El día 8 de Agosto abandonamos Marsella y así concluiría nuestra viaje por la Costa Azul francesa, ese día teníamos el vuelo a media tarde así que nos podíamos dar alguna vuelta más por la ciudad. Tras la sorpresita al dejar el hotel con nuestro impuesto por la limpieza de la villa de Marsella dejamos las maletas en la recepción y para no andar dando muchas vueltas fuimos a explorar el barrio donde estaba nuestro hotel Citadines Prado-Castellane que por la rue Roma es una zona también importante de la ciudad.
Recuerdo que había un mercado cruzando toda la avenida donde podías encontrar tanto comestibles como ropa, un mercado muy parecido a los típicos mercadillos españoles que estoy acostumbrado a ver por el centro de España, nada de mercado hippie tipo ibicenco donde nuevos pijos se aventuran a comprar unas gafas Rayban de sol pero de imitación y los muy tontos pagan 90 euros por ellas. Había mucha población árabe e incluso recuerdo ver carnicerias árabes donde no te venden cerdo, un desfile de ropa interior hortera, camisetas falsas de ídolos futbolísticos y olor fresco a fruta, queso y jabones de Marsella. Olvidé donde comimos pero fue por esa zona en algún restaurante y lo hicimos tempranito porque luego en vez de dar vueltas con la maleta para llegar al aeropuerto por la Gare de Sant Charles y tardar la propia vida cogeríamos un taxi y nos plantaríamos en la terminal cutre de los vuelos de low cost del aeropuerto Provence de Marsella. Ese día lo planteamos como un día tranquilo donde nuestro objetivo era llegar a Madrid sin agobios, Fosi al día siguiente trabajaba y yo al llegar a Madrid había quedado con Encarna para ir al Honky Tonk para ver el concierto de mis amigos de 'Hermana Morfina' y tenía el tiempo justo para llegar al evento, no queríamos más estrés del necesario.
Desde el hotel pedimos que llamarán a un taxi y a los 5 minutos lo teníamos en la puerta, lo del taxi también es digno de mencionar porque era un Peugeot viejo que ya quisiera estar mejor que muchos de los coches americanos de los años 50 que todavía se conducen por La Habana y un taxista con una pinta más que sospechosa, fumando, con las ventanas bajadas y por supuesto sin aire acondicionado. El aeropuerto está muy lejos y nos salió la broma por 43 euros que me dolieron en el alma porque encima fue un servicio más que pésimo, mis ganas por llegar a España se incrementaban por momentos. La terminal del aeropuerto ya os conté en otro anterior post era poco menos que un garito tipo Lidl donde no tuve ni reparos a cambiarme de camiseta del sudor que traía del taxi para ponerme otra limpia en pleno pasillo. También nos la liaron en la facturación los de Ryanair porque no podíamos llevar más de 16 Kg de peso en la maleta y tuvimos que abrirlas y meternos cosas en la mochila, la experiencia en ese aeropuerto fue un poco horrorosa pero bueno, el vuelo salió a su hora y en un ratillo aterrizaríamos en Madrid con la visión de que vivimos una buena experiencia y consigo traíamos en nuestras mentes un montón de información y vivencias dignas de recordar donde dos años después todavía me acuerdo y he podido plasmar en este blog.
De todo este periplo por la zona sur de Francia me quedo con un detalle muy importante que me ha servido luego después para ver la dualidad de las cosas y que en esta vida nunca llegaremos a lo más alto pero también es verdad que no estamos ni mucho menos en lo más bajo en cuanto a escalas sociales. Este pensamiento se produjo en el hecho de ver la variedad de escenarios que observamos durante estas vacaciones donde estaba el término medio en Niza donde ni había un lujo exagerado y su población vivía dentro de una relativa calma, luego estaba el despilfarro exacerbado de Cannes y Saint Tropez donde sólo unos pocos podían participar de ese ritmo frenético económicamente y era la eterna 'Dolce Vita' que Marcelo Mastroianni soñaba en el relato de Federico Fellini y por último estaba la gran pobreza que me causó la gran metrópoli que es Marsella, una sorpresa muy desagradable para mi porque estando a apenas una hora y media de Cannes y el propio Saint Tropez eran dos mundos totalmente diferentes con una desigual social bastante preocupante para estar en el mismo territorio. Una experiencia muy gratificante todo este viaje donde por última vez doy las gracias a Fosi y a Carlitos porque realmente me lo pasé muy bien con ellos y espero que no sea la única vez que me de una vuelta por el mítico Cafe Senequier de Saint Tropez, que pise la alfombra del Palacio de Cine del Festival de Cannes y que vaya al mercado de las Flores de Cours Saleya y por la Place Massena de Niza, todos sitios fascinantes de esta bonita zona del Mediterráneo.
De la tranquilidad proletaria de Niza en sus especias.
A los lujosos yates del puerto de Cannes y Saint Tropez.
Y terminando por las obras en pleno centro de Marsella que ni los monumentos se libraban de los graffitis por parte de los gamberros.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
sábado, 29 de agosto de 2009
sábado, 22 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 7)
Como dije en el anterior post en nuestro último día en Marsella nos íbamos a poner nuestro traje de turistas para dar una vuelta por la zona del Vieux Port más alejada y poder aprender un poco más de la ciudad marsellesa. Por la mañana nos dimos un paseo por la zona de la Prefectura y fuimos a comer algo, el calor era sofocante y por lo menos acertamos a ver por fuera el museo Cantini y el Palacio de Justicia que como siempre y odio repetirme eran muy bonitas las fachadas pero alrededor todo estaba bastante desastroso, Marsella fue una ciudad que me decepcionó profundamente porque es un sitio con historia, grandes edificios, una ciudad porturiaria que podría ser la exquisitez de la zona sur de Francia y sin embargo es una ciudad desastrosa, sucia y mal cuidada, cosa que me parece una pena. Lo comparaba un poco con la Barcelona pre-olímpica donde muchos barrios estaban muy descuidados y no había inversión en la ciudad y es una lástima porque son sitios con cultura, cuna de grandes artistas y se convierten en ciudades abandonadas a su suerte.
Ya con nuestros estómagos llenos al lado del Palacio de Justicia nos encaminamos a través de la archiconocida Place Thiars a la Quai de Rive en el también archiconocido Vieux Port y al fondo teníamos los monumentos más importantes de Marsella, además siguiendo ese camino se llega a las playas de la ciudad que nunca llegamos a pisarlas. Nos adentramos en el casco histórico de Marsella donde uno se siente como una película francesa de los años 30 ó 40 y que le persigue la mafia marsellesa, primero encuentras unos teatros sin subir cuesta alguna (Theatre Badaboum, Theatre Off y por último el Theatre National de Marseille, La Criee) y luego subiendo por las calles empedradas hay alguna galería de arte y una iglesia que luego descubrí que era la Abadía de San Víctor. Esta primera zona me gustó porque era un pequeño Niza como la zona de Cours Saleya pero un poquito más feo pero aún así encantador.
Siguiendo por la cuesta llegamos hasta el Fuerte de San Nicolás que era una fortaleza que construyó Luis XVI para defenderse de los propios habitantes de Marsella ya que desafiaban el poder real. Cuando estalló la Revolución el pueblo se encargo de que los cañones ya nunca más apuntaran hacia los propios marselleses. El sitio es muy interesante y vistoso porque ya observas los acantilados de la ciudad y estás como en otra ciudad mucho menos bulliciosa y con unas vistas naturales espectaculares. Eso si, te hartas a subir escalones y cuestas empedradas pero la visita al lugar merece la pena. Además después de salir del Fuerte de San Nicolás tienes relativamente cerca los jardines du Pharo donde se encuentra unos de los castillos más bonitos de Marsella, el Club Naútico y el Palacio de Congresos EuroMediterráneos. Cerca de los jardines están las mejores cadenas hoteleras del mundo, pudimos observar un Radisson donde en la azotea se bañaban unos clientes, una zona ya incluso alejada del Vieux Port donde el turismo era de otra calaña.
Con nuestro traje de turista era obvio que por la zona del Chateau (Castillo) nos encontráramos a muchos japoneses haciendo fotos y la verdad es que los jardines nos aliviaron mucho el calor que estaba haciendo ese 7 de Agosto en Marsella. Al otro lado del puerto se veía el fuerte de San Juan y la catedral de Marsella, que es un monumento grandioso y muy interesante pero para ir al otro lado teníamos que dar una vuelta impresionante y tras lo del Fuerte de San Nicolás, más la Abadía de San Víctor y los jardines du Pharo era suficiente por esa tarde. Tranquilamente nos sentamos a tomar una cerveza en los jardines y al fondo veíamos los barquitos del Vieux Port y la Catedral, una joya arquitectónica sin lugar a dudas.
Sin tener mucho respeto por nuestra vida bajamos de los jardines a una de las carreteras de entrada a Marsella cerca del Fuerte de San Nicolás para encaminar así nuestros pasos hacia el metro en Vieux Port y así poder llegar al metro Perier y poder arreglarnos en el hotel un poco antes de salir a cenar por última vez en la ciudad. Como era temprano aún para ir a Perier en el Vieux Port fuimos a dar una vuelta para encontrar algún sitio y tomar algo que la sed era tremenda. Allí encontramos el peor bar del mundo donde he estado jejejejeje. La camarera era una mujer mayor, delgada, rubia teñida que sino recuerdo mal llevaba pantalones de trigresa, en las mesas estaba una mujer anciana que supusimos que era su madre con una pinta que la España Cañí es poco para lo que era esta mujer, con moño incluido, otra mujer mayor fumando un porro. Había un ciego medio borracho con un perro y la decoración del bar era kitsch a más no poder, con posters de los 70's y las paredes rosas. Yo le decía a Fosi que era un bar surrealista y porque David Lynch no sabía de su existencia que sino lo ponía como escenario en alguna película suya. Me tomé mi martini rosso y con mi poco francés intenté comprender lo que nos decía nuestra amiga la camarera pero ni jota acerté a saber lo que nos quería contar. Antes de ir para el hotel como Fosi estaba muy pesaico con ir a un cabaret le metí por una calle donde digamos que se asustó con algunas mujeres de moral distraída, en una parte de la Rue Saint Saens no paraban de decir, monsieur y con la mano te querían atraer hacia ellas, claro, este no se lo esperaba y pegó un bote que no veas jejejeje.
