cerveza charlando animosamente con ellos/as y la cita se acabó cuando algunos de ellos entraban al cine que hay al lado del Engel para ver una película.
Entre las cristaleras del Café Engel que veías el Senaatintori y un último paseo por Aleksanterinkatu hasta Rautatientori nos despedimos de Tuomas y Anna-Kaisa, recuerdo que le indique a Tuomas un restaurante de sushi por el centro que no conocía (el me había comentado que le gusta mucho el sushi). He de repetirme en los agradecimientos hacía ellos, me dio bastante pena despedirme de ellos, aunque por suerte no ha sido la última vez que los he visto.
Como era bastante temprano cuando se fueron nuestros amigos, (como tengan que trabajar al día siguiente pronto se repliegan, son muy cumplidores), Olga y yo nos fuimos a cenar, el sitio elegido fue uno de tantos restaurantes por el centro, el Belge Ravintola situado en Glogatan 5. La característica especial de este sitio es que la carta del menú es un tebeo de Tintín y está muy bien decorado el lugar, me tomé una cerveza belga Hoegaarden y en la primera planta donde cenamos había una terraza donde la gente salía a fumar. Está muy bien salir porque así ves desde arriba a la gente que pasea por Aleksanterinkatu, que ya no era mucha a esas horas.
Nos quedaba nuestra penúltima juerga por la ciudad y yo quería despedirme del Tavastia Klubi, así que fuimos para allá y por fin hice las paces con el sitio, porque esta vez llegamos tarde y nos dejaron pasar gratis al concierto que había y los porteros no fueron nada desagradables. Es curioso ver un concierto lleno de finlandeses porque con su sangre fría apenas se mueven, eso sí, en sus caras puedes ver la satisfacción de que están viendo algo que les gusta. Por fin estaba disfrutando del Tavastia que yo me imaginaba y eso me hizo feliz, al día siguiente iba a hacer las paces con Alvar Aalto y el diseño finés, fue una media hora de concierto muy instructivo. Después del Tavastia nos acercamos al Dubrovnik a tomar algo porque ya era un poco tarde y no quedaban muchas cosas abiertas. Allí recuerdo que un finés se puso hablar con nosotros, estaba solo y nos preguntó que que hacíamos en una ciudad que tiene tan pocas cosas como Helsinki, luego vino un amigo suyo que nos lo presentó, resulta que el amiguete era informático, experto en tecnologías Microsoft y se iba a China a trabajar. Es cuanto menos curioso que todo finés que se precie, como antes dije, en alguna época de su vida vive fuera del país.
Tras nuestra copa y la conversación con nuestro nuevo amigo finlandés sobre Helsinki, Kaurismäki, la sauna y su amigo nos fuimos dando un paseo por el puerto, era una noche muy tranquila y todo estaba recogido. Con algo de pena nos íbamos al apartamento, la excursión estaba terminando pero aún quedaba un día más por la ciudad, no vi la luna ese día y en el Katajanokan Puisto sí se escuchaban las gaviotas del puerto, apenas pasaba algún coche.
Comida en el Savotta Ravintola.
Terraza del Savotta Ravintola.
Tranvía Koff al lado de Havis Amanda, un tranvía bar que sirve cerveza en su interior.
Vistas de Helsinki desde el barco a Suomenlinna.
Casas en Suomenlinna.
Entrando a la fortaleza.
La única playa que encontramos.
Acantilados de Suomenlinna.
Los cañones de defensa de Suomenlinna en los acantilados.
Transbordador de vuelta a Helsinki.
Sauna del Stay At Senate.
Café Engel.
Restaurante Belge.
Tavastia Klubi.
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