Tras muchas horas de debate,
discusiones y opiniones de todo tipo, decidimos que el mejor sitio
para disfrutar la luna de miel no serían islas paradisíacas de
nombres impronunciables. Tampoco ciudades a días de distancia de la
península. La solución no estaba tan lejos; un país, una cultura
que nos es familiar y de la que hemos mamado gran parte de nuestras
tradiciones más ancestrales. Los latinos de la mano del imperio
romano nos invadieron durante 7 siglos y nos dieron muchas cosas,
entre ellas, el idioma. Así que como buenos viajeros, aceptamos el
reto de visitar un lugar con tanta historia y nos embarcamos en la
aventura de viajar a lo largo de Italia durante 10 inolvidables días.
Nuestra opción para conseguir este ambicioso reto, fue partir de
Roma y llegar hasta Verona, pasando por Bolonia, la Toscana (Siena,
Pisa y San Gimignano), Florencia y por supuesto, Venecia. Un catálogo
apasionante que cumplió con creces todas nuestras expectativas.
Como
decía empezamos nuestra andadura en Roma. Lo primero que preparamos
fue el alojamiento; teniamos ganas de probar el sistema AirBnB, que
consiste en que la gente alquila apartamentos de buena calidad
(rozando el lujo en algunos casos) por un precio más asequible. Hay
que remarcar que la ciudad eterna es una de las más visitadas del
mundo y encontrar hotel no es tarea fácil, siempre y cuando no
quieras quemar tus ahorros en establecimientos ciertamente
sobrevalorados. Con esa premisa, decidimos usar el citado portal web
para encontrar algo acorde con la situación (era nuestras luna de
miel por dios). Roma es una ciudad muy grande y si se visita por poco
tiempo hay que tener en cuenta las distancias, sobretodo contando con
que el servicio público de transporte es muy malo e incomodo. El
piso que encontramos era maravilloso, limpio, grande y renovado. Los
dueños un encanto; charlaron con nosotros en ingleś y español y
nos hicieron un pequeño regalo por la boda. La despensa estaba lista
para nosotros y el aire acondicionado nos salvo literalmente la vida
en aquel Junio extremadamente caluroso. La única pega fue la
localización; pensando que la estación principal era Roma
Triburtina, elegimos esa zona como punto de descanso. Eso fue un
error, pues la estación principal es Roma Termini que es la que
mejor esta comunicada con el centro y el aeropuerto. Bien es cierto
que al final Triburtina nos vino genial pues los nuevos trenes de
alta velocidad, Italo, tienen conexión directa con Florencia,
nuestro siguiente destino. Sin embargo, la zona que rodea a la
estación es muy decadente, repleta de basura por todas partes y
gente 'sospechosa'. El camino andando al centro es de 1 hora y eso en
verano a 45 grados, no es plato de buen gusto. Cerca de Triburtina
esta la Plaza Bolonia, que es una de las zonas más populares de la
gente joven. Por allí también hay multitud de restaurantes y
mercados locales, que por supuesto viajeros como nosotros, visitamos
gustosamente, comprando queso (tenéis que probar la mozarella
burrata, una delicia sola o mezclada con tomates locales) y vegetales
de primera calidad. Lo bueno y lo malo de las zonas autóctonas.
Tras instalarnos y descansar, el primer
destino en aquella excitante ciudad no fue otro que la Fontana de
Trevi. Callejeando desde la Plaza Barberini e impresionados por la
majestuosidad de los edificios, llegamos la populosa plaza,
absolutamente abarrotada de turistas. A duras penas encontrabas un
hueco para lanzar la típica moneda que te asegura volver a la
ciudad. El agobio de gente le quita encanto al espectacular
monumento, que bien vale una espera para hacerse la foto de rigor.
Una vez inmortalizado el momento, decidimos ir a visitar una popular
plaza famosa por sus restaurantes, la Plaza Navona. Por el camino
degustamos un helado italiano y pasamos por delante de infinidad de
monumentos reseñables como el Templo de Adriano o la Iglesia de
Santa María Magdalena. Cabe decir que las iglesias que abundan por
la ciudad, son todas espectaculares. Preciosas por dentro y por
fuera, repletas de obras de arte y opulentos adornos de oro. Es
imposible recrearse en cada una, pero si recomiendo visitar varias de
ellas pues son autenticas maravillas. En fin el primer día estábamos
cansados y cenamos en un restaurante de Navona, un lugar bonito pero
muy turístico que nos resulto caro y con una calidad aceptable, pero
nada del otro mundo, nada para recomendar especialmente.
