jueves, 31 de diciembre de 2009

Danke Wien. Cuarto Día.

El Sábado 9 de Agosto seguiríamos con nuestro fin de semana pasado por agua donde en ningún momento nos fastidió la lluvia ya que eran tormentas a ratos, así que era cuestión de ir esquivando como uno podía cuando caía agua, era como un tiempo típicamente otoñal de los que ahora no los tenemos en la península. Fue salir del Arcotel y tener que tirar de nuevo para la entrada y amablemente en la recepción nos dieron un paraguas que nos vino estupendamente para ir al tranvía y volver como siempre empezábamos el día hacia Friedensbrucke. Tras sucesivos viajes en metro nos fijamos que en la parada de la U4 de Rossauer Lande había una gran caseta de madera con un escenario montado, nos enteramos que es el Summerstage que lo ponen a orillas del Danubio y donde en verano la gente va a cenar y a ver actuaciones musicales. No sabíamos si a mediodía lo abrian también para comer, la respuesta la encontramos rápido, efectivamente por el mediodía el Summerstage está cerrado, es sólo para por la noche, así teníamos que cambiar el plan que habíamos decidido en el hotel y ya era bastante tarde.

No nos causó ningún problema porque el día antes habíamos estado por Rathaus y decidimos que allí volveríamos para comer y daba igual a la hora que fueras, como ya he comentado en otras entradas, los vieneses están a todas horas engullendo, así que volvimos a Rossauer Lande para hacer transbordo en Schottenring y desde ahí en la línea violeta U2 llegar hasta Rathaus. Tuvimos mucha suerte porque justo al llegar al Rathaus Park nos cayó otra tromba de agua que me parece que hizo suspender la sesión para ese día del Festival de Cine, pero nosotros guarecidos en los toldos de las diferentes casetas de comida pudimos comernos nuestros fideos chinos con los palillos viendo llover delante de la fachada del Neues Rathaus, sino llega a ser porque me estaba mojando las piernas porque llevaba pantalones cortos, la escena tenía su gracia y allí estábamos todos riéndonos porque no queríamos mojarnos ni nosotros ni nuestra comida, fue sólo un rato breve y después de nuevo salió el sol y se quedó un día estupendo.

Como el plan se había ido al garete desde el principio ese día nos tiramos todo el rato improvisando y nos salió una excursión diferente y muy buena, en el propio Rathaus sentados en una mesa llena de agua con la guía que había comprado Olga ojeaba lo que podíamos hacer, ya que, entre el mal tiempo y lo tarde que era no teníamos ni puta idea de que hacer, le propuse a Olga que yendo hacia Karlsplatz podíamos, sino llovía, ir hacia el palacio del Belvedere que es muy famoso en Austria. Olga aceptó el plan y de nuevo cogimos el metro en la U2 hacia Karlsplatz, como se puede observar éramos ya todo unos expertos con el plano del Metro y ya ni mirábamos los carteles ni los andenes, íbamos a tiro hecho. Una vez estuvimos al lado del Karlskirche nos perdimos y no había manera de encontrarnos en el plano, al final nos reorientamos entre tanta calle en alemán y por los edificios que es una zona donde hay varios hoteles llegamos a la plaza Schwarzenbergplatz, al loro con el nombrecito. Ya había dejado de llover e incluso se asomaba el arco iris, en esa plaza hay una gran estatua gigante en memoria al soldado desconocido, me recordaba al monumento de la gran Avenida del 17 Junio berlinesa. Allí es donde coincidimos con los primeros españoles de la jornada, unos viejecetes procedentes de un autobús con un tour europeo a sus espaldas y lo que les quedaba por penar. Gran error el mío de preguntarle a uno de los viejos que si por ahí íbamos bien hacia el palacio del Belvedere porque el hombre no sabía ya ni en que ciudad estaba, no sabía si había estado en el Belvedere o en el Palacio de Sissi como decía una mujer mayor. A Olga y a mí se nos quedó la frase grabada que dijo el hombre con tanta frustación y cansancio que tenía, la frase era: "Visto un palacio, vistos todos, porque son todos iguales".

