De nuevo en el eficiente tren rápido,
nos pusimos rumbo a la famosa capital de Veneto. Este icónico lugar,
protagonista de infinidad de películas y libros, resultaba un tanto
desconocida para mi. Supongo que no soy el único que no la conoce en
profundidad, por lo que recomiendo una rápida investigación previa
antes de reservar el alojamiento. Vereis una gran diferencia de
precios para visitar este caro, elitista y popular destino. Si vais
pocos días y teneis un presupuesto aceptable, no os vayais a la
parte de la península, por muy bien que os vendan el tema del
transporte. Es cierto que hay un puente que comunica la peninsula
itálica con lo que es Venecia en si. Pero al final se pierde mucho
tiempo en el transporte y además, es una delicia vivir por unos días
en la isla veneciana. Venecia es la más famosa de las islas, aunque
es altamente recomendable acercarse por los asentamientos aledaños
como Murano, el cementerio de San Michele y Burano. Hay muchas
excursiones organizadas, aunque lo mejor es cogerse un ferry y
dejarse llevar por los sentimientos. Esos 3 destinos fueron nuestra
elección y acabamos muy satisfechos con la decisión. La isla que
más nos impactó fue la 'desconocida' Burano; si la 'hermana
pequeña' de Venecia es Murano, con el archiconocido cristal,
Burano es la gran desconocida y por eso guarda un encanto sin igual.
Parece ser que lo tradicional son los bordados, pero lejos de ser el
típico sitio que reclama turistas, el islote esconde una porción de
tradición local dificil de encontrar en la sobre-explotada Venecia.
Sus calles, sus orillas de pescadores, sus mujeres bordando, el
acento ininteligible... parace que hayamos saltado a otro lugar, a
otro país alejado en el espacio y en el tiempo. Un buen lugar para
sacar el espíritu viajero y mezclarse con los Buraneses que aún
pareciendo más distantes que el italiano medio, siguen siendo
cálidos y amables. No dejéis de probar el pescado y el vino. Tras
pasear por las diminutas calles y visitar otro campanario inclinado
(bastante sorprendente la verdad) el de la iglesia de San Martino
Vescovo, hicimos una parada técnica en uno de los cementerios más
bellos que he visitado, el de San Michele. Este cementerio flotante
(literalmente), esconde entre sus muros uno de los camposantos con
más encanto del mundo. Estatuas renacentistas, grandes jardínenes y
mausoleos cautivadores se esconden dentro del recinto. Un lugar donde
tienen la suerte de descansar para siempre genios de la talla de Igor
Stravinsky. Sin perturbar el reposo de los difuntos y tomando las
obligadas fotografías (en principio esta prohibido, pero no hay
nadie comprobando estas cosas; lo considero absurdo, porque Venecia y
sus islas son una atracción turística y las instantaneas no suponen
ningún tipo de falta de respeto) paseamos bajo el ardiente solo por
la llamada 'Isla de los Muertos'.
El destino final de nuestra
excursión por la laguna veneciana no llevo al lugar más conocido
(tras la capital): Murano. La ciudad del cristal, no alberga ningún
encanto escondido, siempre y cuando uno no sea un gran fan del arte
del vidrio. En este caso se podrá disfrutar de auntenticas
maravillas en algunos sitios especializados a precios prohibitivos.
Si se quiere algo más asequible, recomiendo visitar las tiendas
locales en los callejones y asegurarse que las obras están
homologadas en Murano; es fácil llevarse cristal 'Made in China'
cuando el presupuesto son 10 euros. La actividad más común aquí es
visitar tiendas y galerias; tambien recomiendo ir a la iglesia de San
Pietro Martire y disfrutar de la impresionante escultura de Simone
Cenedese, el cometa azul, una increible recreación de un cometa
hecha completamente de cristal y colocada en la plaza en 2007 para el
disfrute de locales y visitantes. Buen colofón antes de volver a la
misteriosa isla la la pasión.
