Tras el sabor agridulce que me dejo
Roma (aunque ahora a la postre solo puedo verla con buenos ojos)
debido principalmente a la masificación turística y al calor, le
llego el turno a esa gran desconocida de la que todo el mundo habla
maravillas: Florencia. Todo empezó con mejor pie que en Roma,
empezando por el transporte (un tren de alta velocidad, cómodo y
moderno que nos dejó en el centro en menos de 3 horas) y siguiendo
con el alojamiento. En este caso acertamos de lleno con la elección:
una casa histórica en la parte sur del rio a escasos 15 minuto
andando de la catedral. Estábamos muy cerquita de los Jardines de
Boboli, uno de nuestros primeros destinos. Estos jardines son parte
de un palacio Pitti, familia rival de los todo poderosos Medicis. Se
pueden emplear fácilmente 4 horas visitando aquel lugar. No
recomiendo gastar mucho tiempo en sitios que no son del absoluto
interese del viajero, pues serian necesarios varios meses para ver la
ciudad al completo. Y sobretodo, no hacer la visita a los Jardines a
las 3 de la tarde (como fue nuestro caso). El calor y el sol son
brutales en verano. Avisados quedáis. Pero si que recomiendo
encarecidamente venir al palacio de los Pitti. Nosotros si no
hubiéramos estado alojados enfrente, seguramente lo hubiéramos
obviado, lo que hubiera sido un gran error.
Tras nuestro periplo por
el Palazzo y tras beber Lambrusco bien frío, nos dirigimos hacia
nuestro primer contacto con el centro histórico (esto es mucho
decir, pues toda la zona antigua de la ciudad esta abarrotada de
bellos monumentos) vía el puente Vecchio. El prime punto
'sobrecogedor' fue la plaza de la Signoria, con replicas de
esculturas de los mas grandes (e.g. El David) e impresionantes
monumentos como el del ayuntamiento. De golpe y porrazo parecía que
nos habíamos trasladado a una película medieval. El lugar nos
parecía familiar, sobretodo por la veces que lo habíamos visto en
fotografías y cine. Allí visitamos el Palazzo Vecchio, subiendo,
como no, a su popular torre. Un poco a lo 'Stendhal', tanto arte por
metro cuadrado nos estaba perturbando. Pero no por la belleza
precisamente (aunque todo era exquisito) sino por que tantos cuadros,
muebles, esculturas, acaban aburriendo un poco. Por eso recomiendo
centrarse en las partes de interés personal y dejar el resto a la
'intuición'. Es fácil agobiarse y dejarse llevar por las opiniones.
Repito es imposible ver esta ciudad en profundidad en una semana.
Siguiendo a nuestros 'instintos' llegamos a la plaza de Miguel Ángel.
Esta maravillosa plaza diseñada por el artista, esta ubicada en una
pequeña colina que la hace ideal para ir a tomar fotos o ser
visitada al caer la tarde (y así evitar el golpe de calor). Yendo
para casa descubrimos un pequeño monasterio llamado Monasterio de
San Pietro Martire, en la via dei Serragli. Esta abierto solo
algunos días de la semana, pero merece la pena ver esta humilde
pieza de arte incluyendo la misa anacrónica que te transportará a
una película sectaria de los años 60. En cuanto al paladar se
refiere, de nuevo fallamos en la mayoría de nuestras elecciones. La
primera fue la peor; un lujoso restaurante recomendado por el casero,
se convirtió en un lamentable fiasco. Mucha decoración para platos
minúsculos y un precio desorbitado (80 euros 2 personas, sin postre)
Hay que tener mucho cuidado con esta ciudad, que si bien es
espectacular, también es un lugar muy pijo y turístico. Una mezcla
que puede llegar a ser peligrosa para los bolsillos. Si queréis una
recomendación para comer como un señor a un precio razonable, no
dejéis de ir a la segunda planta del Mercado Central (o mercado de
San Lorenzo). Aunque lo descubrimos tarde, repetimos un par de veces:
una extraordinaria selección de quesos, pescados, verduras, cervezas
y... ¡carne la especialidad de la ciudad! Grandes chuletones para
cansados turistas. Eso si, de nuevo el calor será un gran problema,
pues es un espacio abierto, sin aire acondicionado y con grandes
cristaleras. Pero no hay calor que una cerveza fría no pueda
mitigar.
Siguiendo con la visita, no podíamos dejar de presenciar la
impresionante catedral. Por fuera increíble, aunque un poco
decepcionante por dentro (claro todo es poco tras ver San Pedro).
