Una gran atracción turística de Grecia, sobre todo en verano, son sus islas. Algunas frecuentadas por millonarios como es el caso de Mikonos y Santorini. Muchas personas “mundanas” acuden allí en busca del lujo de otros y las fiestas multitudinarias. Pero no nos engañemos: esas islas en periodo estival tienen un precio prohibitivo, más para lo que te puedes encontrar, muy similar al de otros sitios más locales como Ibiza. Ya que estábamos por Atenas decidimos ver alguna de estas ínsulas. En nuestro caso fue una isla más humilde, Syros, y Mikonos la hermana rica. Esta última tiene la ventaja de tener vuelos regulares a Madrid y es un destino genial para volver desde allí y cerrar el viaje. Lo primero que hay que saber es que desde Atenas hay mucha distancia en barco (varias horas). Lo segundo es que de nuevo, como pasa con los trenes, los ferrys son bastante cutres. Todo muy sucio, turistas mochileros que dormían encima de las mesas y super masificado. Apenas había sitio para sentarse de la gente que había. Todo muy incómodo para un trayecto tan largo. La verdad es que las islas del Mediterráneo están masificadas; con un poco más de tiempo os recomendaría visitar las del Jónico (pe. Kefalonia) más salvajes y super bonitas por lo que he visto en reportajes. En fin, reventado por el viaje, llegamos al puerto de la “capital” Ermoupoli. Una villa muy coqueta que os merece la pena visitar y probar sus restaurantes. Pero el primer día bastante teníamos con llevar al hotel, al otro lado de la isla en Galissas. Esa zona se denomina “familiar”; pero la verdad es que había de todo. Eso si, desde el puerto había que coger un taxi (son baratos) para llegar. Una vez allí, teníamos una habitación preciosa (a 4 minutos de la playa) con unos dueños encantadores y con todo limpio y ordenado. Fue increíble descansar y luego enseguida llegar a la playa, tranquila, con aguas transparentes y con un chiringuito de la vieja escuela: cerveza fría y barata y música rock. Todo perfecto para relajarse y tener un ambiente playero del bueno (aunque no me guste la playa, allí se estaba de maravilla). Además sin moverse mucho, había 3 restaurantes de comida tradicional, pollo, marisco, kebabs (griegos). Fueron momentos místicos donde solo estar vagando por la arena. Pero como no podía ser de otra manera, también hubo tiempo para la aventura. Pateamos aquella diminuta villa, donde los lugareños eran gente rural y humilde. En el pueblo, había una preciosa iglesia cristiana dedicada al Sagrado Corazón (no hay muchas en el mundo). También se pude hacer una pequeña excursión a la mística capilla de Santa Pakú, con unas bonitas vistas a la playa. Y por último cometimos la gran “cagada” de ir a la capilla de Agios Stefanos. En algún sitio se puso de moda con fotos de influencers y la realidad es que no hay indicaciones para llegar, el camino es horrible, incluso peligroso. Con 2 horas ni logramos alcanzar la dichosa capilla y se nos hizo de noche; totalmente prescindible. Tras 3 días de relax del bueno, tocaba otra dosis de ferry del malo para ir a Ibiza 2: Mikonos.
La "capital" de Syros
La playa de Galissas
La capilla de Santa Paku (no debería estar abierta pero empujamos la puerta y listo)
El sagrado corazón
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