domingo, 10 de septiembre de 2017

Ciao Italia! La dulce Roma.


Tras muchas horas de debate, discusiones y opiniones de todo tipo, decidimos que el mejor sitio para disfrutar la luna de miel no serían islas paradisíacas de nombres impronunciables. Tampoco ciudades a días de distancia de la península. La solución no estaba tan lejos; un país, una cultura que nos es familiar y de la que hemos mamado gran parte de nuestras tradiciones más ancestrales. Los latinos de la mano del imperio romano nos invadieron durante 7 siglos y nos dieron muchas cosas, entre ellas, el idioma. Así que como buenos viajeros, aceptamos el reto de visitar un lugar con tanta historia y nos embarcamos en la aventura de viajar a lo largo de Italia durante 10 inolvidables días. Nuestra opción para conseguir este ambicioso reto, fue partir de Roma y llegar hasta Verona, pasando por Bolonia, la Toscana (Siena, Pisa y San Gimignano), Florencia y por supuesto, Venecia. Un catálogo apasionante que cumplió con creces todas nuestras expectativas. 

Como decía empezamos nuestra andadura en Roma. Lo primero que preparamos fue el alojamiento; teniamos ganas de probar el sistema AirBnB, que consiste en que la gente alquila apartamentos de buena calidad (rozando el lujo en algunos casos) por un precio más asequible. Hay que remarcar que la ciudad eterna es una de las más visitadas del mundo y encontrar hotel no es tarea fácil, siempre y cuando no quieras quemar tus ahorros en establecimientos ciertamente sobrevalorados. Con esa premisa, decidimos usar el citado portal web para encontrar algo acorde con la situación (era nuestras luna de miel por dios). Roma es una ciudad muy grande y si se visita por poco tiempo hay que tener en cuenta las distancias, sobretodo contando con que el servicio público de transporte es muy malo e incomodo. El piso que encontramos era maravilloso, limpio, grande y renovado. Los dueños un encanto; charlaron con nosotros en ingleś y español y nos hicieron un pequeño regalo por la boda. La despensa estaba lista para nosotros y el aire acondicionado nos salvo literalmente la vida en aquel Junio extremadamente caluroso. La única pega fue la localización; pensando que la estación principal era Roma Triburtina, elegimos esa zona como punto de descanso. Eso fue un error, pues la estación principal es Roma Termini que es la que mejor esta comunicada con el centro y el aeropuerto. Bien es cierto que al final Triburtina nos vino genial pues los nuevos trenes de alta velocidad, Italo, tienen conexión directa con Florencia, nuestro siguiente destino. Sin embargo, la zona que rodea a la estación es muy decadente, repleta de basura por todas partes y gente 'sospechosa'. El camino andando al centro es de 1 hora y eso en verano a 45 grados, no es plato de buen gusto. Cerca de Triburtina esta la Plaza Bolonia, que es una de las zonas más populares de la gente joven. Por allí también hay multitud de restaurantes y mercados locales, que por supuesto viajeros como nosotros, visitamos gustosamente, comprando queso (tenéis que probar la mozarella burrata, una delicia sola o mezclada con tomates locales) y vegetales de primera calidad. Lo bueno y lo malo de las zonas autóctonas. 

Tras instalarnos y descansar, el primer destino en aquella excitante ciudad no fue otro que la Fontana de Trevi. Callejeando desde la Plaza Barberini e impresionados por la majestuosidad de los edificios, llegamos la populosa plaza, absolutamente abarrotada de turistas. A duras penas encontrabas un hueco para lanzar la típica moneda que te asegura volver a la ciudad. El agobio de gente le quita encanto al espectacular monumento, que bien vale una espera para hacerse la foto de rigor. Una vez inmortalizado el momento, decidimos ir a visitar una popular plaza famosa por sus restaurantes, la Plaza Navona. Por el camino degustamos un helado italiano y pasamos por delante de infinidad de monumentos reseñables como el Templo de Adriano o la Iglesia de Santa María Magdalena. Cabe decir que las iglesias que abundan por la ciudad, son todas espectaculares. Preciosas por dentro y por fuera, repletas de obras de arte y opulentos adornos de oro. Es imposible recrearse en cada una, pero si recomiendo visitar varias de ellas pues son autenticas maravillas. En fin el primer día estábamos cansados y cenamos en un restaurante de Navona, un lugar bonito pero muy turístico que nos resulto caro y con una calidad aceptable, pero nada del otro mundo, nada para recomendar especialmente. Desgraciadamente a nivel comida este viaje a Italia no cumplió con nuestras altas expectativas y solamente en un par de lugares en Bolonia y Venecia, disfrutamos realmente de la comida. Pero tampoco nos podíamos quejar, pues la calidad era buena y nosotros estábamos bastante derrotados. 