Desgraciadamente a nivel comida este viaje a Italia no cumplió con
nuestras altas expectativas y solamente en un par de lugares en
Bolonia y Venecia, disfrutamos realmente de la comida. Pero tampoco
nos podíamos quejar, pues la calidad era buena y nosotros estábamos
bastante derrotados.
Nos preparamos para el segundo día en el que
nos esperaba el plato fuerte: el Coliseo y alrededores. Sobre visitar
este icónico lugar hay muchas teorías. Que si reservar por
Internet, que si ir a la primera hora de la mañana, pasando por
pagar un poco más a los guías que te aseguran entrar sin esperar
cola. Si es cierto que el volumen de turistas es brutal, sobretodo en
verano. Si a esto le unimos el sofocante calor de la capital etrusca,
las esperas pueden arruinarte el viaje. Tengo que reconocer que no
hicimos caso a ningún consejo; llegamos a las 11, fuimos a la
entrada principal y esperamos como mucho 10 minutos para entrar
¿suerte? No sabría decirlo. El tema es que muchísima gente hace
caso a esos consejos y al final todo el mundo hace lo mismo. Y aunque
con nuestro sistema de improvisación solo nos comimos una gran cola
(para entrar en San Pedro, cerca de hora y pico) bien es cierto que
con un poco de mala suerte, se pueden perder muchas horas intentando
acceder a los sitios. Así que tened en cuenta ese factor (o no).
Siguiendo con el Coliseo, la visita merece la pena. Acompáñala con
una audio guía, porque si no, uno se queda un poco vació al
comprobar el estado ruinoso en el que se encuentra el monumento. Aún
así hay que reconocer lo bien restaurado que esta y lo que
impresiona estar dentro, sobre todo cerca de la arena viendo el
avanzado sistema de sótanos que había bajo la pista principal. Tras
visitar el símbolo de la ciudad, usando el mismo ticket accedimos a
la zona más antigua: el palatino y el foro romano. Se trata de las
ruinas del original centro neurálgico de Roma. A pesar de los
esfuerzos por reconstruirlo, las ruinas se reducen a partes de
templos y edificios que nos ayudan a imaginar lo increíble que fue
la villa hace siglos. Recomiendo pasear y leer todas las
descripciones, pues es apasionante recrear la vida de un romano en el
origen mismo de la cultura. Tras varias horas disfrutando del
maravilloso entorno, decidimos ir a comer cerca del Coliseo. Como
podéis imaginar, todo muy turístico, caro y sin ningún 'exotismo'.
Después, fuimos a descansar antes de disfrutar uno de nuestros
regalos de boda: una noche en un palco para ver Opera. Debo reconocer
que soy un profano en la materia y no tenía ni idea de lo que iba a
ver. El lugar elegido por mi hermano (el responsable del regalo) fue
un lugar entrañable y lleno de encanto: el Salone Margherita en La
Via Due Macelli. En un pequeño palco degustamos una de las mejores
comidas del viaje, con pasta, pescado y excelente vino, mientras
veíamos 'La Traviata' impresionados por el espectáculo. Una
preciosa experiencia que quedará en nuestras retinas para siempre.
Así terminamos el día y nos preparamos para el siguiente.
En este
caso visitamos colosal foro trajano, con la famosa columna de
Trajano, la Iglesia SS Nome di Maria, la plaza de la patria y todo el
complejo que lo rodea incluyendo el emblemático Campidoglio.