Para la noche, como no, elegimos otro restaurante para cenar cerca de la Place Thiars, era un restaurante alemán que nos pusimos de carne hasta arriba pero lo que más recuerdo del sitio era el dueño y la que suponemos era su mujer o una amante. Otros dos personajes que podrían entablar una bonita amistad con la camarera del peor bar del mundo. Él gordo con gafas de sol y pelo engominado hacía atrás, camisa blanca de manga larga y una pinta de mafioso que tiraba para atrás con sus canas arregladas, enfrente la señora, de avanzada edad pero bastante cuidada, enjoyada y con un vestido largo. Se comieron una mariscada y mientras el dueño controlaba absolutamente todo, a los camareros les indicaba si alguien había pedido la cuenta o incluso alguna vez se levantaba a atender a alguien. Mientras tanto la mujer esperaba pacientemente. Nosotros comentábamos que la mafia en Marsella ha sido bastante célebre y que porque no ese tipo podía estar dentro del clan.
Tras nuestra copiosa cena pues tomamos una copichuela pero esta vez cerca del irlandés no en el propio irlandés y como tras la caminata que nos habíamos dado ese día el cansancio hacia mella pues nos fuimos al hotel que había que hacer las maletas que al día siguiente volvíamos a España. Por la Castellane vi de nuevo la Luna, no era tan bonita y clara como en Saint Tropez pero estaba alegre y con ganas de volver a Madrid ya que las vacaciones continuaban y tenía planes por delante. En unos horas dejaríamos Marsella y terminaría un viaje inolvidable.
Vieux Port cerca del Palacio de Justicia.
Palais de Justice.
Musee Cantini.
Fuerte de San Nicolás.
Abadía de San Víctor.
Palais du Pharo.
Fuerte de San Juan.
Catedral de Marsella.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Ya con nuestros estómagos llenos al lado del Palacio de Justicia nos encaminamos a través de la archiconocida Place Thiars a la Quai de Rive en el también archiconocido Vieux Port y al fondo teníamos los monumentos más importantes de Marsella, además siguiendo ese camino se llega a las playas de la ciudad que nunca llegamos a pisarlas. Nos adentramos en el casco histórico de Marsella donde uno se siente como una película francesa de los años 30 ó 40 y que le persigue la mafia marsellesa, primero encuentras unos teatros sin subir cuesta alguna (Theatre Badaboum, Theatre Off y por último el Theatre National de Marseille, La Criee) y luego subiendo por las calles empedradas hay alguna galería de arte y una iglesia que luego descubrí que era la Abadía de San Víctor. Esta primera zona me gustó porque era un pequeño Niza como la zona de Cours Saleya pero un poquito más feo pero aún así encantador.
Siguiendo por la cuesta llegamos hasta el Fuerte de San Nicolás que era una fortaleza que construyó Luis XVI para defenderse de los propios habitantes de Marsella ya que desafiaban el poder real. Cuando estalló la Revolución el pueblo se encargo de que los cañones ya nunca más apuntaran hacia los propios marselleses. El sitio es muy interesante y vistoso porque ya observas los acantilados de la ciudad y estás como en otra ciudad mucho menos bulliciosa y con unas vistas naturales espectaculares. Eso si, te hartas a subir escalones y cuestas empedradas pero la visita al lugar merece la pena. Además después de salir del Fuerte de San Nicolás tienes relativamente cerca los jardines du Pharo donde se encuentra unos de los castillos más bonitos de Marsella, el Club Naútico y el Palacio de Congresos EuroMediterráneos. Cerca de los jardines están las mejores cadenas hoteleras del mundo, pudimos observar un Radisson donde en la azotea se bañaban unos clientes, una zona ya incluso alejada del Vieux Port donde el turismo era de otra calaña.
Con nuestro traje de turista era obvio que por la zona del Chateau (Castillo) nos encontráramos a muchos japoneses haciendo fotos y la verdad es que los jardines nos aliviaron mucho el calor que estaba haciendo ese 7 de Agosto en Marsella. Al otro lado del puerto se veía el fuerte de San Juan y la catedral de Marsella, que es un monumento grandioso y muy interesante pero para ir al otro lado teníamos que dar una vuelta impresionante y tras lo del Fuerte de San Nicolás, más la Abadía de San Víctor y los jardines du Pharo era suficiente por esa tarde. Tranquilamente nos sentamos a tomar una cerveza en los jardines y al fondo veíamos los barquitos del Vieux Port y la Catedral, una joya arquitectónica sin lugar a dudas.
Sin tener mucho respeto por nuestra vida bajamos de los jardines a una de las carreteras de entrada a Marsella cerca del Fuerte de San Nicolás para encaminar así nuestros pasos hacia el metro en Vieux Port y así poder llegar al metro Perier y poder arreglarnos en el hotel un poco antes de salir a cenar por última vez en la ciudad. Como era temprano aún para ir a Perier en el Vieux Port fuimos a dar una vuelta para encontrar algún sitio y tomar algo que la sed era tremenda. Allí encontramos el peor bar del mundo donde he estado jejejejeje. La camarera era una mujer mayor, delgada, rubia teñida que sino recuerdo mal llevaba pantalones de trigresa, en las mesas estaba una mujer anciana que supusimos que era su madre con una pinta que la España Cañí es poco para lo que era esta mujer, con moño incluido, otra mujer mayor fumando un porro. Había un ciego medio borracho con un perro y la decoración del bar era kitsch a más no poder, con posters de los 70's y las paredes rosas. Yo le decía a Fosi que era un bar surrealista y porque David Lynch no sabía de su existencia que sino lo ponía como escenario en alguna película suya. Me tomé mi martini rosso y con mi poco francés intenté comprender lo que nos decía nuestra amiga la camarera pero ni jota acerté a saber lo que nos quería contar. Antes de ir para el hotel como Fosi estaba muy pesaico con ir a un cabaret le metí por una calle donde digamos que se asustó con algunas mujeres de moral distraída, en una parte de la Rue Saint Saens no paraban de decir, monsieur y con la mano te querían atraer hacia ellas, claro, este no se lo esperaba y pegó un bote que no veas jejejeje.
Para la noche, como no, elegimos otro restaurante para cenar cerca de la Place Thiars, era un restaurante alemán que nos pusimos de carne hasta arriba pero lo que más recuerdo del sitio era el dueño y la que suponemos era su mujer o una amante. Otros dos personajes que podrían entablar una bonita amistad con la camarera del peor bar del mundo. Él gordo con gafas de sol y pelo engominado hacía atrás, camisa blanca de manga larga y una pinta de mafioso que tiraba para atrás con sus canas arregladas, enfrente la señora, de avanzada edad pero bastante cuidada, enjoyada y con un vestido largo. Se comieron una mariscada y mientras el dueño controlaba absolutamente todo, a los camareros les indicaba si alguien había pedido la cuenta o incluso alguna vez se levantaba a atender a alguien. Mientras tanto la mujer esperaba pacientemente. Nosotros comentábamos que la mafia en Marsella ha sido bastante célebre y que porque no ese tipo podía estar dentro del clan.
Tras nuestra copiosa cena pues tomamos una copichuela pero esta vez cerca del irlandés no en el propio irlandés y como tras la caminata que nos habíamos dado ese día el cansancio hacia mella pues nos fuimos al hotel que había que hacer las maletas que al día siguiente volvíamos a España. Por la Castellane vi de nuevo la Luna, no era tan bonita y clara como en Saint Tropez pero estaba alegre y con ganas de volver a Madrid ya que las vacaciones continuaban y tenía planes por delante. En unos horas dejaríamos Marsella y terminaría un viaje inolvidable.
Vieux Port cerca del Palacio de Justicia.
Palais de Justice.
Musee Cantini.
Fuerte de San Nicolás.
Abadía de San Víctor.
Palais du Pharo.
Fuerte de San Juan.
Catedral de Marsella.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
viernes, 21 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 6)
El lunes 6 de Agosto era nuestro primer día completo en Marsella y nos lo tomamos relajadamente, como apenas conocíamos cosas de la ciudad nos fuimos de compras y nos levantamos bastante tarde en nuestro apartamento Citadines Prado-Castellane. De nuevo cogimos el metro y nos dirigimos a la zona del Vieux Port para darnos una vuelta por el centro a ver que encontrábamos por allí.
Recuerdo que mi primera imagen ese día fue antes de llegar a la galeria LaFayette es que iban dos árabes con un perro blanco y dicho perro lo llevaban con gafas de sol, era como otro detalle más de como una ciudad "aparentemente" se rige por la anarquía. Luego en un kiosko por la nuestra bien conocida calle de Le Canebiere compré un mechero del Olympique de Marsella donde en esos momentos el jugador estandarte del equipo era Samir Nasri, posteriormente traspasado al Arsenal inglés bajo la denominación del nuevo Zidane, que a todos se les queda grande esa etiqueta.
En LaFayette compramos algunos licores para regalar en nuestra vuelta a España, un licor de Cassis y alguna cosilla más, no deja de ser un sitio común como cualquier gran almacén, tampoco es que compráramos mucho ya que durante todo el día cargaríamos con las botellas, me acuerdo que al salir vimos la fachada del Museo de Historia de Marsella que por delante como todos los monumentos marselleses es impactante y bonita pero en cuanto te das una vuelta está todo sucio y descuidado. Salimos de nuevo a Le Canebiere y fuimos al margen izquierdo de la calle antes de llegar al Boulevard Garibaldi por la calles Capucins y Papere donde se ubican varias tiendas árabes de especies, carnicerias y fruterias. Olía bastante bien el sitio aunque estaba un poco descuidado y Fosi y yo éramos los únicos blancos por allí dando vueltas, estaba entretenido el barrio y también tenían alguna tetería. Llegamos hasta la Ópera y de allí que nos sabíamos orientar ya bastante bien por la ciudad (no como la noche anterior jejejeje) llegamos a la Place Thiers donde hicimos un alto para comer en una de sus terrazas en una especie de marisquería donde también tenían muchas carnes y ensaladas.
