El lunes 10 de Agosto iba a ser un día muy largo en nuestro viaje porque nos íbamos de excursión a otro país, en concreto a Estonia, a su capital Tallin. En los viajes de verano ya se ha convertido una tradición visitar un país e ir a uno cercano como ya lo hicimos en Viena y Bratislava o como al año siguiente lo haríamos a Copenhague y Malmö. Para llegar a Tallin iríamos en un estupendo crucero que lo organizaba la compañía Tallink Silja Line. Como ya había comentado en el anterior post menos mal que el día antes fuimos a preguntar desde que terminal salía el crucero porque andábamos totalmente equivocados con nuestra salida. De hecho tuvimos que coger el tranvía hasta la estación central de tren Rautatientori no sin antes tener algún imprevisto y luego coger un autobús para llegar a la terminal.
El crucero salía a las 10:30 am de la mañana pero había que estar una hora antes allí para el embarque, el sitio estaba lejísimos y tuvimos que madrugar a las 7:30 am para poder llegar con tiempo. La terminal era un espectáculo en cuanto a los personajes que uno se encontraba, en su mayoría rusos que estaban ya bebiendo cerveza a esas horas, pero no botellines como harían en España, sino cervezas de un litro y de un par de tragos, al lado sus hijas pequeñas que todas parecen tenistas rusas en potencia, que gente más extraña. Una vez hecho el embarque y ya más tranquilos nos dedicamos a ver el barco. Era bastante bonito, así como de vacaciones en el mar, con sus bares, su casino, sus zonas recreativas para niños y fuera veías la tranquilidad del Mar Báltico, también había un supermercado que era duty free y pensamos que a la vuelta nos pasaríamos por allí. Antes de pisar tierras estonias nos dimos cuenta que todavía no manejaban mucho el euro, teniendo su moneda propia que es la corona estonia y que su idioma no es el ruso, es el estonio, un idioma parecido al finés. Como podéis leer no llevábamos mucho preparado para ir a ver esta ciudad y en la oficina de turismo del barco cogimos un mapa de la ciudad para luego poder movernos por allí.
En el mascarón había una enorme cristalera que te dejaba ver el mar estando dentro del barco, al lado tenían un gran bar y muchos asientos para sentarte enfrente de la cristalera. Ahí es donde terminó mi excursión por el barco porque me pillé un café típico estonio que se llama Vana Tallinn que eso es un pelotazo de alcohol que con el cansancio que llevaba encima me dejó KO hasta que llegamos a tierra, menudo sueñecito me eché en el barco, os dejo aquí un enlace sobre la bebida en cuestión Vana Tallinn. Y ya tras dos horas de navegación y esperar otro rato pues desembarcamos en nuestra primera república independiente soviética que visitábamos. Yo esperaba algo parecido a Bratislava con Eslovaquia y no iba a desentonar mucho.
La primera impresión que te deja Tallin es muy pobre porque sales del crucero y tienes que atravesar un descampado muy feo y descuidado, seguro que de noche ese sitio tiene que dar hasta miedo. Una vez que cruzas ese desagradable tramo ya te adentras en el bonito casco histórico antiguo de la ciudad. La primera calle del casco antiguo que pisamos fue Uus, era fácil manejarse con el mapa porque los nombres de la calle eran muy cortitos y sencillos de recordar. De momento pues andábamos por calles con empedrado medieval y poco más que destacar. Llegamos al callejón de Santa Catarina Katariina Kaik, la calle más antigua donde se ubican los más famosos artesanos de vidrio de la ciudad, en las paredes de la calle hay piedras de la antigua muralla que protegía la ciudad.