Atónitos con tanta belleza, seguimos nuestro pateo hasta el no menos
emblemático Panteón de Roma terminado en el año 125 y que alberga
la tumba de grandes personajes como Rafael. De obligada visita por
fuera y por dentro. El siguiente destino fue la popular plaza de
España y sus largas escalinatas. Aunque no parezca muy duro, con más
de 40 grados puedo asegurar que no es plato de buen gusto. Después
decidimos ir a un lugar menos turístico pero que no nos defraudó en
absoluto: Santa Maria della Concezione dei Cappuccini en la via
Vittorio Veneto. Se trata de una iglesia de monjes capuchinos
encargada por el papa Urbano VIII. A pesar de que en esta ciudad,
como ya he dicho, las iglesias son impresionante, esta probablemente
se lleva el honor de ser la más peculiar. Esto se debe a su
increíble cripta decorada con 4000 huesos humanos. Parece ser que
durante la persecución cristiana un monje de la orden se recluyo
allí y durante su retiro se dedico a crear piezas artísticas con el
único material que tenia a mano, los restos de sus 'hermanos'. Hay
muchas leyendas sobre el origen de este singular edificio; sea como
fuere recomiendo su visita (eso si respetando rigurosamente las
tradiciones de no ir en pantalón corto, tirantes y no hacer fotos) y
disfrutar viendo las diferentes escenas con esculturas compuestas de
cráneos, fémures, cajas torácicas, etc. Buen punto culminante
antes de tomar un obligado café y otro delicioso helado para
intentar sofocar el agobiante calor. Aviso a navegantes: si vais a
Italia en verano, imprescindible aire acondicionado en casa.
Siguiendo con los lugares menos
'clásicos', nuestra inquietud nos condujo a dos áreas tan
diferentes como enigmáticas. Por la mañana visitamos las
catacumbas, el vestigio de cristiandad más autentico que se
conserva. Y no solo es recomendable para seguidores del verdadero
cristianismo (alejado de la opulencia y mercadeo que defiende la
iglesia moderna), sino que bajando a los antiguos cementerios
romanos, seremos testigos de como era la cultura funeraria y social
de los primeros pobladores. Las catacumbas se encuentran a las
afueras de la ciudad, siendo necesario acceder por autobús o taxi.
La primera opción es la más económica (sobre todo teniendo en
cuenta que nadie enseña el billete y es muy sencillo pasar sin
adquirir uno). Ahora, la verdad es que viendo el más que lamentable
servicio que ofrecen al cliente, deberían ser gratis. Nosotros
elegimos esta opción y casi nos cuesta el divorcio, pues el camino
fue un suplicio entre esperas (más de una hora al sol) y de viaje en
si, más que incomodo. En fin, el resultado al menos valió la pena,
pues pudimos visitar la que dicen es la más espectacular de las
catacumbas abiertas al público, la de Calixto, Hay que decir que
cada catacumba abre un día de la semana y que es complicado verlas
todas. Pagando la entrada tienes derecho a un guía en tu idioma, lo
cual hace ganar muchos enteros a la experiencia ya que realmente los
accesos permitidos a turistas se reducen a unas pocas galerías con
nichos y algunas inscripciones de la época. Pero estremece pensar
que en aquellos campos hay más de 200 hectáreas de tumbas
subterráneas en diferentes pisos. Una maravilla para seguidores como
yo de los ritos funerarios. Terminada la visita nos movimos hacia el
barrio bohemio de la ciudad, el Trastevere. Si bien este área no se
caracteriza por sus monumentos, es un buen sitio para ir de fiesta y
degustar gastronomía típica. Hicimos una parada por la isla
Tiberina, un islote en el corazón mismo de la capital. Muchas
terrazas, música en directo y turismo más especializado se daban
cita en todo el radio desde Tiberina hasta la basílica de Santa
María del Trastevere (recomendable por supuesto) donde se puede ver
la escultura original del Martirio de Santa Cecilia de Maderno. Una
increíble copia de esta perturbadora escultura se encuentra en las
catacumbas de Calixto. Caminando por las calles empedradas, vino a mi
memoria los callejones de la vieja Granada. Sin embargo, se nota que
el barrio ha sido adquirido por gente adinerada y aunque bohemio,
todo es muy sofisticado y 'pijo', incluyendo como no, los precios.
Pero merece la pena perderse por los restaurantes y bares y disfrutar
de la decoración junto de la tranquilidad que allí se respira.
