domingo, 10 de septiembre de 2017

Florencia, la exquistez


Tras el sabor agridulce que me dejo Roma (aunque ahora a la postre solo puedo verla con buenos ojos) debido principalmente a la masificación turística y al calor, le llego el turno a esa gran desconocida de la que todo el mundo habla maravillas: Florencia. Todo empezó con mejor pie que en Roma, empezando por el transporte (un tren de alta velocidad, cómodo y moderno que nos dejó en el centro en menos de 3 horas) y siguiendo con el alojamiento. En este caso acertamos de lleno con la elección: una casa histórica en la parte sur del rio a escasos 15 minuto andando de la catedral. Estábamos muy cerquita de los Jardines de Boboli, uno de nuestros primeros destinos. Estos jardines son parte de un palacio Pitti, familia rival de los todo poderosos Medicis. Se pueden emplear fácilmente 4 horas visitando aquel lugar. No recomiendo gastar mucho tiempo en sitios que no son del absoluto interese del viajero, pues serian necesarios varios meses para ver la ciudad al completo. Y sobretodo, no hacer la visita a los Jardines a las 3 de la tarde (como fue nuestro caso). El calor y el sol son brutales en verano. Avisados quedáis. Pero si que recomiendo encarecidamente venir al palacio de los Pitti. Nosotros si no hubiéramos estado alojados enfrente, seguramente lo hubiéramos obviado, lo que hubiera sido un gran error. 

Tras nuestro periplo por el Palazzo y tras beber Lambrusco bien frío, nos dirigimos hacia nuestro primer contacto con el centro histórico (esto es mucho decir, pues toda la zona antigua de la ciudad esta abarrotada de bellos monumentos) vía el puente Vecchio. El prime punto 'sobrecogedor' fue la plaza de la Signoria, con replicas de esculturas de los mas grandes (e.g. El David) e impresionantes monumentos como el del ayuntamiento. De golpe y porrazo parecía que nos habíamos trasladado a una película medieval. El lugar nos parecía familiar, sobretodo por la veces que lo habíamos visto en fotografías y cine. Allí visitamos el Palazzo Vecchio, subiendo, como no, a su popular torre. Un poco a lo 'Stendhal', tanto arte por metro cuadrado nos estaba perturbando. Pero no por la belleza precisamente (aunque todo era exquisito) sino por que tantos cuadros, muebles, esculturas, acaban aburriendo un poco. Por eso recomiendo centrarse en las partes de interés personal y dejar el resto a la 'intuición'. Es fácil agobiarse y dejarse llevar por las opiniones. Repito es imposible ver esta ciudad en profundidad en una semana. Siguiendo a nuestros 'instintos' llegamos a la plaza de Miguel Ángel. Esta maravillosa plaza diseñada por el artista, esta ubicada en una pequeña colina que la hace ideal para ir a tomar fotos o ser visitada al caer la tarde (y así evitar el golpe de calor). Yendo para casa descubrimos un pequeño monasterio llamado Monasterio de San Pietro Martire, en la via dei Serragli. Esta abierto solo algunos días de la semana, pero merece la pena ver esta humilde pieza de arte incluyendo la misa anacrónica que te transportará a una película sectaria de los años 60. En cuanto al paladar se refiere, de nuevo fallamos en la mayoría de nuestras elecciones. La primera fue la peor; un lujoso restaurante recomendado por el casero, se convirtió en un lamentable fiasco. Mucha decoración para platos minúsculos y un precio desorbitado (80 euros 2 personas, sin postre) Hay que tener mucho cuidado con esta ciudad, que si bien es espectacular, también es un lugar muy pijo y turístico. Una mezcla que puede llegar a ser peligrosa para los bolsillos. Si queréis una recomendación para comer como un señor a un precio razonable, no dejéis de ir a la segunda planta del Mercado Central (o mercado de San Lorenzo). Aunque lo descubrimos tarde, repetimos un par de veces: una extraordinaria selección de quesos, pescados, verduras, cervezas y... ¡carne la especialidad de la ciudad! Grandes chuletones para cansados turistas. Eso si, de nuevo el calor será un gran problema, pues es un espacio abierto, sin aire acondicionado y con grandes cristaleras. Pero no hay calor que una cerveza fría no pueda mitigar. 