Para por la tarde pues daríamos una vuelta por las calles principales y comerciales de la ciudad que se ubican en el Boulevard Garibaldi y en Cours Lieutaud, muy cerca de la parada de metro Notre Dame du Mont. Seria el equivalente a la zona de la Gran Vía y la Puerta del Sol donde están las principales marcas como Mango, otras Galerías LaFayette, Zara, Armani, etc... Esta parte de la ciudad era la más parecida a tantas otras ciudades de Europa como la calle Kalverstraat de Amsterdam. El horario era hasta las 18:30 así que tampoco es que te de mucho tiempo a comprar, aunque para nosotros resultó de sobra y con nuestro mapa de la ciudad que habíamos conseguido en el hotel pues seguíamos investigando calles para saber movernos por la ciudad que luego el metro a las 21:00 nos lo cerraban. Resulta que pasando Cours Lieutaud estábamos cerca de Castellane y había calles muy animadas con más tiendas y sitios para tomar algo, en una de las tiendas Fosi se compró su camiseta de los Rolling Stones ya que su búsqueda por Garibaldi resultó infructuosa. Tomamos algo porque estábamos muy cansados y vimos el gran edificio de la Prefectura y la Place Roma donde hay varios de los mejores hoteles de la ciudad, el edificio de la Prefectura y la plaza donde había unas fuentes estaba bien pero como siempre por delante, en cuanto dabas la vuelta estaba la pared como un tizón negro. De camino al hotel para poder salir por la noche fuimos antes al supermercado para tener algo en casa por lo menos para echarnos unos copazos.
Nos dio tiempo a prepararnos y salir antes de que cerraran el metro y como no otra vez nos encaminamos al Vieux Port, esta vez queríamos darnos un homenaje gastronómico de esos de 2 horas y por la Place Thiers había muchas posibilidades de tener éxito en nuestro cometido. Vimos un restaurante corso que tenía muy buena pinta pero a Fosi le jugó una mala pasada su geografía ya que decía que no le apetecía cenar en un italiano, menos mal que la isla de Córcega está en la tierra de Libertad, Igualdad y Fraternidad y entonces ya sí que nos pudimos sentar en aquella terraza del restaurante corso. Se equivocó con Cerdeña.
El sitio no decepcionó en absoluto porque allí es donde yo pude probar mi primer filet mignon y Fosi degustó una cerveza de castaña. El filet mignon no es una receta en si, se denomina a un corte de la carne que suele ser el corte final de unos filetes de buey o ternera y que en español se puede traducir como un pequeño medallón, suele estar estofado y a mi el plato se me hizo infinito pero de un gusto muy bueno y eso que a mi no me apasiona la carne estofada. Además la camarera del sitio fue la chica más amable de Marsella, muy atenta y la única que sabía algo de español en toda la ciudad.
Después de la copiosa comida corsa de nuevo fuimos a tiro seguro y al lado estaba la taberna irlandesa de la noche anterior y cayeron otra vez unos jack daniels pero claro al rato el sitio nos aburrió y no sabíamos que hacer. Fosi proponía seguir a algunos árabes a ver donde iban pero me pareció una idea bastante desafortunada porque se supone que los árabes no beben alcohol y además a ver si alguien se iba a mosquear porque lo íbamos siguiendo. En absoluto me gustó plan y mejor nos fuimos a la otra parte del Vieux Port donde se encuentra el Ayuntamiento de Marsella, había varios bares pero la mayoría los estaban cerrando y los pocos que quedaban abiertos tenian una pinta de chungos que yo no me fiaba, sobre todo recuerdo uno de ellos donde el bar eran unas luces verdes, con un camarero árabe y un sólo cliente (también árabe) que llevaba tal chuza que tenía la cabeza apoyada en la barra del bar. Yo no me lo explicaba, pero como puede ser que los árabes se emborrachen, eso es como ver un indio comerse una vaca.
Nos fuimos para casa andando esta vez sin perdernos y mucho más tranquilos porque había menos gente, eso sí, las ratas seguían campando a sus anchas claro y una vez que ya llegamos a Castellane pues nos echamos unas risas. En el apartamento nos tomamos unos copazos con lo comprado en el supermercado mientras mirábamos cosas en Internet con la Wifi del hotel y veíamos al Barça en su pretemporada en EEUU donde un joven Giovanni Dos Santos asombraba con la velocidad de su juego. Nos quedaba otro día más por Marsella donde nos pondríamos el disfraz de turistas y vimos el peor bar del mundo, incluso más chungo que el de las luces verdes que he descrito un poco más arriba.
Hacia las galerias LaFayette.
Place Thiars.
Terrazas del Vieux Port.
Por las tiendas árabes.
Vaca entre Ópera y Vieux Port.
Ópera de Marsella.
Palacio de la Prefectura.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Recuerdo que mi primera imagen ese día fue antes de llegar a la galeria LaFayette es que iban dos árabes con un perro blanco y dicho perro lo llevaban con gafas de sol, era como otro detalle más de como una ciudad "aparentemente" se rige por la anarquía. Luego en un kiosko por la nuestra bien conocida calle de Le Canebiere compré un mechero del Olympique de Marsella donde en esos momentos el jugador estandarte del equipo era Samir Nasri, posteriormente traspasado al Arsenal inglés bajo la denominación del nuevo Zidane, que a todos se les queda grande esa etiqueta.
En LaFayette compramos algunos licores para regalar en nuestra vuelta a España, un licor de Cassis y alguna cosilla más, no deja de ser un sitio común como cualquier gran almacén, tampoco es que compráramos mucho ya que durante todo el día cargaríamos con las botellas, me acuerdo que al salir vimos la fachada del Museo de Historia de Marsella que por delante como todos los monumentos marselleses es impactante y bonita pero en cuanto te das una vuelta está todo sucio y descuidado. Salimos de nuevo a Le Canebiere y fuimos al margen izquierdo de la calle antes de llegar al Boulevard Garibaldi por la calles Capucins y Papere donde se ubican varias tiendas árabes de especies, carnicerias y fruterias. Olía bastante bien el sitio aunque estaba un poco descuidado y Fosi y yo éramos los únicos blancos por allí dando vueltas, estaba entretenido el barrio y también tenían alguna tetería. Llegamos hasta la Ópera y de allí que nos sabíamos orientar ya bastante bien por la ciudad (no como la noche anterior jejejeje) llegamos a la Place Thiers donde hicimos un alto para comer en una de sus terrazas en una especie de marisquería donde también tenían muchas carnes y ensaladas.
Para por la tarde pues daríamos una vuelta por las calles principales y comerciales de la ciudad que se ubican en el Boulevard Garibaldi y en Cours Lieutaud, muy cerca de la parada de metro Notre Dame du Mont. Seria el equivalente a la zona de la Gran Vía y la Puerta del Sol donde están las principales marcas como Mango, otras Galerías LaFayette, Zara, Armani, etc... Esta parte de la ciudad era la más parecida a tantas otras ciudades de Europa como la calle Kalverstraat de Amsterdam. El horario era hasta las 18:30 así que tampoco es que te de mucho tiempo a comprar, aunque para nosotros resultó de sobra y con nuestro mapa de la ciudad que habíamos conseguido en el hotel pues seguíamos investigando calles para saber movernos por la ciudad que luego el metro a las 21:00 nos lo cerraban. Resulta que pasando Cours Lieutaud estábamos cerca de Castellane y había calles muy animadas con más tiendas y sitios para tomar algo, en una de las tiendas Fosi se compró su camiseta de los Rolling Stones ya que su búsqueda por Garibaldi resultó infructuosa. Tomamos algo porque estábamos muy cansados y vimos el gran edificio de la Prefectura y la Place Roma donde hay varios de los mejores hoteles de la ciudad, el edificio de la Prefectura y la plaza donde había unas fuentes estaba bien pero como siempre por delante, en cuanto dabas la vuelta estaba la pared como un tizón negro. De camino al hotel para poder salir por la noche fuimos antes al supermercado para tener algo en casa por lo menos para echarnos unos copazos.
Nos dio tiempo a prepararnos y salir antes de que cerraran el metro y como no otra vez nos encaminamos al Vieux Port, esta vez queríamos darnos un homenaje gastronómico de esos de 2 horas y por la Place Thiers había muchas posibilidades de tener éxito en nuestro cometido. Vimos un restaurante corso que tenía muy buena pinta pero a Fosi le jugó una mala pasada su geografía ya que decía que no le apetecía cenar en un italiano, menos mal que la isla de Córcega está en la tierra de Libertad, Igualdad y Fraternidad y entonces ya sí que nos pudimos sentar en aquella terraza del restaurante corso. Se equivocó con Cerdeña.
El sitio no decepcionó en absoluto porque allí es donde yo pude probar mi primer filet mignon y Fosi degustó una cerveza de castaña. El filet mignon no es una receta en si, se denomina a un corte de la carne que suele ser el corte final de unos filetes de buey o ternera y que en español se puede traducir como un pequeño medallón, suele estar estofado y a mi el plato se me hizo infinito pero de un gusto muy bueno y eso que a mi no me apasiona la carne estofada. Además la camarera del sitio fue la chica más amable de Marsella, muy atenta y la única que sabía algo de español en toda la ciudad.
Después de la copiosa comida corsa de nuevo fuimos a tiro seguro y al lado estaba la taberna irlandesa de la noche anterior y cayeron otra vez unos jack daniels pero claro al rato el sitio nos aburrió y no sabíamos que hacer. Fosi proponía seguir a algunos árabes a ver donde iban pero me pareció una idea bastante desafortunada porque se supone que los árabes no beben alcohol y además a ver si alguien se iba a mosquear porque lo íbamos siguiendo. En absoluto me gustó plan y mejor nos fuimos a la otra parte del Vieux Port donde se encuentra el Ayuntamiento de Marsella, había varios bares pero la mayoría los estaban cerrando y los pocos que quedaban abiertos tenian una pinta de chungos que yo no me fiaba, sobre todo recuerdo uno de ellos donde el bar eran unas luces verdes, con un camarero árabe y un sólo cliente (también árabe) que llevaba tal chuza que tenía la cabeza apoyada en la barra del bar. Yo no me lo explicaba, pero como puede ser que los árabes se emborrachen, eso es como ver un indio comerse una vaca.
Nos fuimos para casa andando esta vez sin perdernos y mucho más tranquilos porque había menos gente, eso sí, las ratas seguían campando a sus anchas claro y una vez que ya llegamos a Castellane pues nos echamos unas risas. En el apartamento nos tomamos unos copazos con lo comprado en el supermercado mientras mirábamos cosas en Internet con la Wifi del hotel y veíamos al Barça en su pretemporada en EEUU donde un joven Giovanni Dos Santos asombraba con la velocidad de su juego. Nos quedaba otro día más por Marsella donde nos pondríamos el disfraz de turistas y vimos el peor bar del mundo, incluso más chungo que el de las luces verdes que he descrito un poco más arriba.
Hacia las galerias LaFayette.
Place Thiars.
Terrazas del Vieux Port.
Por las tiendas árabes.
Vaca entre Ópera y Vieux Port.
Ópera de Marsella.