Nos preparamos para el segundo día en el que nos esperaba el plato fuerte: el Coliseo y alrededores. Sobre visitar este icónico lugar hay muchas teorías. Que si reservar por Internet, que si ir a la primera hora de la mañana, pasando por pagar un poco más a los guías que te aseguran entrar sin esperar cola. Si es cierto que el volumen de turistas es brutal, sobretodo en verano. Si a esto le unimos el sofocante calor de la capital etrusca, las esperas pueden arruinarte el viaje. Tengo que reconocer que no hicimos caso a ningún consejo; llegamos a las 11, fuimos a la entrada principal y esperamos como mucho 10 minutos para entrar ¿suerte? No sabría decirlo. El tema es que muchísima gente hace caso a esos consejos y al final todo el mundo hace lo mismo. Y aunque con nuestro sistema de improvisación solo nos comimos una gran cola (para entrar en San Pedro, cerca de hora y pico) bien es cierto que con un poco de mala suerte, se pueden perder muchas horas intentando acceder a los sitios. Así que tened en cuenta ese factor (o no). Siguiendo con el Coliseo, la visita merece la pena. Acompáñala con una audio guía, porque si no, uno se queda un poco vació al comprobar el estado ruinoso en el que se encuentra el monumento. Aún así hay que reconocer lo bien restaurado que esta y lo que impresiona estar dentro, sobre todo cerca de la arena viendo el avanzado sistema de sótanos que había bajo la pista principal. Tras visitar el símbolo de la ciudad, usando el mismo ticket accedimos a la zona más antigua: el palatino y el foro romano. Se trata de las ruinas del original centro neurálgico de Roma. A pesar de los esfuerzos por reconstruirlo, las ruinas se reducen a partes de templos y edificios que nos ayudan a imaginar lo increíble que fue la villa hace siglos. Recomiendo pasear y leer todas las descripciones, pues es apasionante recrear la vida de un romano en el origen mismo de la cultura. Tras varias horas disfrutando del maravilloso entorno, decidimos ir a comer cerca del Coliseo. Como podéis imaginar, todo muy turístico, caro y sin ningún 'exotismo'. Después, fuimos a descansar antes de disfrutar uno de nuestros regalos de boda: una noche en un palco para ver Opera. Debo reconocer que soy un profano en la materia y no tenía ni idea de lo que iba a ver. El lugar elegido por mi hermano (el responsable del regalo) fue un lugar entrañable y lleno de encanto: el Salone Margherita en La Via Due Macelli. En un pequeño palco degustamos una de las mejores comidas del viaje, con pasta, pescado y excelente vino, mientras veíamos 'La Traviata' impresionados por el espectáculo. Una preciosa experiencia que quedará en nuestras retinas para siempre. Así terminamos el día y nos preparamos para el siguiente. 

