Nuestro último día en la ciudad empezó de muy mala manera, como contaba en el anterior post habíamos quedado todos a las 11:30 en recepción porque sobre las 16:00 teníamos que coger el vuelo a Madrid y a varios nos apetecía dar una vuelta para ver algo más de Munich, hubo dos personas que a esa hora prácticamente se estaban levantando y me cogí un buen enfado porque como me temía la noche anterior les pedí por favor que fueran puntuales, siempre hay unos que esperan y otros que son esperados, así que los que estábamos abajo decidimos dejar a los que no habían cumplido su compromiso, en concreto una persona la dejamos en el hotel que luego tuvimos que dar marcha atrás en nuestro camino porque se perdió siguiéndonos. Un lamentable incidente que emborronó lo bien que nos lo estábamos pasando durante el viaje. Muy triste que entre personas adultas pasen estas cosas y demuestra lo que también decía en el anterior post sobre el caracter latino, mentiras y engaños del peruano e impuntualidad y falta de palabra aquella mañana del 28 de Septiembre.
Cogimos una vez más el metro en Ostbahnhof para encaminarnos hacía Odeonsplatz donde está Englischer Garten (Jardines ingleses), un gran parque muniqués, auténtico pulmón de la ciudad, que es una zona muy chula de Munich. Carlos nos llevó por donde pasa el canal para ver la zona donde se construyeron un caudal para hacer olas y donde los surferos van a practicar, allí estaban con su traje de neopreno unos cuantos que guardaban escrupulosamente cola para ir pasando uno tras otro, voy a colgar un vídeo que he encontrado en Youtube donde se les ve surfeando.
Surferos germánicos practicando en centro Europa sin mar
Después cogimos el tranvía hasta Tivolistrasse dentro de los jardines ingleses y ahí a mitad de camino tuvimos que dar la vuelta hacia Odeonsplatz para recoger al rezagado. Una vez que nos pusimos en marcha otra vez fuimos por fin al lugar que más deseaba ver de Munich que es la gran Pagoda China que hay, el Chinesischer Turm. Esta ciudad es un lugar de contrastes donde el fuerte caracter germánico se mezcla con su localización al sur del país (más latinos) y les gusta mucho la variedad de culturas, por eso tan pronto estás bebiendo cerveza y comiendo currywurst como ves a unos tipos haciendo surf o tienen una gran pagoda asiática en medio de un bonito parque.
La zona es muy recomendable para ser vista, la Pagoda es impresionante y había multitud de bandas de música alrededor que animaban un día soleado. También había muchos restaurantes y la gente compraba su comida para irse a dar un homenaje a los comederos, se respiraba una gran paz y el ambiente después de la multitud exagerada del Oktoberfest se agradecía. Además la mayoría de gente que estaba allí era alemana y no era el típico rollo turista que había en la explanada. Con el tiempo justo volvimos al hotel en autobús porque Carlos se manejaba estupendamente allí, ya había ido otras veces a la ciudad. Cogimos las maletas y de ahí a Ostbahnhof para tomar el tren que te lleva hasta el aeropuerto, nos despedimos de Alfonso que tenía la tarde libre para investigar más por la ciudad. Una vez sacadas las tarjetas de embarque, en las tiendas del Duty Free compré un pack de Paulaner con un barril de litro de cerveza y una de las jarras de la marca que te servían en el Oktoberfest. Hicimos nuestra última comida alemana y apuramos la última cerveza en Baviera. Pronto llegaríamos a Madrid, ya que el vuelo funcionó todo correctamente (no como en Barajas), y allí estaban esperando familiares de nuestros compañeros de viaje y Olga. Quedaron más cosas por ver como la zona Olímpica o el bonito estadio del Bayern de Munich. Habrá que volver.
Fue una experiencia interesante ir al Oktoberfest, donde los bávaros se comportaban como unos auténticos bárbaros, supongo que la similitud de ambos términos algo tendrá que ver, es una fiesta que no me gustó especialmente, me parece una reunión de hombres que se juntan a beber cervezas donde impera el machismo. En los trajes típicos como suele pasar en distintas culturas los hombres parecen unos tíos ridículos y en los de las mujeres se destacan las curvas femeninas, además allí quien sirve los pedidos eran las propias mujeres mientras los hombres se dedicaban a contemplarlas, en las fiestas típicas españolas es más o menos parecido (pensar en los trajes de sevillanas), en eso no podemos decir que nadie haya avanzado mucho. Creo que el evento se les ha desmadrado un poco con tanto turista, supongo que para la ciudad el Oktoberfest es más visto como una gran fuente de ingresos con un nuevo turismo basado en el desfase y un gran negocio para los touroperadores. Creo que ha pasado de ser una fiesta de tono familiar a una especie de rave macrobotellón donde toda la aburrida Europa se desmelena durante 15 días para olvidarse de la rigidez y de la cuadrícula que tanto abunda en el viejo continente.
Munich en el aspecto ciudad me transmitía una sensación totalmente diferente al ambiente del Oktoberfest donde la gente vive en modo tranquilo, es amable y todo el rato se me pasaba la comparación de que era una Viena en miniatura, con una vida costumbrista, relajada y decadente de Occidente, donde las emociones están contenidas. Tampoco es que pueda hablar mucho de la ciudad porque apenas estuve tiempo, no como en Viena que sí pude comprobarlo durante más días. Comparándola con Berlín la cosa se tornaba en odiosa porque nunca Munich tendrá el encanto de la capital alemana donde hay una mezcla forzosa entre Occidente y Oriente, al igual que con Viena me gusta mucho más la fealdad y el gris berlinés que una ciudad donde todo parece un cuento tipo Hansel y Gretel.
Este es el final de un año 2008 de viajes marcado claramente por el acento alemán, en la próxima entrega viajaremos a Lombardía y comprobaremos como es un aperitivo en Milán. Espero que el relato no haya sido largo y tedioso, que haya sido más bien ameno y entretenido para pasar el rato.
Odeonsplatz.
Englischer Garten.
Chinesischer Turm.
Tivolistrasse.
Flufhagen München.
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