Palacio de la Prefectura.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 5)
Amanecimos en Saint Tropez un poco pronto para nuestras costumbres ya que teníamos que dejar Les Capuchines y encaminarnos hacia nuestra última parada en este viaje por la Costa Azul, iriamos a la gran ciudad de Marsella. Carlitos nos acompañó hasta el hotel donde Fosi y yo nos íbamos a alojar porque él ya nos dejaba para volverse a España. Durante el viaje desde Gassin a Marsella recuerdo que por la radio francesa escuchamos el nuevo single de Manu Chao 'Raining to the paradise' que el videoclip el encargado fue Emir Kusturica. Fue un viaje un poco más animado que el de Niza hasta Cannes.
La sensación al llegar a Marsella es muy rara porque llegas a una gran ciudad un domingo por la mediodía y te encuentras todo cerrado, lleno de árabes por la calle a casi 40 grados y no avistas por ningún sitio aire acondicionado y la limpieza de las calles deja bastante que desear. Nos dirigimos hacia nuestro hotel que era el Citadines Apartahotel Prado Castellane, en la Rue du Rouet, muy cerca del Paseo de la Castellana en Marsella y de la Basílica del Sacre Coeur. El hotel aún nos dejó más hechos polvo todavía porque para descansar era un sofá-cama para Fosi y para mi, no había aire acondicionado y el sitio daba una sensación de dejadez bastante grande, la sorpresita vendría al final de la estancia en el Citadines donde nos cobraban un impuesto de 4 euros para la limpieza de la ciudad de Marsella, pues menos mal, porque estaba el sitio que necesitaba bastante de esa limpieza.
Aún teníamos el coche hasta que fuésemos al aeropuerto para dejar a Carlitos en su vuelo a Madrid, así que fuimos por el centro de la ciudad pero donde pudimos dejar el coche fue cerca de la estación de tren Gare de Sant Charles, andando fuimos a una de las calles principales del centro que es Le Canebiere, cerca de la Iglesia de San Vicente de Paul comimos en donde pudimos que era un kebap de unos argelinos a la sombra en la calle con un calor sofocante, Carlitos se reía un montón de nosotros diciendo, vaya dos días buenos vais a pasar por aquí y yo me repetía una y otra vez en mi mente, algo tiene que haber aquí que Marsella es una ciudad importante de Francia y no puede ser todo tan desastroso.
Bajando por Le Canebiere vimos un montón de tiendas de árabes como los todo a 100 de España donde me fije y vendían bastantes camisetas de la selección de Argelia, está claro que Marsella es una ciudad de mucha inmigración sobre todo procedente de países árabes como Túnez, Argelia y Marruecos. Llegamos a la zona central de la ciudad que se ubica en el Vieux Port (Puerto Viejo), en esta zona básicamente transcurrieron las horas de nuestra excursión marsellesa porque es donde más sitios encuentras, es la parte más bonita de la ciudad y donde mejores restaurantes vimos.
Nuestra primera experiencia en el Vieux Port fue que una periodista de un medio local marsellés nos quería hacer unas preguntas como turistas que estábamos en la ciudad, que nos parecía el sitio, si habíamos tenido algún problema, etc... Fue muy amable con nosotros y con su inglés y lo poco que hablamos nosotros nos entendimos, de hecho nos tomamos algo en una terraza del puerto con ella mientras nos preguntaba cosas.
Tras la pequeña vuelta por el puerto con ese calor sofocante fuimos de nuevo a por el coche para ir todos al aeropuerto y dejar el coche de alquiler, a partir de ese momento nos moveriamos por Marsella en transporte público. Nos despedimos de Carlitos deseándole un buen viaje de vuelta y nosotros cogimos un autobús en el aeropuerto que nos dejaría en la Gare de Sant Charles, puedo recordar muy bien las interminables escaleras de esa estación a pleno sol del Agosto marsellés. Fuimos al apartamento en metro y ohhh sorpresa resulta que el metro durante los fines de semana está abierto hasta las 12 de la noche y durante los días laborales hasta las 9, así que ya podíamos ceñirnos un poco al horario porque sino a patita tendríamos que volver a casa.
Nos arreglamos un poco para salir a cenar, desde el metro de Castellane se llega fácilmente al Vieux Port y por allí tomamos algo una de las múltiples terrazas que tiene el sitio y donde más turismo hay. Para el copeo fuimos a lo que siempre digo yo que es la apuesta segura, un irlandés lleno además de la chavalería de la Gran Bretaña y enfrente teníamos la vista del puerto, estaba muy cerca de la Place Thiars en concreto en el Cours J.Ballard, como el escritor francés de ciencia ficción. La Place Thiars es de las plazas más bonitas que se pueden ver en Marsella.
La vuelta a casa fue un espectáculo digno de contar porque el irlandés sobre la 1:30 lo cerraron y ya estábamos cansados de tanto viaje y decidimos ir para casa. El metro estaba cerrado así que nos dijimos que íbamos andando y así descubriamos un poco más la ciudad. Que dulce inconsciencia la nuestra, cerca de los barquitos del puerto encontrabas todo tipo de animal nocturno, un negrillo con una melopea importante cantando con su guitarra, turistas desorientados sin saber que hacer, coches a mil por hora cruzando las calles y un montón de jóvenes árabes sin otra ocupación que dar vueltas. Subiendo por Le Canebiere creía que llegaría a casa pero como no llevaba nada estudiado de la ciudad y Fosi tampoco pues nos perdimos. Muchos de estos árabes que estaban dando vueltas sin decirles nada se presentaban preguntándonos donde íbamos y nosotros que de francés no sabemos casi nada pues les decíamos a todo que sí, que Oui que está todo perfecto. De hecho íbamos un poco acojonaos porque por la zona de la Ópera uno de esos árabes nos iba siguiendo y Fosi ya estaba temiendo por su GPS, de hecho no lo quería sacar para saber donde estábamos. A todo esto era una experiencia ver corriendo muy cerca de la Ópera unas ratas callejeras de un tamaño bastante considerable.
Tras una hora de desorientación por fin encontramos el camino hacia Le Castellane donde admiramos la basílica del Sacre Coeur no sin antes ver unas pocas más ratas y dar algún que otro cigarro a los borrachos que también había por esa zona. Una vez ya en el hotel nos tomamos otro copazo mientras mirábamos cosas en Internet gracias a la Wifi del hotel, que por lo menos eso bueno tenía. Nos quedaban por delante dos días para aprender lo contrario de lo que habíamos visto en Saint Tropez.
Iglesia de San Vicente de Paul.
Gare Sant Charles.
Vieux Port.
Cámara de comercio en Le Canebiere.
Vieux Port. Al fondo el Hotel de Ville (Ayuntamiento).
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
La sensación al llegar a Marsella es muy rara porque llegas a una gran ciudad un domingo por la mediodía y te encuentras todo cerrado, lleno de árabes por la calle a casi 40 grados y no avistas por ningún sitio aire acondicionado y la limpieza de las calles deja bastante que desear. Nos dirigimos hacia nuestro hotel que era el Citadines Apartahotel Prado Castellane, en la Rue du Rouet, muy cerca del Paseo de la Castellana en Marsella y de la Basílica del Sacre Coeur. El hotel aún nos dejó más hechos polvo todavía porque para descansar era un sofá-cama para Fosi y para mi, no había aire acondicionado y el sitio daba una sensación de dejadez bastante grande, la sorpresita vendría al final de la estancia en el Citadines donde nos cobraban un impuesto de 4 euros para la limpieza de la ciudad de Marsella, pues menos mal, porque estaba el sitio que necesitaba bastante de esa limpieza.
Aún teníamos el coche hasta que fuésemos al aeropuerto para dejar a Carlitos en su vuelo a Madrid, así que fuimos por el centro de la ciudad pero donde pudimos dejar el coche fue cerca de la estación de tren Gare de Sant Charles, andando fuimos a una de las calles principales del centro que es Le Canebiere, cerca de la Iglesia de San Vicente de Paul comimos en donde pudimos que era un kebap de unos argelinos a la sombra en la calle con un calor sofocante, Carlitos se reía un montón de nosotros diciendo, vaya dos días buenos vais a pasar por aquí y yo me repetía una y otra vez en mi mente, algo tiene que haber aquí que Marsella es una ciudad importante de Francia y no puede ser todo tan desastroso.
Bajando por Le Canebiere vimos un montón de tiendas de árabes como los todo a 100 de España donde me fije y vendían bastantes camisetas de la selección de Argelia, está claro que Marsella es una ciudad de mucha inmigración sobre todo procedente de países árabes como Túnez, Argelia y Marruecos. Llegamos a la zona central de la ciudad que se ubica en el Vieux Port (Puerto Viejo), en esta zona básicamente transcurrieron las horas de nuestra excursión marsellesa porque es donde más sitios encuentras, es la parte más bonita de la ciudad y donde mejores restaurantes vimos.
Nuestra primera experiencia en el Vieux Port fue que una periodista de un medio local marsellés nos quería hacer unas preguntas como turistas que estábamos en la ciudad, que nos parecía el sitio, si habíamos tenido algún problema, etc... Fue muy amable con nosotros y con su inglés y lo poco que hablamos nosotros nos entendimos, de hecho nos tomamos algo en una terraza del puerto con ella mientras nos preguntaba cosas.
Tras la pequeña vuelta por el puerto con ese calor sofocante fuimos de nuevo a por el coche para ir todos al aeropuerto y dejar el coche de alquiler, a partir de ese momento nos moveriamos por Marsella en transporte público. Nos despedimos de Carlitos deseándole un buen viaje de vuelta y nosotros cogimos un autobús en el aeropuerto que nos dejaría en la Gare de Sant Charles, puedo recordar muy bien las interminables escaleras de esa estación a pleno sol del Agosto marsellés. Fuimos al apartamento en metro y ohhh sorpresa resulta que el metro durante los fines de semana está abierto hasta las 12 de la noche y durante los días laborales hasta las 9, así que ya podíamos ceñirnos un poco al horario porque sino a patita tendríamos que volver a casa.
Nos arreglamos un poco para salir a cenar, desde el metro de Castellane se llega fácilmente al Vieux Port y por allí tomamos algo una de las múltiples terrazas que tiene el sitio y donde más turismo hay. Para el copeo fuimos a lo que siempre digo yo que es la apuesta segura, un irlandés lleno además de la chavalería de la Gran Bretaña y enfrente teníamos la vista del puerto, estaba muy cerca de la Place Thiars en concreto en el Cours J.Ballard, como el escritor francés de ciencia ficción. La Place Thiars es de las plazas más bonitas que se pueden ver en Marsella.