Aviso a navegantes que no quieran morirse de calor en las colas: hay
un nuevo sistema para evitar esperas. Consiste en reservar por
Internet o en las máquinas que hay enfrente, una entrada para la
cúpula a un hora determinada. Con ello saltareis la interminable
cola y accederéis inmediatamente al complejo. Sed observadores (no
como yo) y tened en cuenta que la cola para entrar a la catedral es
relativamente rápida, pues la capacidad es muy alta. Otra cosa es la
cúpula que tiene un aforo muy reducido de menos de 100 personas. Es
de obligada visita; además de la tranquilidad debido al poco aforo,
la ascensión por las entrañas del monumento es de lo más
emocionante. Pasadizos, empinadas escaleras y pequeñas puertas para
alcanzar la obra cumbre del arte florentino: la cúpula de
Brunelleschi. Esta inigualable joya arquitectónica fue diseñada por
el famoso arquitecto (del cual pude conocer su obra gracias a los
museos de la ciudad; un enorme genio del que no tenia mucha
información previa) combina la innovación con la precisión para
crear una forma única incluso en el siglo XXI. Esta decorada con
motivos del juicio final pintados por Giorgio Vasari. Buen lugar para
deleitarse durante varios minutos (u horas) con la historia imaginada
por el artista italiano. Aunque no recomiendo pasarse de tiempo, por
el bien del resto de los visitantes y porque aun hay que visitar el
campanario (pequeña cola) y el museo. Una jornada que valdrá la
pena dedicar al entorno de Santa María del Fiore.
Para completar cualquier visita a
Florencia que se precie no podíamos dejar pasar la oportunidad de
visitar la iglesia con más encanto de la ciudad: La basílica de la
Santa Cruz. Con una fachada de mármol blanco que nos recuerda a la
catedral, el interior del monumento es mucho más sobrecogedor. De
hecho el escritor francés Henri Beyle (más conocido como Stendhal)
sufrió unos curiosos síntomas al entrar a la basílica que pasaron
a la historia como síndrome de Stendhal. Sin llegar a esos extremos,
el visitante se quedará absolutamente impresionado de la belleza del
interior. Nosotros tuvimos el acierto de acceder junto a un guía
voluntario que nos narró las maravillas del lugar y nos contó todo
tipo de anécdotas entre las que destacó los daños sufridos por el
edificio a raíz de las tremendas inundaciones de 1966. Entre los
puntos más curiosos de la Santa Cruz hay que destacar que la flor y
nata del arte y la ciencia Italiana están enterrados allí: Dante,
Maquiavelo, Gaileo, Miguel Ángel... Mis mausoleos preferidos fueron
la dulce escultura dedicada al maestro Rossini y la dedicada al genio
científico inventor de la radio: Marconi. Otro lugar para olvidar el
tiempo y deleitarse con las historias que se encierran entre sus
muros. Y con tanto deleite, la hora de partir se acercaba y nos
quedaba por ver el histórico museo llamado Galeria Uffizi. En sus
salas construidas por los amos y señores de la ciudad, los Medicis,
se pueden admirar obras de Leonardo, Goya, Rembrandt, Rubens,
Botticelli, Caravaggio... un lugar para gastar horas y horas. Tiempo
que no teníamos, más contando con las infinitas colas que se
producen a la entrada. Nuestra opción fue simple y arriesgada:
acceder una hora antes del cierre. Esto nos aseguró un acceso rápido
pero nos previó de ver el lugar en detalle. Aunque pudimos
presenciar la galería de Botticelli, donde emociona sobre manera el
'Nacimiento de Venus'. Antes del cierre tuvimos oportunidad de
deleitarnos con algunas obras de Leonardo y Caravaggio.
Imprescindible lugar que también merece una jornada como mínimo.
Llegando al final de nuestra visita a una de la ciudades más bellas
que he visitado, solo nos quedaba una excursión rápida por la
Toscana, incluyendo: Pisa, Siena y San Gimignano.
La 'bienvenida' en el apartamento
La réplica del David
Plaza de la Signoria
Maqueta del Palacio Vecchio dentro del propio palacio
Vistas desde la torre del palacio. Florencia en estado puro.
La plaza de noche
La torre de la catedral
Detalle de un mueble en el palacio
Pura Florencia
En los Jardines Boboli
El famoso Braccio di Bartolo y su huevada en la tortuga
Obras de arte en la Galeria Uffizi
En el mercado quitandonos el hambre
Aventuras dentro de la catedral. Subiendo a la cupula de Brunelleschi
En la catedral y en el museo aledaño. Arriba porrero de la época.
La tumba de Miguel Ángel
Un escaparate muy perturbador en frente de casa.
De botellón en el rio
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