En este caso visitamos colosal foro trajano, con la famosa columna de Trajano, la Iglesia SS Nome di Maria, la plaza de la patria y todo el complejo que lo rodea incluyendo el emblemático Campidoglio. Atónitos con tanta belleza, seguimos nuestro pateo hasta el no menos emblemático Panteón de Roma terminado en el año 125 y que alberga la tumba de grandes personajes como Rafael. De obligada visita por fuera y por dentro. El siguiente destino fue la popular plaza de España y sus largas escalinatas. Aunque no parezca muy duro, con más de 40 grados puedo asegurar que no es plato de buen gusto. Después decidimos ir a un lugar menos turístico pero que no nos defraudó en absoluto: Santa Maria della Concezione dei Cappuccini en la via Vittorio Veneto. Se trata de una iglesia de monjes capuchinos encargada por el papa Urbano VIII. A pesar de que en esta ciudad, como ya he dicho, las iglesias son impresionante, esta probablemente se lleva el honor de ser la más peculiar. Esto se debe a su increíble cripta decorada con 4000 huesos humanos. Parece ser que durante la persecución cristiana un monje de la orden se recluyo allí y durante su retiro se dedico a crear piezas artísticas con el único material que tenia a mano, los restos de sus 'hermanos'. Hay muchas leyendas sobre el origen de este singular edificio; sea como fuere recomiendo su visita (eso si respetando rigurosamente las tradiciones de no ir en pantalón corto, tirantes y no hacer fotos) y disfrutar viendo las diferentes escenas con esculturas compuestas de cráneos, fémures, cajas torácicas, etc. Buen punto culminante antes de tomar un obligado café y otro delicioso helado para intentar sofocar el agobiante calor. Aviso a navegantes: si vais a Italia en verano, imprescindible aire acondicionado en casa.

Siguiendo con los lugares menos 'clásicos', nuestra inquietud nos condujo a dos áreas tan diferentes como enigmáticas. Por la mañana visitamos las catacumbas, el vestigio de cristiandad más autentico que se conserva. Y no solo es recomendable para seguidores del verdadero cristianismo (alejado de la opulencia y mercadeo que defiende la iglesia moderna), sino que bajando a los antiguos cementerios romanos, seremos testigos de como era la cultura funeraria y social de los primeros pobladores. Las catacumbas se encuentran a las afueras de la ciudad, siendo necesario acceder por autobús o taxi. La primera opción es la más económica (sobre todo teniendo en cuenta que nadie enseña el billete y es muy sencillo pasar sin adquirir uno). Ahora, la verdad es que viendo el más que lamentable servicio que ofrecen al cliente, deberían ser gratis. Nosotros elegimos esta opción y casi nos cuesta el divorcio, pues el camino fue un suplicio entre esperas (más de una hora al sol) y de viaje en si, más que incomodo. En fin, el resultado al menos valió la pena, pues pudimos visitar la que dicen es la más espectacular de las catacumbas abiertas al público, la de Calixto, Hay que decir que cada catacumba abre un día de la semana y que es complicado verlas todas. Pagando la entrada tienes derecho a un guía en tu idioma, lo cual hace ganar muchos enteros a la experiencia ya que realmente los accesos permitidos a turistas se reducen a unas pocas galerías con nichos y algunas inscripciones de la época. Pero estremece pensar que en aquellos campos hay más de 200 hectáreas de tumbas subterráneas en diferentes pisos. Una maravilla para seguidores como yo de los ritos funerarios. Terminada la visita nos movimos hacia el barrio bohemio de la ciudad, el Trastevere. Si bien este área no se caracteriza por sus monumentos, es un buen sitio para ir de fiesta y degustar gastronomía típica. Hicimos una parada por la isla Tiberina, un islote en el corazón mismo de la capital. Muchas terrazas, música en directo y turismo más especializado se daban cita en todo el radio desde Tiberina hasta la basílica de Santa María del Trastevere (recomendable por supuesto) donde se puede ver la escultura original del Martirio de Santa Cecilia de Maderno. Una increíble copia de esta perturbadora escultura se encuentra en las catacumbas de Calixto. Caminando por las calles empedradas, vino a mi memoria los callejones de la vieja Granada. Sin embargo, se nota que el barrio ha sido adquirido por gente adinerada y aunque bohemio, todo es muy sofisticado y 'pijo', incluyendo como no, los precios. Pero merece la pena perderse por los restaurantes y bares y disfrutar de la decoración junto de la tranquilidad que allí se respira. Recomiendo la terraza del restante San Michele en Lungotevere Ripa, 7. Probad la pasta y el tiramisú, no os arrepentiréis. No vale la pena ir más allá de la basílica, pues ya la zona sur es la Roma de los romanos, con barrios ciertamente decadentes, grises y algo sucios. A mi me gusta ver la cara real de las ciudades, pero en este caso, con poco tiempo, fue algo que debería haber evitado pues nos cansamos demasiado y no disfrutamos del entorno. 