Recomiendo la terraza del restante San Michele en Lungotevere Ripa,
7. Probad la pasta y el tiramisú, no os arrepentiréis. No vale la
pena ir más allá de la basílica, pues ya la zona sur es la Roma de
los romanos, con barrios ciertamente decadentes, grises y algo
sucios. A mi me gusta ver la cara real de las ciudades, pero en este
caso, con poco tiempo, fue algo que debería haber evitado pues nos
cansamos demasiado y no disfrutamos del entorno.
Y para culminar la
visita de la ciudad eterna, como no, ir a un país dentro de otro
país. Como ya habréis podido deducir a raíz de mi anterior
comentario, no soy nada partidario de la política de la Iglesia, y
siempre me he mostrado remiso de visitar el Vaticano porque
representa muchas cosas deplorables como la avaricia, el despilfarro
y la manipulación. Pero bueno, una vez allí es de obligada visita.
Si queréis evitar colas, una buena idea es visitar el museo el
miércoles sobre las 10:30, porque es cuando el Papa da audiencia en
la plaza de San Pedro, que por supuesto, esta a reventar, liberando
turistas de los Museos Vaticanos. Nosotros fuimos unos minutos a ver
al Papa desde lejos y antes de que terminara nos movimos al museo. Y
que puedo decir de este edificio. Es increíble pensar como una
institución puede albergar ese inmenso conjunto de piezas de arte:
escultura clásica, grabados, pinturas de los más grandes genios,
obras contemporáneas... todo lo que puedas imaginar, se encuentra en
un lugar que pretende ser para Papas y cardenales, no un ejemplo del
expolio y el sometimiento de la iglesia, sino un muestra de como
ellos han ayudado al progreso del arte y de la ciencia. Difícil de
creer, aunque me quedo con los clérigos intelectuales y la sala de
los mapas que sirve como ejemplo de los avances en cartografía que
se hicieron desde el Vaticano. Finalmente, para seguir con la ruta
típica, hicimos una supercola (con controles de seguridad incluidos)
para visitar la iglesia más majestuoso y opulenta que te puedas
imaginar ¿que eso es complicado? Pues venid a San Pedro. Coronando
la titánica plaza, la Catedral se erige imperial en el horizonte
para albergar miles y miles de curiosos y creyentes. Las inmensas
salas de mármol, dan cobijo a todo tipo de estatuas y cruces de oro
y piedras preciosas que chocan de frente con la idea de los primeros
cristianos que defendían la humildad y la sobriedad. Todo lo que
diga de San Pedro es poco y hay que verlo para creer como es en
realidad. Lo que más me interesaba era ver la parte original y por
supuesto la tumba del apóstol. Sí hoy en día se puede visitar,
aunque no aparezca en las guías turísticas. El Vaticano quiere
compartir los restos del primer papa con los feligreses, pero debido
a la importancia del lugar, no puede gestionar miles de visitas. Un
máximo de 250 personas al día hace que sea imprescindible el
reservar con tiempo. Creo que merece la pena y no es muy complicado
encontrar hueco. El lugar se llama Ufficio Scavi, esta apartado de la
entrada principal y admite visitas todo el año. Nosotros no pudimos
acceder, pero viendo documentales, me parece lo más interesante que
ver en San Pedro. Con esto llegamos a la conclusión de Roma (y
Vaticano) y nos ponemos rumbo a otra joya cultural, y que a
posteriori, me enamoró mucho más que la capital: Florencia.
Tan eterna como la ciudad: La fontana de Trevi
El Panteon desde fuera
Obelisco cerca de la Plaza de España
Varias perspectivas del Coliseo
El arco de Constantino
Vistas desde el Palatino
Una noche en la Opera (frase recurrente)
Si mirais bien, al fondo esta nuestro Papa argentino
Me gustaron mucho los museos vaticanos
Detalle de la cúpula de los museos
La fachada de la catedral de San Pedro
Perturbados ante el tamaño de la catedral
Vistas del impresionante altar
Panorámica de la plaza de San Pedro
El foro Trajano y su majestuosa columna
El foro romano
Escultura en una de las infinitas iglesias que visitamos
Una de las 'esculturas' de la Iglesia de los Capuchinos
Las catacumbas de Calixto
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