Así que enfilamos por la cuesta de Prinz Eugen Strasse para ver una de los tantos palacios de Viena que son todos iguales según los españoles de la excursión. La cuesta se nos estaba haciendo interminable y de hecho justo en la puerta de entrada al Belvedere paramos en una tienda de souvenirs y en una cafetería para sentarnos a tomar un café. Después entramos en la tienda a comprar cosas de Gustav Klimt el pintor autor de El beso. El tío de la tienda era un espectáculo, el chaval quería ligar con Olga y le decía que era la más guapa que había entrado en la tienda en todo el día, el caso es que nos hacia rebaja en todo y yo pasando del tema y viendo el poster que tenía de Lothar Matthaus que por lo visto había estado allí alguna vez. Menudo pájaro el colega.

Una vez dentro del Belvedere queríamos ver la exposición de Klimt pero ya era tarde y quedaban diez minutos para cerrar, así que también fuimos a la tienda del museo para rematar las compras que ya habíamos hecho en el otro lado, después veríamos los jardines del Belvedere que tenían un pase pero tampoco eran espectaculares, la verdad es que esperaba más del sitio porque es muy nombrado, supongo que por dentro el museo tiene que estar mejor, pero vamos, que vimos mejores jardines posteriormente en otro sitio de Viena. En los jardines, eso sí, reinaba la tranquilidad y la gente paseaba relajadamente, otros tomaban con sus camaras vistas del sitio, había hasta gente leyendo. Pero que puede pasar entonces, pues que llegué la excursión de españoles pegando voz en grito y ponerse a hacer fotos diciendo Patata gritando a pleno pulmón. Olga y yo estábamos sentados en un banco y nos moríamos de la risa, siempre tenemos que estar dando la nota por ahí, yo le decía a Olga, ves a ese del bigote, es que le pones el diario 'Marca' debajo del brazo y en vez de venir a ver un palacio parece que el tío va al fútbol. Nos quedamos callados cuando pasaron a nuestro lado que sino se ponen allí de interrogatorio de porque hemos ido a Viena y que hacíamos allí jajajajajaja...

Justo detrás del Belvedere y gracias a la guía que Olga llevaba descubrimos una de las mejores de las cervecerías de Viena, es la cervecería Salm Brau en la calle Rennweg. Ahí ya no había españoles y estaban los austriacos con los alemanes dando buena cuenta de la cena a las 18:30. La cervecería es al aire libre y ya estaba despejado y con calor el tiempo, así que pensamos en celebrar como habíamos subido la cuesta hasta el palacio y tomarnos una cerveza de las que elaboran en la misma cervecería, ya que allí sólo tenian cerveza artesanal, por eso el prestigio del sitio. Es más, mientras te estás tomando la cerveza estás al lado de las cubas donde almacenan el valioso manjar.

Cuando terminamos nuestra cervezota con las fuerzas recuperadas fuímos a dar un paseo hasta el Karntner Ring, pasamos por un montón de bonitos edificios como el Instituto Cervantes, la tienda Lego, El Floridita que es una sala de bailes latinos muy famosa allí y veías cada terraza y café por el centro que te entraban unas ganas horribles de quedarte a vivir allí, en Viena tienen un nivel muy por encima del nivel de vida medio en España. Volvimos a casa en metro desde Karlplatz para preparar la juerga del Sábado noche que es cuando más animación hay y donde los vieneses ya están todos en la calle.

