miércoles, 2 de enero de 2013

Suite Habana. (Día 6)

El miércoles 27 de Julio amanecimos para la hora de cierre del desayuno y bajamos de nuevo al buffet donde David siempre se pedía una tortilla, a mi a esas horas me daba un poco de asquete cualquier cosa salada, pero sorprendentemente todos los días bajaba a desayunar, aunque yo comía cosas dulces. Era ya nuestro penúltimo día en la isla y hoy lo íbamos a dedicar a llamar a Míchel García, un habanero traductor que es amigo Andrés del cual soy amigo suyo en España. Además le llevábamos una botella de Jack Daniels que habíamos pillado en el duty free del aeropuerto de Barajas cortesía de Andrés. Así que subimos a la habitación para poder llamarle por teléfono, porque como ya dije en otra entrada anterior el uso de los móviles en la isla es prohibitivo por lo caro que es. Nos dijo que tardaría un rato y que lo esperásemos, Míchel tiene una niña y quiere pasar mucho tiempo con ella, un buen padre, allí la escala de valores es diferente.

En el hall del hotel lo esperamos y apareció con su coche, podríamos hacer una excursión por algunos lugares de La Habana que aún no habíamos visitado y además con una persona de esa ciudad, David y yo estamos muy agradecidos por el paseo que nos dio, vimos cosas que ningún turista va a ver en Cuba y David y Míchel congeniaron enseguida. Nuestra primera parada fue el Fuerte de los Tres Reyes Magos del Morro, un sitio bastante turístico donde a esas horas no hay casi nadie porque el lugar es conocido por la Ceremonia del Cañonazo que se realiza todos los días puntualmente a las 9:00 p.m. Una tradición para avisar que se cerraban las compuertas del puerto y que ahora se ha quedado para hacer una turistada más con cubanos vestidos con trajes del siglo XVI. Antes para llegar a esta fortaleza pasamos con el coche por una de las obras de ingeniería que los cubanos están más orgullosos de ella, que es el túnel para ir al otro lado y poder llegar al fuerte.

Tras darnos una vuelta por allí, le pedimos a Míchel si tenía en su trabajo conexión a Internet e impresora, nos quedaba un día para la vuelta y así nos podíamos sacar las tarjetas de embarque para la vuelta y escoger los asientos, yo lo había intentando hacer en el hotel pero la conexión estaba caída, resulta que el cable viene desde Venezuela por ser amiguetes de Chávez, pero hay bastante lejanía y a veces va fatal, de hecho siempre va bastante lento. Míchel nos dijo que no había problema, que íbamos hasta el hotel donde está su trabajo y lo podíamos intentar. Antes de llegar a su lugar de trabajo pasamos por la famosa Quinta Avenida de La Habana, una de las zonas más lujosas de la capital que es el barrio de Miramar, incluso más que Vedado porque en este paseo se ubican la mayoría de las embajadas y algunos complejos hoteleros de lujo. Muy recomendable ver la extraña arquitectura de la embajada rusa y algunas casas coloniales realmente bonitas, es la zona que más se sale del comunismo por la influencia de otros países, en la Quinta Avenida por ejemplo es fácil encontrar un cajero, una cosa que es tan básica para nosotros, allí era más extraordinario.

Míchel tenía su oficina en el hotel muy bonito, apartado y tranquilo. Hubo suerte y pudimos sacar las tarjetas de embarque e imprimirlas en una impresora que era gigantesca, así podíamos continuar la excursión. Nuestro anfitrión quería que viésemos algo más diferente que no sale en los tours y nos llevó hasta el barrio de Marianao, un barrio obrero, que no tiene atractivo pero que es interesante por conocer como vive un cubano de clase media en La Habana, creo recordar que Míchel nos comentó que era la zona donde vivía, pero no estoy seguro de ello. Otra sorpresa más es que nos descubrió que en La Habana hay un río, es el río Almendares, una zona de bastante vegetación donde nos encontramos a algunos críos jugando y donde había un chiringuito con bebidas, Míchel nos decía que eso antes era impensable, un cuentapropista como dicen allí ellos, buscándose la vida a orillas del río Almendares. Fueron dos sitios que no olvidaré, los vimos tranquilamente, con Míchel contándonos anécdotas y no teníamos detrás a cubano alguno ofreciéndonos sus alternativas de ocio para turistas.

Después de estar por Almendares echando alguna foto le pedimos un último favor a Míchel y es que nos llevará a algún sitio para poder comprar ron y habanos, en Cuba el ron es muy barato y de muy buena calidad, los habanos también pero no salen tan rentables como el ron, lo único es que tienes la restricción de que no puedes llevar más de 3 botellas para facturar y en habanos no puedes llevar más de 50 unidades. Primero nos dirigimos a la zona de Vedado para poder comprar, pero allí no tenían la marca de ron Santiago de Cuba que es la que nos habían recomendado, en España está marca es el equivalente al Matusalem pero este de Santiago de Cuba estaba mucho mejor. A Míchel se le ocurrió la idea de acercarnos al hotel Meliá Cohiba que está más alejado y donde suelen tener más variedad, así de paso veíamos uno de los hoteles que estuvimos pensando donde alojarnos al reservar el viaje, y menos mal que no lo hicimos porque está bastante alejado. Eso sí, variedad en su tienda en cuanto a rones había mucha más que en cualquier lugar que habíamos visitado, así que allí compramos el ron. David compró una de ron blanco incluso y recuerdo que David quiso regalarle a Míchel una botella de vino para que le regalase a su suegra porque era su cumpleaños. Los habanos decidimos que al día siguiente los compraríamos o en la fábrica de Partagás o en la tienda que nuestro hotel tenía para vender puros.

