lunes, 18 de septiembre de 2017

Venecia. Fuego en el agua.


De nuevo en el eficiente tren rápido, nos pusimos rumbo a la famosa capital de Veneto. Este icónico lugar, protagonista de infinidad de películas y libros, resultaba un tanto desconocida para mi. Supongo que no soy el único que no la conoce en profundidad, por lo que recomiendo una rápida investigación previa antes de reservar el alojamiento. Vereis una gran diferencia de precios para visitar este caro, elitista y popular destino. Si vais pocos días y teneis un presupuesto aceptable, no os vayais a la parte de la península, por muy bien que os vendan el tema del transporte. Es cierto que hay un puente que comunica la peninsula itálica con lo que es Venecia en si. Pero al final se pierde mucho tiempo en el transporte y además, es una delicia vivir por unos días en la isla veneciana. Venecia es la más famosa de las islas, aunque es altamente recomendable acercarse por los asentamientos aledaños como Murano, el cementerio de San Michele y Burano. Hay muchas excursiones organizadas, aunque lo mejor es cogerse un ferry y dejarse llevar por los sentimientos. Esos 3 destinos fueron nuestra elección y acabamos muy satisfechos con la decisión. La isla que más nos impactó fue la 'desconocida' Burano; si la 'hermana pequeña' de Venecia es Murano, con el archiconocido cristal, Burano es la gran desconocida y por eso guarda un encanto sin igual. Parece ser que lo tradicional son los bordados, pero lejos de ser el típico sitio que reclama turistas, el islote esconde una porción de tradición local dificil de encontrar en la sobre-explotada Venecia. Sus calles, sus orillas de pescadores, sus mujeres bordando, el acento ininteligible... parace que hayamos saltado a otro lugar, a otro país alejado en el espacio y en el tiempo. Un buen lugar para sacar el espíritu viajero y mezclarse con los Buraneses que aún pareciendo más distantes que el italiano medio, siguen siendo cálidos y amables. No dejéis de probar el pescado y el vino. Tras pasear por las diminutas calles y visitar otro campanario inclinado (bastante sorprendente la verdad) el de la iglesia de San Martino Vescovo, hicimos una parada técnica en uno de los cementerios más bellos que he visitado, el de San Michele. Este cementerio flotante (literalmente), esconde entre sus muros uno de los camposantos con más encanto del mundo. Estatuas renacentistas, grandes jardínenes y mausoleos cautivadores se esconden dentro del recinto. Un lugar donde tienen la suerte de descansar para siempre genios de la talla de Igor Stravinsky. Sin perturbar el reposo de los difuntos y tomando las obligadas fotografías (en principio esta prohibido, pero no hay nadie comprobando estas cosas; lo considero absurdo, porque Venecia y sus islas son una atracción turística y las instantaneas no suponen ningún tipo de falta de respeto) paseamos bajo el ardiente solo por la llamada 'Isla de los Muertos'. 

El destino final de nuestra excursión por la laguna veneciana no llevo al lugar más conocido (tras la capital): Murano. La ciudad del cristal, no alberga ningún encanto escondido, siempre y cuando uno no sea un gran fan del arte del vidrio. En este caso se podrá disfrutar de auntenticas maravillas en algunos sitios especializados a precios prohibitivos. Si se quiere algo más asequible, recomiendo visitar las tiendas locales en los callejones y asegurarse que las obras están homologadas en Murano; es fácil llevarse cristal 'Made in China' cuando el presupuesto son 10 euros. La actividad más común aquí es visitar tiendas y galerias; tambien recomiendo ir a la iglesia de San Pietro Martire y disfrutar de la impresionante escultura de Simone Cenedese, el cometa azul, una increible recreación de un cometa hecha completamente de cristal y colocada en la plaza en 2007 para el disfrute de locales y visitantes. Buen colofón antes de volver a la misteriosa isla la la pasión.