Siguiendo con la visita, no podíamos dejar de presenciar la impresionante catedral. Por fuera increíble, aunque un poco decepcionante por dentro (claro todo es poco tras ver San Pedro). Aviso a navegantes que no quieran morirse de calor en las colas: hay un nuevo sistema para evitar esperas. Consiste en reservar por Internet o en las máquinas que hay enfrente, una entrada para la cúpula a un hora determinada. Con ello saltareis la interminable cola y accederéis inmediatamente al complejo. Sed observadores (no como yo) y tened en cuenta que la cola para entrar a la catedral es relativamente rápida, pues la capacidad es muy alta. Otra cosa es la cúpula que tiene un aforo muy reducido de menos de 100 personas. Es de obligada visita; además de la tranquilidad debido al poco aforo, la ascensión por las entrañas del monumento es de lo más emocionante. Pasadizos, empinadas escaleras y pequeñas puertas para alcanzar la obra cumbre del arte florentino: la cúpula de Brunelleschi. Esta inigualable joya arquitectónica fue diseñada por el famoso arquitecto (del cual pude conocer su obra gracias a los museos de la ciudad; un enorme genio del que no tenia mucha información previa) combina la innovación con la precisión para crear una forma única incluso en el siglo XXI. Esta decorada con motivos del juicio final pintados por Giorgio Vasari. Buen lugar para deleitarse durante varios minutos (u horas) con la historia imaginada por el artista italiano. Aunque no recomiendo pasarse de tiempo, por el bien del resto de los visitantes y porque aun hay que visitar el campanario (pequeña cola) y el museo. Una jornada que valdrá la pena dedicar al entorno de Santa María del Fiore. 
 
Para completar cualquier visita a Florencia que se precie no podíamos dejar pasar la oportunidad de visitar la iglesia con más encanto de la ciudad: La basílica de la Santa Cruz. Con una fachada de mármol blanco que nos recuerda a la catedral, el interior del monumento es mucho más sobrecogedor. De hecho el escritor francés Henri Beyle (más conocido como Stendhal) sufrió unos curiosos síntomas al entrar a la basílica que pasaron a la historia como síndrome de Stendhal. Sin llegar a esos extremos, el visitante se quedará absolutamente impresionado de la belleza del interior. Nosotros tuvimos el acierto de acceder junto a un guía voluntario que nos narró las maravillas del lugar y nos contó todo tipo de anécdotas entre las que destacó los daños sufridos por el edificio a raíz de las tremendas inundaciones de 1966. Entre los puntos más curiosos de la Santa Cruz hay que destacar que la flor y nata del arte y la ciencia Italiana están enterrados allí: Dante, Maquiavelo, Gaileo, Miguel Ángel... Mis mausoleos preferidos fueron la dulce escultura dedicada al maestro Rossini y la dedicada al genio científico inventor de la radio: Marconi. Otro lugar para olvidar el tiempo y deleitarse con las historias que se encierran entre sus muros. Y con tanto deleite, la hora de partir se acercaba y nos quedaba por ver el histórico museo llamado Galeria Uffizi. En sus salas construidas por los amos y señores de la ciudad, los Medicis, se pueden admirar obras de Leonardo, Goya, Rembrandt, Rubens, Botticelli, Caravaggio... un lugar para gastar horas y horas. Tiempo que no teníamos, más contando con las infinitas colas que se producen a la entrada. Nuestra opción fue simple y arriesgada: acceder una hora antes del cierre. Esto nos aseguró un acceso rápido pero nos previó de ver el lugar en detalle. Aunque pudimos presenciar la galería de Botticelli, donde emociona sobre manera el 'Nacimiento de Venus'. Antes del cierre tuvimos oportunidad de deleitarnos con algunas obras de Leonardo y Caravaggio. Imprescindible lugar que también merece una jornada como mínimo. Llegando al final de nuestra visita a una de la ciudades más bellas que he visitado, solo nos quedaba una excursión rápida por la Toscana, incluyendo: Pisa, Siena y San Gimignano.

La 'bienvenida' en el apartamento

 La réplica del David

Plaza de la Signoria

Maqueta del Palacio Vecchio dentro del propio palacio

Vistas desde la torre del palacio. Florencia en estado puro.

La plaza de noche

La torre de la catedral

Detalle de un mueble en el palacio

Pura Florencia

En los Jardines Boboli 
El famoso Braccio di Bartolo y su huevada en la tortuga





Obras de arte en la Galeria Uffizi


En el mercado quitandonos el hambre





Aventuras dentro de la catedral. Subiendo a la cupula de Brunelleschi










En la catedral y en el museo aledaño. Arriba porrero de la época.

La tumba de Miguel Ángel

Un escaparate muy perturbador en frente de casa.

De botellón en el rio


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