Desde Müürivahe cuando salimos de Santa Catarina llegamos a la calle principal del casco antiguo, la famosa calle Viru donde se asientan los principales comercios de la ciudad y donde al final de la calle está la Puerta de Viru Viru Väkjak que es la puerta que comunica la parte vieja de la ciudad con la parte occidental de Tallin, que es el Tallin más soviético. Por Viru encontramos varios cajeros y sacamos unas pocas coronas estonias para hacer alguna compra por allí, aunque admitían también euros, siempre es recomendable utilizar la moneda del país para cubrirse de pequeñas estafas con el cambio. Con el tiempo que nos quedaba hasta la hora de comer dimos una pequeña vuelta por lo que se llama la parte baja de la ciudad Revaal que es la zona cristiana de Tallin. Lo más interesante de esta zona es la plaza central Raekoja Plats, una bonita plaza medieval, rodeada de edificios que parecen de cuento de Hansel y Gretel, en esta misma plaza se ubica la que se dice ser la farmacia más antigua de Europa donde todo el mundo se hace fotos a la entrada y el Ayuntamiento de la ciudad. Buscamos una librería por esta zona para comprarle a la amiga de Olga, Gloria, 'El principito' en estonio y tuvimos que volver por Viru para encontrarlo.
Muy cerca de Raekoja Plats fuimos a comer a un restaurante medieval, en concreto creo que fue en Vana Turg al lado de la academia de la lengua estonia. Dos anécdotas divertidas nos pasaron en el restaurante, la primera que Olga va y pide de beber Coca Cola, con la consiguiente explicación por parte de la camarera de que estaba en un restaurante medieval y que en esa época no existe tal bebida, por eso siempre que se visitan los sitios el mejor consejo, pedir cerveza, así se prueban un montón. La segunda fue que nos encontramos a la pareja con la que comimos al lado el primer día en Helsinki en la Plaza del Mercado. Mira que es casualidad que fuésemos el mismo día a Tallin, al mismo restaurante y a la misma hora. Yo comí algo de cordero que estaba bueno, aunque tenía el cuerpo un poco revuelto y me dolía un poco la cabeza. Saludamos a nuestros amigos comensales y continuamos nuestra excursión.
La tarde la dedicamos para ir a la parte ortodoxa de Tallin que es Toompea. Hay dos maneras de subir a la parte alta de la ciudad, una por la Pierna Corta Lühike Jalg o por la Pierna Larga Pikk Jalg. Menos mal y por casualidad subimos por la parte corta que es mucho más fácil. En la parte ortodoxa estaban las altas clases de la sociedad estonia, por eso Toompea es el barrio rico del casco antiguo, en él esta el Parlamento de Estonia y el barrio se corona por la magnífica Catedral de Aleksander Nevski, es una de las mejores catedrales ortodoxas que existen en el mundo y tuvimos la suerte de poder entrar, os dejo un enlace en wikipedia Catedral de Aleksander Nevski. Es un monumento admirable de ver y solo por eso merece la pena la visita a Tallin. Tras el deslumbramiento de la catedral dimos una vuelta por Toompea, compramos almendras garrapiñadas que allí están muy buenas, nos encontramos también el mirador más bonito de la ciudad, Mirador de Paptku y fuimos por las tiendas de artesanos a ver si nos comprábamos el típico gorro-bufanda que se vende en Estonia, donde más tiendas hay es por la Pikk Jalg, que en vez de subirla, la bajamos y bien que lo agradecimos porque su pendiente es bestial, de hecho en la calle hay unos bancos que sirven para descansar, incluso bajando se hace duro por la pendiente ya que tienes que ir frenando mucho.
Tras preguntar por varias tiendas el precio del gorro-bufanda las compramos al lado de Santa Catarina en los puestecillos que tenían unas mujeres estonias. Luego veréis las fotos, que menudo calor da el invento en pleno mes de Agosto. Volvimos a Raekoja Plats a tomarnos algo en las terrazas de la plaza, ya que, estábamos cansados y a mí aún me dolía la cabeza. Ya no podíamos hacer más compras porque estaban cerrando los negocios y con esa tarde tan bonita que hacía lo mejor era relajarse y ver como pasaba la gente por la plaza. Después de nuestro descanso fuimos a ver lo que nos quedaba en la visita, la Catedral cristiana de San Olav en Revaal y terminar saliendo del casco antiguo de la ciudad. Podíamos haber ido un rato a la parte occidental de la ciudad, pero no tenía nada destacable y además no es muy recomendable.