Siempre pensé en visitar Venecia como la visité, pero honestamente nunca creí que lo conseguiría. Estar viviendo un sueño en la ciudad más misteriosa que existe. Nos alojamos en una casa centenaria en el norte de la isla. Desde un precioso balcón se tenían vistas al canal. La anfitriona se había preocupado de amenizar la estancia con prosseco frío y música de Rossini. Todo un lujo que alimentaba aquella fantasía hecha realidad. En el barrio de Cannaregio es posible perderse sin chocar con la muchedumbre alienada por el consumismo y el turisteo más dominguero. Perderse entre pequeñas callejuelas de piedra y agua. Por el día, combatiendo el sofocante calor dentro de las iglesias como la de la misericordia que flanquea uno de los canales centrales de la ciudad. Por la noche caminando sin destino, disfrutando del ambiente juvenil de la Fondamenta de la Misericordia, donde puedes hacer un alto en el camino para tomar un Aperol en la calle al lado del canal, disfrutando de la magia inherente de la noche Veneciana, entre barcas, agua y fiesta con las estrellas como testigo. Unas estrellas que nos guiaron por la Fondamenta hasta el mar, tras pasar por puentes remotos, rincones gobernados por el moho, casas con sombras sinuosas y barcos dormidos que nos recordaban una y otra vez, que flotábamos en mitad de un lugar que esta a punto de hundirse. Para culminar una legendaria noche venciana, cenar en Il Paradiso Perduto - Fondamenta Misericordia, 2540. Un lugar donde un platazo de “Fruitti di Mare” repleto de marisco, te puede salir por menos de 20 euros. De verdad, espectacular, el mejor restaurante del periplo. 

Y como no podía ser de otra forma, un poquito de turismo “tradicional” es obligado en este lugar emblemático. La plaza de San Marco tiene unas fotos increibles; recomiendo tomar algo fresco en sus bares. Aunque caro, es una bonita estampa. Lo que ya no podía aguantar eran más colas e iglesias, así que obviamos entrar a la catedral. Si que subimos al mítico campanario para presenciar desde otra perspectiva la bonita imagen de la ciudad flotante. Para culminar el “postureo” un pequeño deseo que tenía desde joven: cantar “Oh sole mio” en una Gondola. Este es un capricho caro, pues una vuelta de 20 minutos son 200 euros. Aunque no hay ningún problema en hablar con gente que quiere hacerse la típica foto y compartir embarcación. En nuestro caso, unas chicas asiáticas nos ayudaron en la empresa y saliendo desde la plaza de San Marco el gondolero (que no quiso acompañarme en mi tonadilla, el muy cabrón) nos llevo por el gran canal, pasando por el puente de los suspiros y saliendo al mar abierto unos minutos. Recomendable y cara experiencia que hay que hacer una vez en la vida. Y que más visitar... pues el puente de Rialto es otro lugar clave, absolutamente repleto de gente. Un poco de tiendas para quemar el bolsillo y un beso a mi querida mujercita para celebrar la suerte de poder haber visto semejante maravilla. Esto se acababa y había sido un gran viaje. Pero aún quedaba el postre, la solemne y caprichosa Verona.



La lujosa y elegante casa de nuestra casera, una rica traductora.



 La calle al salir de casa
La iglesia de San Martino Vescovo

Como no, recordando la biennale

 Gondolas por todo el cemtro


La famosa torre de la plaza de San Marco





Vistas de la plaza y la catedral


El aparcamiento de las gondolas







Increibles vistas desde lo alto de la torre
La torre gobernando la plaza







En nuestra gondola con el gondolero que no quiso cantar.

Un pequeño plato individual en  el Paraiso Perdido

 Desde el balcon de casa




El curioso y exquisito cementerio de San Michele



Burano, su cocina, sus calles y su ötra" torre inclinada

Gondoleros

El Che Manchego en la terraza de casa

 Disfrutando un Aperol



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