La vuelta a casa fue un espectáculo digno de contar porque el irlandés sobre la 1:30 lo cerraron y ya estábamos cansados de tanto viaje y decidimos ir para casa. El metro estaba cerrado así que nos dijimos que íbamos andando y así descubriamos un poco más la ciudad. Que dulce inconsciencia la nuestra, cerca de los barquitos del puerto encontrabas todo tipo de animal nocturno, un negrillo con una melopea importante cantando con su guitarra, turistas desorientados sin saber que hacer, coches a mil por hora cruzando las calles y un montón de jóvenes árabes sin otra ocupación que dar vueltas. Subiendo por Le Canebiere creía que llegaría a casa pero como no llevaba nada estudiado de la ciudad y Fosi tampoco pues nos perdimos. Muchos de estos árabes que estaban dando vueltas sin decirles nada se presentaban preguntándonos donde íbamos y nosotros que de francés no sabemos casi nada pues les decíamos a todo que sí, que Oui que está todo perfecto. De hecho íbamos un poco acojonaos porque por la zona de la Ópera uno de esos árabes nos iba siguiendo y Fosi ya estaba temiendo por su GPS, de hecho no lo quería sacar para saber donde estábamos. A todo esto era una experiencia ver corriendo muy cerca de la Ópera unas ratas callejeras de un tamaño bastante considerable.
Tras una hora de desorientación por fin encontramos el camino hacia Le Castellane donde admiramos la basílica del Sacre Coeur no sin antes ver unas pocas más ratas y dar algún que otro cigarro a los borrachos que también había por esa zona. Una vez ya en el hotel nos tomamos otro copazo mientras mirábamos cosas en Internet gracias a la Wifi del hotel, que por lo menos eso bueno tenía. Nos quedaban por delante dos días para aprender lo contrario de lo que habíamos visto en Saint Tropez.
Iglesia de San Vicente de Paul.
Gare Sant Charles.
Vieux Port.
Cámara de comercio en Le Canebiere.
Vieux Port. Al fondo el Hotel de Ville (Ayuntamiento).
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martes, 18 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 4)
Afrontamos nuestro primer día (y último) completo en la villa de Saint Tropez. Amanecimos tarde y Carlitos y yo queríamos un poco aprovechar la piscina y el jacuzzi de la urbanización antes de ir a la playa, a Fosi no le pareció tan buena idea pero bueno, luego después ya nos fuimos para la playa. En el jacuzzi y en la piscina se estaba de vicio.
Lo malo de Saint Tropez es que para ir a todos sitios pues lo tienes que hacer en coche, nada de transporte público porque estamos hablando de un pueblecito de la Costa Azul. Este día (sábado 4 de Agosto) pensamos en ir a la Pampelonne Beach (Playa del Pomelo) una de las playas principales de Saint Tropez junto a La Voile Rouge. Después de dejar el coche en una era perdida de la mano de dios no sin antes pagar los 4 euros de rigor y antes de entrar en el agua comimos en Le Club 55, uno de los chiringuitos de playa más distinguidos de toda la Costa Azul, son clientes asiduos gente como George Clooney. Nos quedamos en la parte pobre de Le Club 55 comiendo que era un poco más económica, había en el lugar muchos paparazzis intentando fotografiar no se a quién, se rumoreaba que Lewis Halmiton estaba por allí y enfrente teníamos la Playa del Pomelo rodeada al fondo de grandes yates con ricos propietarios.
Una vez terminada nuestra comida a base de carne y rodaja de piña fresca y sin hacer la digestión (mira que somos malos saltándonos las sagradas enseñanzas de nuestros padres jejeje) nos fuimos a la arena de la playa. En estas playas la mayoria de su extensión es privada y tienes que entrar a alguno de sus chiringuitos a consumir algo o tomar el alquiler de sombrillas y hamacas que es la opción por la que nos decantamos. 3 hamacas y un par de sombrillas al módico precio de 55 euros, eso si, el hamaquero un crack, un castellano perfecto el tio, pero como si le hablabas en inglés, francés, español o italiano, el chaval se desenvolvia en cualquier idioma, vaya hamaquero más culto.
Una vez tumbado en tu hamaca pues te das cuenta que no estas ni en Benidorm, ni en Calpe ni en Oropesa porque además de la vista que tienes al fondo con los yates, la gente en la playa pues está con sus pequeñas mesas bebiendo champán, no hay niños gritando, no hay concentración de mucha gente y se está muy relajado. La playa tampoco es para tirar cohetes acostumbrado a las playas españolas porque tenía algas y la arena no es tan fina como por ejemplo en las playas de las Baleares. Pero un sitio muy bonito donde desde luego lo recomiendo para encontrar tranquilidad, muy idílico y con gente que será muy pija pero que no eran nada ruidosos y eran muy educados.
Nos quedamos hasta tarde allí tumbados y después ya en el apartamento aprovechamos que ya nadie estaba en la piscina para darnos un último baño nocturno, nada de hacer mogollón de planes para estresarnos y como ya habíamos visto la parte antigua de la ciudad fuimos por la parte que hay una especie de feria donde llegamos a un garito que era la caña de lo cutre que era. Era una bolera que parecia sacada de cualquier comedia americana de los años 80's. Allí nos echamos una partida de bolos y es curioso porque nunca juego en España a los bolos y las dos únicas veces que he jugado ha sido en el extranjero, en Gante y en Saint Tropez. Después de la "frikada" pensamos que para ir a cenar podríamos ir a algún pueblecito cerca de Saint Tropez y ver algo diferente al puerto con todos esos yates, después podríamos ir por allí a tomar una copa.
Nos fuimos a Grimaud que está a unos 20km de Saint Tropez y es un pueblecito medieval donde su encanto radica en las murallas y el castillo del pueblo, un sitio muy tranquilo donde llegamos con la hora pegada para cenar porque ya estaban cerrando pero en el Restaurant du Chateau nos dieron de comer una pasta muy rica al estilo provenzal y brindamos por las estupendas vacaciones que estábamos pasando, además así olvidamos un poco la pequeña trifulca de por la mañana con lo de ir a la playa sin previamente pasar por el jacuzzi.
De nuevo cogimos el coche (no me hartaré de agradecérselo a Carlitos) y nos fuimos de copas de nuevo a sur le Port para empaparnos por última vez del lujo de la zona. Está vez ya fuimos más atrevidos y en los bares de copas hombres de negocios con rubia jovencitas tomaban champán con fresas e iban impecablemente arreglados y elegantes. Nosotros somos más de andar por casa y nos conformamos con unos mojitos y una copa antes de irnos de nuevo a la urbanización, además llevábamos el coche y no era plan de pillarse la cogorza del siglo no sea que acabáramos en la gendarmería francesa y sin un euro.
El viaje de vuelta a casa lo recuerdo perfectamente, sobre todo a la salida de Saint Tropez porque varios coches de alta cilindrada hacían resonar sus motores y estaban haciendo un poco el cabra, una demostración muy chabacana del lujo donde los 4 niños pijos querían marcar su terreno. Como no, fuimos hablando de nuevo de todas esas ostentaciones y derroche que tiene la zona y los extremos que existen, tu destino lo marca sin lugar a dudas tu lugar de procedencia, con tu esfuerzo podrás mejorar o no pero está claro que una persona por ejemplo de Tanzania ni se puede imaginar lo que hay por Saint Tropez y esa es la injusticia de este mundo. Al día siguiente en nuestra última parada (Marsella) veríamos bastante del otro extremo completamente opuesto a Saint Tropez.
Piscina de Les Capuchines.
Pampelonne Beach. Una de las pocas áreas públicas.
Pampelonne Beach.
Villa de Grimaud.
Yates en sur Le Port.
Champán y fresas al lado del puerto.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Lo malo de Saint Tropez es que para ir a todos sitios pues lo tienes que hacer en coche, nada de transporte público porque estamos hablando de un pueblecito de la Costa Azul. Este día (sábado 4 de Agosto) pensamos en ir a la Pampelonne Beach (Playa del Pomelo) una de las playas principales de Saint Tropez junto a La Voile Rouge. Después de dejar el coche en una era perdida de la mano de dios no sin antes pagar los 4 euros de rigor y antes de entrar en el agua comimos en Le Club 55, uno de los chiringuitos de playa más distinguidos de toda la Costa Azul, son clientes asiduos gente como George Clooney. Nos quedamos en la parte pobre de Le Club 55 comiendo que era un poco más económica, había en el lugar muchos paparazzis intentando fotografiar no se a quién, se rumoreaba que Lewis Halmiton estaba por allí y enfrente teníamos la Playa del Pomelo rodeada al fondo de grandes yates con ricos propietarios.
Una vez terminada nuestra comida a base de carne y rodaja de piña fresca y sin hacer la digestión (mira que somos malos saltándonos las sagradas enseñanzas de nuestros padres jejeje) nos fuimos a la arena de la playa. En estas playas la mayoria de su extensión es privada y tienes que entrar a alguno de sus chiringuitos a consumir algo o tomar el alquiler de sombrillas y hamacas que es la opción por la que nos decantamos. 3 hamacas y un par de sombrillas al módico precio de 55 euros, eso si, el hamaquero un crack, un castellano perfecto el tio, pero como si le hablabas en inglés, francés, español o italiano, el chaval se desenvolvia en cualquier idioma, vaya hamaquero más culto.
Una vez tumbado en tu hamaca pues te das cuenta que no estas ni en Benidorm, ni en Calpe ni en Oropesa porque además de la vista que tienes al fondo con los yates, la gente en la playa pues está con sus pequeñas mesas bebiendo champán, no hay niños gritando, no hay concentración de mucha gente y se está muy relajado. La playa tampoco es para tirar cohetes acostumbrado a las playas españolas porque tenía algas y la arena no es tan fina como por ejemplo en las playas de las Baleares. Pero un sitio muy bonito donde desde luego lo recomiendo para encontrar tranquilidad, muy idílico y con gente que será muy pija pero que no eran nada ruidosos y eran muy educados.
Nos quedamos hasta tarde allí tumbados y después ya en el apartamento aprovechamos que ya nadie estaba en la piscina para darnos un último baño nocturno, nada de hacer mogollón de planes para estresarnos y como ya habíamos visto la parte antigua de la ciudad fuimos por la parte que hay una especie de feria donde llegamos a un garito que era la caña de lo cutre que era. Era una bolera que parecia sacada de cualquier comedia americana de los años 80's. Allí nos echamos una partida de bolos y es curioso porque nunca juego en España a los bolos y las dos únicas veces que he jugado ha sido en el extranjero, en Gante y en Saint Tropez. Después de la "frikada" pensamos que para ir a cenar podríamos ir a algún pueblecito cerca de Saint Tropez y ver algo diferente al puerto con todos esos yates, después podríamos ir por allí a tomar una copa.