Saliendo del casco antiguo nos encontramos varias sorpresas, la primera era ver a gente a las 6 de la tarde haciendo eses por la calle de la borrachera que llevaban, realmente tienen un problema con el alcohol en ese país, otras cosas que vimos fue lo cutres y descuidados que estaban los hostales a la entrada del casco antiguo, daba verdadero pánico. Era como la cara B de la ciudad, como muy cutre y miserable comparado con el encantador turismo y perfección que en el casco antiguo se quiere dar. Quedaban un par de horas para que saliese el barco y tanto Olga como yo no queríamos estar en esta ciudad, teníamos ya ganas de volver a Helsinki. Así que nos fuimos a la terminal del barco y dimos unas vueltas por allí antes de partir. La sensación allí no era de estar muy seguro pero tuve un último recuerdo bonito de Estonia, unos chavales estaban bebiendo en un bar que estaban montando ellos cerca del puerto mientras sonaba 'House of the rising sun' de los Animals. Embarcamos de nuevo en la Tallink dispuestos a tener un bonito viaje de vuelta a Finlandia.
Al cuarto de hora de zarpar del puerto de Tallin y como ya estábamos en aguas internacionales se abría el supermercado del barco y para allá que fuimos a realizar nuestras compras, la gente se llevaba una cantidad insultante de alcohol por su precio tan barato, había personas que llevaban carritos enteros de alcohol que yo en un año no me puedo beber tanto. Nosotros no fuimos tan exagerados y yo me pillé una botella de Vodka Finlandia y otra de Koskenkorva, Olga recuerdo que pilló una de Vana Tallinn y algo más. Con las compras hechas, disfrutamos del crucero, encontramos para tomar botes de Mirinda que los tomamos en el mirador del barco y salimos a cubierta a observar el atardecer en el Báltico, que sensación de paz y de tranquilidad da ese mar en verano a las 22:00, el sol de la medianoche obraba su milagro y todavía estaba atardeciendo. Fue un viaje de vuelta muy bonito y hasta se me estaba quitando el dolor de cabeza, ya disfrutaba de la compañía de los rusos que seguían bebiendo cervezas. La maniobra de desembarco en el puerto de Helsinki la seguí desde cubierta y fue espectacular, me encanta ver como arriba un barco de esas dimensiones en el puerto.
Una vez que pisamos Helsinki, el desfile a la salida del barco era de coña, un montón de finlandeses con sus carros de bebidas llenos iban por el puente de salida, apenas podías andar. Al salir fuimos en bus de nuevo hasta Rautatientori y allí recuerdo que esperando el tranvía en la parada había periódicos de la ciudad y cojí el Helsingin Sanomat, en él, leí en finés algo relacionado con un jugador del Espanyol, Dani Jarque, le dije a Olga, creo que le ha pasado algo a este jugador, al día siguiente me enteré que había fallecido, así que, al igual que Iniesta, yo le dedico esta entrada en el blog a este bravo jugador. Pasada la medianoche llegamos a nuestro apartamento, no sin antes pasar un último susto porque no nos abría la puerta de la habitación, con lo cansados que estábamos hubiese sido un putadón haber tenido que ir al otro hotel en busca de otras llaves. Por fin pudimos abrir y cenamos cositas que teníamos del supermercado, unas ricas empanadas de queso ricotta y cervezas Lappin Kulta. Había sido un día muy largo como he dicho al comenzar la entrada y mientras cenaba pensaba que como podía ser que estando tan cerca fuesen tan diferentes Helsinki de Tallin, eran como el día y la noche y desde luego en contra de la opinión general me quedo mucho antes con Helsinki que con Tallin. Tienen mucho que aprender las repúblicas ex soviéticas del estado de bienestar nórdico y que la riqueza sea más repartida. En España también podríamos tomar nota de eso.
Terminal de Helsinki. Rumbo a Tallin.
Katariina Kaik. Callejón de Santa Catarina.
Calle Viru.
Raekoja Plats.
Raekoja Plats. Ayuntamiento.
Restaurante medieval.
Catedral de Alexander Nevski.
Palacio Presidencial de Estonia.
Toompea.
El gorro-bufanda.
Mirador de Paptku.
Iglesia de San Olav.
En la terminal de Tallin. Barco de vuelta a Helsinki.
Atardecer en el Báltico.
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