El día por las horas lo llevábamos un poco trastocado pero nos dió tiempo a ir a cenar al Summerstage, la actuación musical ya había terminado pero todavía los restaurantes seguían abiertos y nos decantamos por el que luego nos dijeron que era el mejor restaurante mexicano en Viena, es el Restaurante Pancho cuya web es Restaurante Pancho, su sede principal se encuentra en Blumauergasse 1. El ambiente del Summerstage con las antorchas encendidas, la poquita luz y al fondo el Danubio era precioso. Si te callabas podías hasta oir el rio pasando y antes de servirnos la cena me fui rodeando toda la caseta del sitio que montan en verano para hacer algunas fotos. Podías estar tanto dentro como fuera, ya que algunos restaurantes estaban cubiertos y veías a las parejas o grupos de amigos brindar con sus copazos para celebrar el Sábado por la noche. Un sitio que desde luego no puedo dejar de recomendar para ir, se está estupendamente y yo creo que como fuímos a última hora pues aún más tranquilo y más bonito es el sitio. Nuestro primer copazo cayó allí después de la cena mexicana.

Lo del plan de ir al Summerstage lo teníamos pensado porque muy cerca de esta parada de Rossauer Lande está la discoteca más famosa de Viena, es la discoteca Flex que está justo en la orilla del rio Danubio, tienes que bajar unas escaleras hasta las dockas para llegar al sitio. Flex se compone de dos salas alternativas, una es la Flex Café, una especie de garito con música alternativa más tranquilita donde la gente pide sus copas y puede salir fuera porque tienen mesas de madera y te puedes tomar la copa o la pinta al lado del Danubio. La otra sala es la Flex Disco que es propiamente la discoteca. Empezamos por el Flex Café que se estaba muy bien y me gustaba mucho la música que el pincha estaba poniendo. Ahí es donde nos encontramos con nuestro tercer grupo de españoles, estos eran más jovencitos que los anteriores y eran unos chavales que estaban de interrail por toda Europa y acababan de llegar a Viena y aquí como digo yo de España, no hay término medio, o te encuentras a todos los españoles metidos en el Palacio de Sissi o están de juerga en la Flex, además que con todos los españoles que hablamos ponían cara de sorpresa porque nos tirásemos 6 días en el mismo sitio, vamos, que eran como los monólogos de Gila, venga señora, si se mea pues en el próximo país, que hay prisa.

Nos tomamos una copa con los chavales y vimos que si retornabas el embase te daban un euro por haberlo reciclado, cosa que me parece estupenda y que ya lo había visto en Berlín, así el sitio no está lleno de copas y pintas vacías porque vas recuperando algo de tu dinero. Los chavales se pasaron antes a la disco y nosotros nos quedamos a una segunda copa, total, era muy difícil emborracharte porque con esos dispensadores rácanos las copas eran muy suaves. Después ya sí que pasamos a la discoteca previo pago de 10 euros por la entrada. A mi el sitio me gustó, me recordaba en pequeño a las discotecas que fuí en Berlín y el espectáculo de luces me pareció bueno, Olga no le gustaba mucho el sitio más que nada porque con tanto lio se me mareaba la pobre, pero aguantó muy bien como una campeona y se lo agradezco porque para mi merecía la pena verlo, además se echó unas amigas españolas en el baño que en las paredes había un doble cristal y en el hueco estaba lleno de chucherías. Nos fuimos sonriendo del sitio y lo habíamos pasado muy bien, fue un día muy divertido y con el tiempo iba mejorando la excursión, tampoco nos retiramos muy tarde a dormir porque al día siguiente había que coger el barco hacia Bratislava y cogimos un taxi hasta casa, nos esperaba el primer país del Este de Europa que íbamos a visitar los dos por primera vez.

Web de la discoteca Flex



Graffiti en Rossauer, dedicado a mi compañera de viaje.



Comida en Rathaus Park.



Palacio del Belvedere.



Jardines del Belvedere.



Cervecería Salm Brau.



Cafés Vieneses en el centro.



Tienda Lego en el Karntner Ring.



Summerstage. Rossauer Lande.



Flex Café.



Los malditos dispensadores, pero eso sí, la soda era gratis.



Saliendo de la Flex. Dockas.


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1 comentario:

Unknown dijo...

Hola. La verdad es que me ha encantado el artículo. Les recomiendo que conozcan Uruguay y se hospeden en el Hotel Mantra. Saludos.