Nos fuimos a Grimaud que está a unos 20km de Saint Tropez y es un pueblecito medieval donde su encanto radica en las murallas y el castillo del pueblo, un sitio muy tranquilo donde llegamos con la hora pegada para cenar porque ya estaban cerrando pero en el Restaurant du Chateau nos dieron de comer una pasta muy rica al estilo provenzal y brindamos por las estupendas vacaciones que estábamos pasando, además así olvidamos un poco la pequeña trifulca de por la mañana con lo de ir a la playa sin previamente pasar por el jacuzzi.
De nuevo cogimos el coche (no me hartaré de agradecérselo a Carlitos) y nos fuimos de copas de nuevo a sur le Port para empaparnos por última vez del lujo de la zona. Está vez ya fuimos más atrevidos y en los bares de copas hombres de negocios con rubia jovencitas tomaban champán con fresas e iban impecablemente arreglados y elegantes. Nosotros somos más de andar por casa y nos conformamos con unos mojitos y una copa antes de irnos de nuevo a la urbanización, además llevábamos el coche y no era plan de pillarse la cogorza del siglo no sea que acabáramos en la gendarmería francesa y sin un euro.
El viaje de vuelta a casa lo recuerdo perfectamente, sobre todo a la salida de Saint Tropez porque varios coches de alta cilindrada hacían resonar sus motores y estaban haciendo un poco el cabra, una demostración muy chabacana del lujo donde los 4 niños pijos querían marcar su terreno. Como no, fuimos hablando de nuevo de todas esas ostentaciones y derroche que tiene la zona y los extremos que existen, tu destino lo marca sin lugar a dudas tu lugar de procedencia, con tu esfuerzo podrás mejorar o no pero está claro que una persona por ejemplo de Tanzania ni se puede imaginar lo que hay por Saint Tropez y esa es la injusticia de este mundo. Al día siguiente en nuestra última parada (Marsella) veríamos bastante del otro extremo completamente opuesto a Saint Tropez.
Piscina de Les Capuchines.
Pampelonne Beach. Una de las pocas áreas públicas.
Pampelonne Beach.
Villa de Grimaud.
Yates en sur Le Port.
Champán y fresas al lado del puerto.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
lunes, 17 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 3)
Nuestra despedida de Niza se iba a alargar un poco más el viernes 3 de Agosto porque fuimos a cambiar las zapatillas de Fosi por la mañana antes de sacar el coche del parking y partir hacia Cannes y finalmente pasar la noche en Saint Tropez. Recuerdo que como el tio de la tienda no abria fuimos a la place Rossetti, una bonita plaza del casco antiguo de Niza y desayuné un milk shake de fresa que me sentó divinamente. Tras esperarlo casi 2 horas al pavo de la tienda para abrir al final desistimos y nos fuimos a por el coche para irnos de camino a Cannes, Fosi por desgracia no pudo cambiar sus zapatillas playeras.
No tardamos mucho en llegar a Cannes, una hora y pico, fue un viaje un poco anodino y el caso era llegar lo antes posible a la ciudad para dejar el coche y ver un poco la ciudad. A mi me interesaba especialmente Cannes porque es una de las mecas del cine y además su festival es muy prestigioso en cuanto a que elige películas diferentes para su palmarés, para mi era muy ilusionante dar un paseo en la Croisette, donde tantas estrellas han pisado la alfombra roja del festival de cine de Cannes. A causa de nuestro retraso llegamos un poco tarde a la ciudad y para ir a comer nos fuimos a la parte antigua de Cannes, en concreto a la cuesta de Le Suquet, un camino empinado donde había varios restaurantes de kebaps y comida rápida que nos solucionó la papeleta, un poco frustante ir a Cannes y comer en un sitio de esos pero no había otra alternativa si queriamos dar una vuelta por la ciudad antes de ir a Saint Tropez.
Después con el día de calor que teníamos como unos valientes fuimos por la playa de Cannes y el puerto antes de llegar a la Croisette donde está el Palacio de Cine del Festival, donde se otorga la Palma de Oro. Tras nuestras pertinentes fotos en una sala de exposiciones y hacer un poco el friki el calor nos mataba y paramos a tomar algo en la Farfalla, cuya terraza está enfrente del Palacio del cine, me tomé un martini rosso pero eso sí, con mucho glamour jejejeje.
Continuamos nuestra excursión donde el lujo rebosada atravesando lo que nos faltaba de la Croisette, recuerdo que hablábamos de lo grotesco que íbamos viendo en cuento al lujo de la zona. Queríamos entrar en el casino de Cannes pero no hubo tanta suerte como en Niza y no cumplíamos la etiqueta para acceder al lugar. En la parte que nos faltaba de la Croisette te encontrabas con el gran Hotel Martinez, el Carlton, la playa de Gray d'Albion y un montón de marcas de esas que precisamente no se distinguen por lo económico en sus precios, Yves Saint Laurent, Gucci, Prada, Armani, Carolina Herrera, Calvin Klein. Era como ver la calle Montenapoleone de Milán pero con una playa enfrente, el lujo por el lujo, en nuestras vidas de proletariado nunca podremos permitirnos comprar en estos establecimientos pero me encantaba el ambiente del lugar, era como todo muy perfecto, señoras enjoyadas hasta para ir a la playa, musculitos con polos de Ralph Lauren y gafas de sol Armani y a lo lejos una pantalla te proyectaba a grandes actores, directores y actrices de cine. A mi no me gusta la playa pero me encantaría vivir en Cannes.
De nuevo cogimos el coche para dirigir nuestros pasos hacia Saint Tropez, en concreto esa noche dormiríamos en el Hotel Les Capuchines, en Gassin que es una zona a las afueras de Saint Tropez (a unos 3 km) donde en un bosque rodeados de pinos estaba la urbanización donde se encontraba nuestro apartamento. Si lo que habíamos visto en Cannes era lujo lo de Saint Tropez ya no sabría como definirlo. El hotel era caro pero teníamos nuestra piscina y jacuzzi, la puesta de sol viendo el Mediterráneo desde la terraza del apartamento era impresionante y nos faltaba probar nuestra primera noche en esta pequeña villa de apenas 6500 habitantes durante el año que luego se llenaba de gente rica y famosa durante el verano.
Para allá nos encaminamos con el coche, una más vez quiero agradecerle a Carlitos su conducción esos días porque al ser la villa tan pequeña el tráfico era complicado y recuerdo que incluso para llegar al hotel nos comimos un atasco bastante desagradable que por la pericia conductora del chaval fue más agradable. Tuvimos suerte y pudimos dejar el coche cerca del centro de Saint Tropez, en concreto muy cerquita del famoso hotel Byblos que ahora más adelante hablaremos de él.
Dando nuestra primera vuelta por el pueblo encontramos una plaza muy animada donde la gente cenaba en diferentes restaurantes y todo estaba perfectamente planificado, lugares super cómodos con un servicio muy atento y elegante, una decoración digna de admiración, podías comer sentado, tumbado o como te diese la real gana y a la hora que te apetezca que para eso uno está en Saint Tropez. Eso sí, el coste a pagar por todas aquellas comodidades son 30 euros el menú más la bebida, como cogieses la carta para pedir te podía temblar la cartera a base de bien. Tras nuestra cena en plan turistas y unas fotos muy chulas que sacamos en esa plaza (mira que me fastidia no acordarme del nombre jejejee) Fosi quería que nos acercásemos a ver Les Caves du Roy, una discoteca donde iba gente muy rica e incluso famosos en el verano de la Costa Azul. Para allá nos encaminamos y nos hicimos un pequeño lio porque la discoteca en cuestión está dentro del hotel Byblos y en principio fuimos a la puerta del hotel pero no había manera de pasar a la discoteca ya que no éramos huéspedes de allí. Bajando una calle encontramos la otra entrada a Les Caves du Roy y había una cola infinita para entrar en el sitio en cuestión.
Les Caves du Roy merece una mención aparte porque la entrada es un empedrado lleno de enredaderas muy bonito, en el pasillo central para entrar a un lado hay expositores donde vendían zapatos a modestas cantidades que rondaban los 500 euros y recuerdo ante la insistencia de Fosi, a pesar de la cola, para pasar que me fui a la delantera donde estaba el cordón de seguridad donde te dejaban pasar o no. A mi lado dos mujeres de raza negra, altas, muy parecidas a Naomi Campbell también intentaban entrar y no las dejaban. Ahí me di cuenta de que era prácticamente imposible pasar, dimos media vuelta y nos fuimos para el puerto de Saint Tropez.
El puerto de Saint Tropez fue uno de los puertos más importantes durante los 60 y 70's en cuanto al turismo francés, la presencia de Brigette Bardot durante varios años por allí dieron al lugar un caché muy elevado y hasta allí atracan yates muy lujosos de gente podrida de dinero, hasta jeques árabes atracan allí sus grandes yates. Ahora en el siglo XXI esta villa ya ha pasado la etapa hippie de Brigette Bardot y se hacen fiestas no tan divertidas como las de antaño pero donde no se escatima de nada. De la etapa anterior en el puerto todavía se conserva el mítico Café Senequier, un cafe situado justo enfrente de los yates donde ahora los jóvenes y no tan jóvenes ricos aparcan sus Ferraris y Lamborghinis para subirse a alguna fiesta y bailar los Scissor Sisters. En cualquier guía o incluso poster pop sobre la Costa Azul hay alguna referencia a este Café Senequier.
Podría contar toda la controversia y conversación que originó tal despliegue de opulencia y lujo que teníamos ante nuestros ojos, que si esa gente no tiene amigos de verdad, la injusticia del ser humano, que esas mujeres espectaculares que paseaban eran artificiales, etc... pero desde luego a mí me quedó una cosa clara, hay que ver las dos caras de la moneda, tanto pasear por ese puerto de Saint Tropez como pasar un día por los arrabales de Delhi. La conversación incluso se trasladó hasta Les Capuchines, donde en nuestra terraza nos tomamos un buen copazo a costa de las coca colas del hotel que luego bien nos las colarían. Un buen día como diría J el de Los Planetas donde seguíamos descubriendo muchas cosas de la lujosa Costa Azul. Al día siguiente veríamos como es de día Saint Tropez, no nos decepcionó desde luego.