Ya era la hora de marcharse para Míchel, su mujer le estaba llamando y nos acercó al hotel, fue muy majo con nosotros y una vez más le doy las gracias por el paseo que nos dio con su coche. Antes de despedirnos nos recomendó un sitio de música rock en La Habana, enfrente del Parque John Lennon en la zona de Vedado se encuentra el Club Yellow Submarine, un homenaje a los chicos de Liverpool, fue una pena que no fuimos pero siempre en un viaje algo se te escapa. Míchel nos dejó a la hora del almuerzo en Parque Central pero teníamos un calor que estábamos asfixiados y David quería ir a la piscina, así que nos cambiamos y nos echamos un baño. Con el baño se nos hizo muy tarde y David quería ir a comer al barrio chino, yo no estaba muy convencido con la idea, ya casi que prefería esperarme a la hora de la cena y pasar la tarde tranquilamente. Pero bueno, al final salimos del hotel para dar una vuelta por el barrio chino y si se terciaba, nos sentábamos a comer algo.

A partir de esa decisión, el viaje cambió mucho y bastante para mal. Mientras íbamos andando para el barrio chino cayó una buena tormenta que nos tuvimos que resguardar para no empaparnos y como estaba cansado le dije a David que me iba para el hotel, sinceramente no me apetecía comer a las 5 de la tarde y encima con el aguacero se me habían quitado las pocas ganas que tenía de ir. David se quedó y luego se fue a dar una vuelta por el malecón porque el tiempo ya se aclaró más y yo estuve en la habitación descansando un poco tras el palizón de la mañana y luego otro rato más en la piscina a modo de despedida. Recuerdo el canal de la ESPN con la publicidad del partido que se iba a celebrar en México de Messi y sus amigos, lo anunciaron como 200 veces.

Esperé a David un buen rato en la habitación porque tardaba demasiado y al final vino a las 3 horas y pico. Extrañamente estaba muy callado y apenas decía nada pero no quise perder el ánimo y había pensado que podíamos salir a cenar y luego a pasar la última noche por La Habana, lo de cenar estaba complicado porque había comido muy tarde y yo sobre las 9:30 p.m. ya empezaba a tener hambre, pero bueno, podría yo salir a cenar cerca de Parque Central y luego ya salir por la noche los dos. Era un buen plan, mientras David descansaba pues yo busqué algún sitio para mi última cena en La Habana, me encaminé a la zona del Floridita que por ahí recordaba que había muchos restaurantes. Al salir sólo, la pesadez de los cubanos aumentó, un turista que no va acompañado es una buena pieza para ellos jejeje... Ya no sabía como quitármelos de encima y de hecho uno de ellos me vio tal agobio que me comentó porque me recomendaba ir a cenar al paladar que me decía. Resulta, por su versión, que si yo iba a cenar de su parte a ese paladar le daban una botella de aceite. Me dio un poco de pena el chaval pero no fui donde él me decía, me disculpé amablemente y le dije que estaba tan agobiado que quería yo elegir el sitio donde iba a ir a cenar. Tras esas palabras el chico me dejó en paz.

Mi elección fue el Restaurante Castillo de Farnés en calle Monserrate 401, muy céntrico y al lado del Floridita. Un sitio con bastante historia porque fue un catalán en el siglo XIX quien lo fundó pero como una fonda, ahora es un restaurante especializado en comida española, yo creo que mi inconsciente me estaba pidiendo que ya era hora de volver de nuevo a casa. El sitio no es nada espectacular y en el comedor apenas había gente, un poco más sí había en la barra del bar. Me acuerdo que luego llegó una pareja donde él era un viejo turista y ella una cubana jovencita y esa visión no me gustó nada. La comida bastante aceptable y de precio muy bien. Una vez había terminado me fui al hotel a por David y me encuentro la sorpresa de que estaba dormido, desde que había vuelto de su paseo por el malecón estaba rarísimo y desde aquí pongo que si ese día en algo le ofendí, le ofrezco mis disculpas.

No quería terminar mi última noche en Cuba viendo la TV en el hotel, así que cogí de nuevo la tarjeta para abrir la puerta de la habitación y me fui a tomar algo, tampoco me iba a ir muy lejos yo sólo pero como estábamos en Parque Central tenía múltiples alternativas, así que me fui un rato al café que está en el hotel Inglaterra enfrente de nuestro hotel, allí sentado me tomé un par de mojitos acompañado por los músicos que estaban tocando y mis cigarrillos cubanos, un rato de mucha tranquilidad, reflexión y nostalgia, el camarero al verme sólo aprovechó para ofrecerme habanos, no paran ni de noche y aunque estén de servicio. Pensé en tomarme el cóctel Tom Collins que es como el mojito pero con ginebra, pero no me convenció la idea. Un poco triste me encaminé al hotel al terminar el día y vi la Luna iluminada por la calle Neptuno, me hubiese gustado haber tenido una última noche en La Habana un poco más divertida pero hice lo que pude. Ya sólo quedaba esperar al regreso a España dando una último vuelta por La Habana.



Malecón de La Habana.



Fuerte del Morro.



Fuerte del Morro.



David y Michel Garcia en el Fuerte del Morro.



Túnel en La Habana.



Quinta Avenida.



Embajada en la Quinta Avenida.



Embajada de Rusia en la Quinta Avenida.



Barrio de Marianao.



Barrio de Marianao.



Río Almendares en La Habana.



Río Almendares en La Habana.



Río Almendares en La Habana.



Meliá Cohiba.



Entrada Barrio Chino.



Barrio Chino. Calle Zanja.



Entrada Calle Restaurantes asiáticos en Calle Zanja.



Restaurante Castillo de Farnés.



Panorámica del Castillo de Farnés.

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