Siempre pensé en visitar Venecia como
la visité, pero honestamente nunca creí que lo conseguiría. Estar
viviendo un sueño en la ciudad más misteriosa que existe. Nos
alojamos en una casa centenaria en el norte de la isla. Desde un
precioso balcón se tenían vistas al canal. La anfitriona se había
preocupado de amenizar la estancia con prosseco frío y música de
Rossini. Todo un lujo que alimentaba aquella fantasía hecha
realidad. En el barrio de Cannaregio es posible perderse sin chocar
con la muchedumbre alienada por el consumismo y el turisteo más
dominguero. Perderse entre pequeñas callejuelas de piedra y agua.
Por el día, combatiendo el sofocante calor dentro de las iglesias
como la de la misericordia que flanquea uno de los canales centrales
de la ciudad. Por la noche caminando sin destino, disfrutando del
ambiente juvenil de la Fondamenta de la Misericordia, donde puedes
hacer un alto en el camino para tomar un Aperol en la calle al lado
del canal, disfrutando de la magia inherente de la noche Veneciana,
entre barcas, agua y fiesta con las estrellas como testigo. Unas
estrellas que nos guiaron por la Fondamenta hasta el mar, tras pasar
por puentes remotos, rincones gobernados por el moho, casas con
sombras sinuosas y barcos dormidos que nos recordaban una y otra vez,
que flotábamos en mitad de un lugar que esta a punto de hundirse.
Para culminar una legendaria noche venciana, cenar en Il Paradiso
Perduto - Fondamenta Misericordia, 2540. Un lugar donde un platazo de
“Fruitti di Mare” repleto de marisco, te puede salir por menos de
20 euros. De verdad, espectacular, el mejor restaurante del periplo.
Y como no podía ser de otra forma, un
poquito de turismo “tradicional” es obligado en este lugar
emblemático. La plaza de San Marco tiene unas fotos increibles;
recomiendo tomar algo fresco en sus bares. Aunque caro, es una bonita
estampa. Lo que ya no podía aguantar eran más colas e iglesias, así
que obviamos entrar a la catedral. Si que subimos al mítico
campanario para presenciar desde otra perspectiva la bonita imagen de
la ciudad flotante. Para culminar el “postureo” un pequeño deseo
que tenía desde joven: cantar “Oh sole mio” en una Gondola. Este
es un capricho caro, pues una vuelta de 20 minutos son 200 euros.
Aunque no hay ningún problema en hablar con gente que quiere hacerse
la típica foto y compartir embarcación. En nuestro caso, unas
chicas asiáticas nos ayudaron en la empresa y saliendo desde la
plaza de San Marco el gondolero (que no quiso acompañarme en mi
tonadilla, el muy cabrón) nos llevo por el gran canal, pasando por
el puente de los suspiros y saliendo al mar abierto unos minutos.
Recomendable y cara experiencia que hay que hacer una vez en la vida.
Y que más visitar... pues el puente de Rialto es otro lugar clave,
absolutamente repleto de gente. Un poco de tiendas para quemar el
bolsillo y un beso a mi querida mujercita para celebrar la suerte de
poder haber visto semejante maravilla. Esto se acababa y había sido
un gran viaje. Pero aún quedaba el postre, la solemne y caprichosa
Verona.
La lujosa y elegante casa de nuestra casera, una rica traductora.
La calle al salir de casa
La iglesia de San Martino
Vescovo
Como no, recordando la biennale
Gondolas por todo el cemtro
La famosa torre de la plaza de San Marco
Vistas de la plaza y la catedral
El aparcamiento de las gondolas
Increibles vistas desde lo alto de la torre
La torre gobernando la plaza
En nuestra gondola con el gondolero que no quiso cantar.
Un pequeño plato individual en el Paraiso Perdido
Desde el balcon de casa
El curioso y exquisito cementerio de San Michele
Burano, su cocina, sus calles y su ötra" torre inclinada
Gondoleros
El Che Manchego en la terraza de casa
Disfrutando un Aperol
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