Discoteca Les Caves du Roy
Palacio de cine del Festival de Cannes.
La prestigiosa Palma de Oro.
Le Suquet.
Homenaje de Cannes al cine.
Puerto de Cannes.
La Croisette.
Cerca del Byblos en Saint Tropez.
Sur le Port. Saint Tropez.
Café Senequier. Saint Tropez.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
No tardamos mucho en llegar a Cannes, una hora y pico, fue un viaje un poco anodino y el caso era llegar lo antes posible a la ciudad para dejar el coche y ver un poco la ciudad. A mi me interesaba especialmente Cannes porque es una de las mecas del cine y además su festival es muy prestigioso en cuanto a que elige películas diferentes para su palmarés, para mi era muy ilusionante dar un paseo en la Croisette, donde tantas estrellas han pisado la alfombra roja del festival de cine de Cannes. A causa de nuestro retraso llegamos un poco tarde a la ciudad y para ir a comer nos fuimos a la parte antigua de Cannes, en concreto a la cuesta de Le Suquet, un camino empinado donde había varios restaurantes de kebaps y comida rápida que nos solucionó la papeleta, un poco frustante ir a Cannes y comer en un sitio de esos pero no había otra alternativa si queriamos dar una vuelta por la ciudad antes de ir a Saint Tropez.
Después con el día de calor que teníamos como unos valientes fuimos por la playa de Cannes y el puerto antes de llegar a la Croisette donde está el Palacio de Cine del Festival, donde se otorga la Palma de Oro. Tras nuestras pertinentes fotos en una sala de exposiciones y hacer un poco el friki el calor nos mataba y paramos a tomar algo en la Farfalla, cuya terraza está enfrente del Palacio del cine, me tomé un martini rosso pero eso sí, con mucho glamour jejejeje.
Continuamos nuestra excursión donde el lujo rebosada atravesando lo que nos faltaba de la Croisette, recuerdo que hablábamos de lo grotesco que íbamos viendo en cuento al lujo de la zona. Queríamos entrar en el casino de Cannes pero no hubo tanta suerte como en Niza y no cumplíamos la etiqueta para acceder al lugar. En la parte que nos faltaba de la Croisette te encontrabas con el gran Hotel Martinez, el Carlton, la playa de Gray d'Albion y un montón de marcas de esas que precisamente no se distinguen por lo económico en sus precios, Yves Saint Laurent, Gucci, Prada, Armani, Carolina Herrera, Calvin Klein. Era como ver la calle Montenapoleone de Milán pero con una playa enfrente, el lujo por el lujo, en nuestras vidas de proletariado nunca podremos permitirnos comprar en estos establecimientos pero me encantaba el ambiente del lugar, era como todo muy perfecto, señoras enjoyadas hasta para ir a la playa, musculitos con polos de Ralph Lauren y gafas de sol Armani y a lo lejos una pantalla te proyectaba a grandes actores, directores y actrices de cine. A mi no me gusta la playa pero me encantaría vivir en Cannes.
De nuevo cogimos el coche para dirigir nuestros pasos hacia Saint Tropez, en concreto esa noche dormiríamos en el Hotel Les Capuchines, en Gassin que es una zona a las afueras de Saint Tropez (a unos 3 km) donde en un bosque rodeados de pinos estaba la urbanización donde se encontraba nuestro apartamento. Si lo que habíamos visto en Cannes era lujo lo de Saint Tropez ya no sabría como definirlo. El hotel era caro pero teníamos nuestra piscina y jacuzzi, la puesta de sol viendo el Mediterráneo desde la terraza del apartamento era impresionante y nos faltaba probar nuestra primera noche en esta pequeña villa de apenas 6500 habitantes durante el año que luego se llenaba de gente rica y famosa durante el verano.
Para allá nos encaminamos con el coche, una más vez quiero agradecerle a Carlitos su conducción esos días porque al ser la villa tan pequeña el tráfico era complicado y recuerdo que incluso para llegar al hotel nos comimos un atasco bastante desagradable que por la pericia conductora del chaval fue más agradable. Tuvimos suerte y pudimos dejar el coche cerca del centro de Saint Tropez, en concreto muy cerquita del famoso hotel Byblos que ahora más adelante hablaremos de él.
Dando nuestra primera vuelta por el pueblo encontramos una plaza muy animada donde la gente cenaba en diferentes restaurantes y todo estaba perfectamente planificado, lugares super cómodos con un servicio muy atento y elegante, una decoración digna de admiración, podías comer sentado, tumbado o como te diese la real gana y a la hora que te apetezca que para eso uno está en Saint Tropez. Eso sí, el coste a pagar por todas aquellas comodidades son 30 euros el menú más la bebida, como cogieses la carta para pedir te podía temblar la cartera a base de bien. Tras nuestra cena en plan turistas y unas fotos muy chulas que sacamos en esa plaza (mira que me fastidia no acordarme del nombre jejejee) Fosi quería que nos acercásemos a ver Les Caves du Roy, una discoteca donde iba gente muy rica e incluso famosos en el verano de la Costa Azul. Para allá nos encaminamos y nos hicimos un pequeño lio porque la discoteca en cuestión está dentro del hotel Byblos y en principio fuimos a la puerta del hotel pero no había manera de pasar a la discoteca ya que no éramos huéspedes de allí. Bajando una calle encontramos la otra entrada a Les Caves du Roy y había una cola infinita para entrar en el sitio en cuestión.
Les Caves du Roy merece una mención aparte porque la entrada es un empedrado lleno de enredaderas muy bonito, en el pasillo central para entrar a un lado hay expositores donde vendían zapatos a modestas cantidades que rondaban los 500 euros y recuerdo ante la insistencia de Fosi, a pesar de la cola, para pasar que me fui a la delantera donde estaba el cordón de seguridad donde te dejaban pasar o no. A mi lado dos mujeres de raza negra, altas, muy parecidas a Naomi Campbell también intentaban entrar y no las dejaban. Ahí me di cuenta de que era prácticamente imposible pasar, dimos media vuelta y nos fuimos para el puerto de Saint Tropez.
El puerto de Saint Tropez fue uno de los puertos más importantes durante los 60 y 70's en cuanto al turismo francés, la presencia de Brigette Bardot durante varios años por allí dieron al lugar un caché muy elevado y hasta allí atracan yates muy lujosos de gente podrida de dinero, hasta jeques árabes atracan allí sus grandes yates. Ahora en el siglo XXI esta villa ya ha pasado la etapa hippie de Brigette Bardot y se hacen fiestas no tan divertidas como las de antaño pero donde no se escatima de nada. De la etapa anterior en el puerto todavía se conserva el mítico Café Senequier, un cafe situado justo enfrente de los yates donde ahora los jóvenes y no tan jóvenes ricos aparcan sus Ferraris y Lamborghinis para subirse a alguna fiesta y bailar los Scissor Sisters. En cualquier guía o incluso poster pop sobre la Costa Azul hay alguna referencia a este Café Senequier.
Podría contar toda la controversia y conversación que originó tal despliegue de opulencia y lujo que teníamos ante nuestros ojos, que si esa gente no tiene amigos de verdad, la injusticia del ser humano, que esas mujeres espectaculares que paseaban eran artificiales, etc... pero desde luego a mí me quedó una cosa clara, hay que ver las dos caras de la moneda, tanto pasear por ese puerto de Saint Tropez como pasar un día por los arrabales de Delhi. La conversación incluso se trasladó hasta Les Capuchines, donde en nuestra terraza nos tomamos un buen copazo a costa de las coca colas del hotel que luego bien nos las colarían. Un buen día como diría J el de Los Planetas donde seguíamos descubriendo muchas cosas de la lujosa Costa Azul. Al día siguiente veríamos como es de día Saint Tropez, no nos decepcionó desde luego.
Discoteca Les Caves du Roy
Palacio de cine del Festival de Cannes.
La prestigiosa Palma de Oro.
Le Suquet.
Homenaje de Cannes al cine.
Puerto de Cannes.
La Croisette.
Cerca del Byblos en Saint Tropez.
Sur le Port. Saint Tropez.
Café Senequier. Saint Tropez.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
domingo, 2 de agosto de 2009
Saint Tropez Twist (Día 2)
El jueves 2 de Agosto amanecimos un poco más pronto que el día anterior, no mucho tampoco pero al menos antes de comer nos podríamos dar una vuelta. Estábamos más descansados y como el día anterior vimos la zona nueva de la ciudad pues esta vez íbamos a ver el casco antiguo de Niza, mucho más bonito e interesante. Desde la Plaza Massena yendo para la Ópera se llega al Mercado de las Flores, es un mercado que se monta todos los días menos los lunes donde hay multitud de frutas y flores y que está a la orilla de la playa (en concreto la Blue Beach), formando un conjunto arquitectónico muy bonito y mediterráneo.
Casi nadie conoce la zona como el Mercado de las Flores, comúnmente se llama Cours Saleya, la zona más antigua de la ciudad de Niza, muy cerca tenemos un montón de monumentos, el Palacio de Justicia, el Palacio de la Prefectura, el Hotel de Ville (Ayuntamiento) y la colina del chateau (castillo). En Cours Saleya dimos una gran vuelta viendo un poco el mercado, que ya lo estaban recogiendo y la zona tenía mucha más animación que el paseo marítimo del día anterior. Como ya se iba haciendo la hora de comer pues nos quedamos por allí y nos metimos nuestro segundo homenaje gastronómico de las vacaciones por la Costa Azul. Una buena mariscada que fue por un pico pero para eso uno va de vacaciones, percebes, carabineros, langostas, calamar, de todo recien pescado en las aguas del Mediterráneo.
Tras las preceptivas dos horas de comida dentro del local de la mariscada, muy bonito por cierto y sin casi personas lo que te da un plus de tranquilidad comiendo, fuimos a dar más vueltas por el casco antiguo. Era una mezcla como estar entre Francia, Italia y España, vendian vino francés en las vinotecas, jabón de Marsella, había múltiples heladerías donde podías tomar un milk shake, tiendas de especias y calles angostas muy estrechas y con un gran desnivel. Se activó mi curiosidad de viajante y dimos múltiples vueltas para perdernos por el laberinto de este casco antiguo que tanto me recordaba al Albaicín granadino o la Alfama lisboeta. A pesar del calor pues me encantaba ver las estatuas de santos en la calle, las iglesias antiguas y apoyarme en las barandillas para subir los escalones de una calle hacia otra. Pero claro, el calor va haciendo mella y de nuevo bajamos hacia Cours Saleya, el plan era ir a la playa pero antes hicimos una parada técnica en un irlandés para refrescar nuestros paladares y Fosi recuerdo que se compró unas zapatillas muy modernikis que luego iba a tener una sorpresa bastante desagradable con ellas.