Y para culminar la visita de la ciudad eterna, como no, ir a un país dentro de otro país. Como ya habréis podido deducir a raíz de mi anterior comentario, no soy nada partidario de la política de la Iglesia, y siempre me he mostrado remiso de visitar el Vaticano porque representa muchas cosas deplorables como la avaricia, el despilfarro y la manipulación. Pero bueno, una vez allí es de obligada visita. Si queréis evitar colas, una buena idea es visitar el museo el miércoles sobre las 10:30, porque es cuando el Papa da audiencia en la plaza de San Pedro, que por supuesto, esta a reventar, liberando turistas de los Museos Vaticanos. Nosotros fuimos unos minutos a ver al Papa desde lejos y antes de que terminara nos movimos al museo. Y que puedo decir de este edificio. Es increíble pensar como una institución puede albergar ese inmenso conjunto de piezas de arte: escultura clásica, grabados, pinturas de los más grandes genios, obras contemporáneas... todo lo que puedas imaginar, se encuentra en un lugar que pretende ser para Papas y cardenales, no un ejemplo del expolio y el sometimiento de la iglesia, sino un muestra de como ellos han ayudado al progreso del arte y de la ciencia. Difícil de creer, aunque me quedo con los clérigos intelectuales y la sala de los mapas que sirve como ejemplo de los avances en cartografía que se hicieron desde el Vaticano. Finalmente, para seguir con la ruta típica, hicimos una supercola (con controles de seguridad incluidos) para visitar la iglesia más majestuoso y opulenta que te puedas imaginar ¿que eso es complicado? Pues venid a San Pedro. Coronando la titánica plaza, la Catedral se erige imperial en el horizonte para albergar miles y miles de curiosos y creyentes. Las inmensas salas de mármol, dan cobijo a todo tipo de estatuas y cruces de oro y piedras preciosas que chocan de frente con la idea de los primeros cristianos que defendían la humildad y la sobriedad. Todo lo que diga de San Pedro es poco y hay que verlo para creer como es en realidad. Lo que más me interesaba era ver la parte original y por supuesto la tumba del apóstol. Sí hoy en día se puede visitar, aunque no aparezca en las guías turísticas. El Vaticano quiere compartir los restos del primer papa con los feligreses, pero debido a la importancia del lugar, no puede gestionar miles de visitas. Un máximo de 250 personas al día hace que sea imprescindible el reservar con tiempo. Creo que merece la pena y no es muy complicado encontrar hueco. El lugar se llama Ufficio Scavi, esta apartado de la entrada principal y admite visitas todo el año. Nosotros no pudimos acceder, pero viendo documentales, me parece lo más interesante que ver en San Pedro. Con esto llegamos a la conclusión de Roma (y Vaticano) y nos ponemos rumbo a otra joya cultural, y que a posteriori, me enamoró mucho más que la capital: Florencia.

Tan eterna como la ciudad: La fontana de Trevi

El Panteon desde fuera

Obelisco cerca de la Plaza de España

Varias perspectivas del Coliseo








El arco de Constantino



 Vistas desde el Palatino

Una noche en la Opera (frase recurrente)

Si mirais bien, al fondo esta nuestro Papa argentino

Me gustaron mucho los museos vaticanos

Detalle de la cúpula de los museos

La fachada de la catedral de San Pedro

Perturbados ante el tamaño de la catedral


Vistas del impresionante altar

 Panorámica de la plaza de San Pedro

 El foro Trajano y su majestuosa columna

El foro romano

Escultura en una de las infinitas iglesias que visitamos

 Una de las  'esculturas' de la Iglesia de los Capuchinos

 Las catacumbas de Calixto


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