Fuimos a la Blue Beach enfrente de Cours Saleya para darnos nuestro primer baño en la Costa Azul, los que me conocen saben que no soy muy de playa porque me quemo fácilmente pero no vas a ir a Niza y no darte un baño. Eso si, la playa es un desastre, está llena de piedras, pero no piedras de estas chiquititas que no te hacen daño, no, pedruscos grandes que te dejaban los pies bastante fastidiados. Así que nos tumbamos, nos tomamos una cervecita, nos dimos nuestro baño y Fosi se llevó la sorpresa de sus zapatillas, le habian dos zapatillas del mismo pie.
Después de la playa vuelta al hotel para prepararnos nuestra tercera noche en Niza, mis compañeros de viaje hicieron otra parada técnica en un vietnamita, por lo visto con la mariscada no se quedaron saciados. Tras descansar un buen rato pensamos que por la noche la zona de casco antiguo tendría mucho más ambiente y animación que la zona de Plaza Massena y el paseo marítimo y acertamos en la elección. Fuimos a la plaza del Palais de Justice y en multitud de bares se apiñaba todo el mundo en busca de una terraza para tomar algo fresco o de una mesa para cenar. Nosotros nos decantamos por una pizzeria que el olor te atraía hacia ella, eran curiosas estas calles porque en algunas de ellas venia la traducción de la calle en italiano. Tranquilamente sentados en nuestro restaurante italiano veíamos a la gente pasar y nuestra sensación de empacho ante tanto homenaje gastronómico nos iba haciendo mella, no tocamos ni la ensaladita para el medio que se suele pedir jejejeje.
Nos quedamos por allí para el copeo y fuimos siempre a tiro seguro, a los irlandeses que con el jameson es apuesta segura de beber algo decente, aunque luego ya empezamos con los kir royale y la cosa pues desfaso un poco y fue divertida, además en los irlandeses te ponen buena música anglosajona. Como ya no nos cabía más en nuestros estómagos ya dados de si pensamos en dar una vuelta por la zona de las playas rodeando el castillo y ver que había por esa zona diferente de Niza. A ver que nos encontrábamos, a la aventura.
En el extremo de Cours Saleya empieza la colina del Chateau, pasas por la plaza 8 de Mayo de 1945 (Día de la rendición) y al doblar por la colina te encuentras el Monument aux morts (Monumento a los caídos), como estás en la parte alta de la colina tienes una visión de la ciudad de Niza muy bonita y merece la pena dar un paseo para observar las vistas. Siguiendo por la Rue de Foresta llegas al puerto marítimo de Niza (Eglise Notre Dame du Port) y es como si hubieses cambiado de ciudad estando en otro barrio completamente diferente de Niza, no es nada turístico y apenas había gente, de hecho en los pocos bares que había en la zona ya los estaban cerrando y todo era calma y nada de ruido, sólo roto por el paso de algunos coches. Era una zona con muchas iglesias y el puerto era lo único que rompía la visión proletaria del lugar. Como anécdota nos encontramos un autobús de transportes de Castilla La Mancha, alguna excursión que había por allí.
La luna se reflejaba en el puerto de Niza, por fin la encontré en un gran espacio abierto, la visión de la luna reflejada en las aguas te hace sonreir y sacas el mapa para encontrar el camino a casa porque desde donde habíamos ido la vuelta era una gran caminata y vimos por la Rue Cassini se llegaba fácilmente, la zona ya la conocíamos un poco de la noche anterior al pasar por el Smarties y nos fuimos a casa con la sensación de que pasamos un gran día en Niza pero ya nos despedíamos del lugar para nuestra siguiente parada, era una sensación amarga porque Niza es un sitio muy bonito pero también éramos conscientes de que íbamos a aprender muchas cosas más en este viaje, así fue y lo seguiremos contando.
Cours Saleya (Hotel de Ville).
Cours Saleya.
Place del Palais de Justice.
Mariscada.
Casco Antiguo de Niza.
Casco Antiguo de Niza.
Tiendas del casco antiguo.
Blue Beach.
Animación por el Palacio de Justicia.
Colina del Chateau.
Monumento a los caídos.
Puerto de Niza.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Casi nadie conoce la zona como el Mercado de las Flores, comúnmente se llama Cours Saleya, la zona más antigua de la ciudad de Niza, muy cerca tenemos un montón de monumentos, el Palacio de Justicia, el Palacio de la Prefectura, el Hotel de Ville (Ayuntamiento) y la colina del chateau (castillo). En Cours Saleya dimos una gran vuelta viendo un poco el mercado, que ya lo estaban recogiendo y la zona tenía mucha más animación que el paseo marítimo del día anterior. Como ya se iba haciendo la hora de comer pues nos quedamos por allí y nos metimos nuestro segundo homenaje gastronómico de las vacaciones por la Costa Azul. Una buena mariscada que fue por un pico pero para eso uno va de vacaciones, percebes, carabineros, langostas, calamar, de todo recien pescado en las aguas del Mediterráneo.
Tras las preceptivas dos horas de comida dentro del local de la mariscada, muy bonito por cierto y sin casi personas lo que te da un plus de tranquilidad comiendo, fuimos a dar más vueltas por el casco antiguo. Era una mezcla como estar entre Francia, Italia y España, vendian vino francés en las vinotecas, jabón de Marsella, había múltiples heladerías donde podías tomar un milk shake, tiendas de especias y calles angostas muy estrechas y con un gran desnivel. Se activó mi curiosidad de viajante y dimos múltiples vueltas para perdernos por el laberinto de este casco antiguo que tanto me recordaba al Albaicín granadino o la Alfama lisboeta. A pesar del calor pues me encantaba ver las estatuas de santos en la calle, las iglesias antiguas y apoyarme en las barandillas para subir los escalones de una calle hacia otra. Pero claro, el calor va haciendo mella y de nuevo bajamos hacia Cours Saleya, el plan era ir a la playa pero antes hicimos una parada técnica en un irlandés para refrescar nuestros paladares y Fosi recuerdo que se compró unas zapatillas muy modernikis que luego iba a tener una sorpresa bastante desagradable con ellas.
Fuimos a la Blue Beach enfrente de Cours Saleya para darnos nuestro primer baño en la Costa Azul, los que me conocen saben que no soy muy de playa porque me quemo fácilmente pero no vas a ir a Niza y no darte un baño. Eso si, la playa es un desastre, está llena de piedras, pero no piedras de estas chiquititas que no te hacen daño, no, pedruscos grandes que te dejaban los pies bastante fastidiados. Así que nos tumbamos, nos tomamos una cervecita, nos dimos nuestro baño y Fosi se llevó la sorpresa de sus zapatillas, le habian dos zapatillas del mismo pie.
Después de la playa vuelta al hotel para prepararnos nuestra tercera noche en Niza, mis compañeros de viaje hicieron otra parada técnica en un vietnamita, por lo visto con la mariscada no se quedaron saciados. Tras descansar un buen rato pensamos que por la noche la zona de casco antiguo tendría mucho más ambiente y animación que la zona de Plaza Massena y el paseo marítimo y acertamos en la elección. Fuimos a la plaza del Palais de Justice y en multitud de bares se apiñaba todo el mundo en busca de una terraza para tomar algo fresco o de una mesa para cenar. Nosotros nos decantamos por una pizzeria que el olor te atraía hacia ella, eran curiosas estas calles porque en algunas de ellas venia la traducción de la calle en italiano. Tranquilamente sentados en nuestro restaurante italiano veíamos a la gente pasar y nuestra sensación de empacho ante tanto homenaje gastronómico nos iba haciendo mella, no tocamos ni la ensaladita para el medio que se suele pedir jejejeje.
Nos quedamos por allí para el copeo y fuimos siempre a tiro seguro, a los irlandeses que con el jameson es apuesta segura de beber algo decente, aunque luego ya empezamos con los kir royale y la cosa pues desfaso un poco y fue divertida, además en los irlandeses te ponen buena música anglosajona. Como ya no nos cabía más en nuestros estómagos ya dados de si pensamos en dar una vuelta por la zona de las playas rodeando el castillo y ver que había por esa zona diferente de Niza. A ver que nos encontrábamos, a la aventura.
En el extremo de Cours Saleya empieza la colina del Chateau, pasas por la plaza 8 de Mayo de 1945 (Día de la rendición) y al doblar por la colina te encuentras el Monument aux morts (Monumento a los caídos), como estás en la parte alta de la colina tienes una visión de la ciudad de Niza muy bonita y merece la pena dar un paseo para observar las vistas. Siguiendo por la Rue de Foresta llegas al puerto marítimo de Niza (Eglise Notre Dame du Port) y es como si hubieses cambiado de ciudad estando en otro barrio completamente diferente de Niza, no es nada turístico y apenas había gente, de hecho en los pocos bares que había en la zona ya los estaban cerrando y todo era calma y nada de ruido, sólo roto por el paso de algunos coches. Era una zona con muchas iglesias y el puerto era lo único que rompía la visión proletaria del lugar. Como anécdota nos encontramos un autobús de transportes de Castilla La Mancha, alguna excursión que había por allí.
La luna se reflejaba en el puerto de Niza, por fin la encontré en un gran espacio abierto, la visión de la luna reflejada en las aguas te hace sonreir y sacas el mapa para encontrar el camino a casa porque desde donde habíamos ido la vuelta era una gran caminata y vimos por la Rue Cassini se llegaba fácilmente, la zona ya la conocíamos un poco de la noche anterior al pasar por el Smarties y nos fuimos a casa con la sensación de que pasamos un gran día en Niza pero ya nos despedíamos del lugar para nuestra siguiente parada, era una sensación amarga porque Niza es un sitio muy bonito pero también éramos conscientes de que íbamos a aprender muchas cosas más en este viaje, así fue y lo seguiremos contando.
Cours Saleya (Hotel de Ville).
Cours Saleya.
Place del Palais de Justice.
Mariscada.
Casco Antiguo de Niza.
Casco Antiguo de Niza.
Tiendas del casco antiguo.
Blue Beach.
Animación por el Palacio de Justicia.
Colina del Chateau.
Monumento a los caídos.
Puerto de Niza.
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