Afrontamos nuestro primer día (y último) completo en la villa de Saint Tropez. Amanecimos tarde y Carlitos y yo queríamos un poco aprovechar la piscina y el jacuzzi de la urbanización antes de ir a la playa, a Fosi no le pareció tan buena idea pero bueno, luego después ya nos fuimos para la playa. En el jacuzzi y en la piscina se estaba de vicio.
Lo malo de Saint Tropez es que para ir a todos sitios pues lo tienes que hacer en coche, nada de transporte público porque estamos hablando de un pueblecito de la Costa Azul. Este día (sábado 4 de Agosto) pensamos en ir a la Pampelonne Beach (Playa del Pomelo) una de las playas principales de Saint Tropez junto a La Voile Rouge. Después de dejar el coche en una era perdida de la mano de dios no sin antes pagar los 4 euros de rigor y antes de entrar en el agua comimos en Le Club 55, uno de los chiringuitos de playa más distinguidos de toda la Costa Azul, son clientes asiduos gente como George Clooney. Nos quedamos en la parte pobre de Le Club 55 comiendo que era un poco más económica, había en el lugar muchos paparazzis intentando fotografiar no se a quién, se rumoreaba que Lewis Halmiton estaba por allí y enfrente teníamos la Playa del Pomelo rodeada al fondo de grandes yates con ricos propietarios.
Una vez terminada nuestra comida a base de carne y rodaja de piña fresca y sin hacer la digestión (mira que somos malos saltándonos las sagradas enseñanzas de nuestros padres jejeje) nos fuimos a la arena de la playa. En estas playas la mayoria de su extensión es privada y tienes que entrar a alguno de sus chiringuitos a consumir algo o tomar el alquiler de sombrillas y hamacas que es la opción por la que nos decantamos. 3 hamacas y un par de sombrillas al módico precio de 55 euros, eso si, el hamaquero un crack, un castellano perfecto el tio, pero como si le hablabas en inglés, francés, español o italiano, el chaval se desenvolvia en cualquier idioma, vaya hamaquero más culto.
Una vez tumbado en tu hamaca pues te das cuenta que no estas ni en Benidorm, ni en Calpe ni en Oropesa porque además de la vista que tienes al fondo con los yates, la gente en la playa pues está con sus pequeñas mesas bebiendo champán, no hay niños gritando, no hay concentración de mucha gente y se está muy relajado. La playa tampoco es para tirar cohetes acostumbrado a las playas españolas porque tenía algas y la arena no es tan fina como por ejemplo en las playas de las Baleares. Pero un sitio muy bonito donde desde luego lo recomiendo para encontrar tranquilidad, muy idílico y con gente que será muy pija pero que no eran nada ruidosos y eran muy educados.
Nos quedamos hasta tarde allí tumbados y después ya en el apartamento aprovechamos que ya nadie estaba en la piscina para darnos un último baño nocturno, nada de hacer mogollón de planes para estresarnos y como ya habíamos visto la parte antigua de la ciudad fuimos por la parte que hay una especie de feria donde llegamos a un garito que era la caña de lo cutre que era. Era una bolera que parecia sacada de cualquier comedia americana de los años 80's. Allí nos echamos una partida de bolos y es curioso porque nunca juego en España a los bolos y las dos únicas veces que he jugado ha sido en el extranjero, en Gante y en Saint Tropez. Después de la "frikada" pensamos que para ir a cenar podríamos ir a algún pueblecito cerca de Saint Tropez y ver algo diferente al puerto con todos esos yates, después podríamos ir por allí a tomar una copa.
Nos fuimos a Grimaud que está a unos 20km de Saint Tropez y es un pueblecito medieval donde su encanto radica en las murallas y el castillo del pueblo, un sitio muy tranquilo donde llegamos con la hora pegada para cenar porque ya estaban cerrando pero en el Restaurant du Chateau nos dieron de comer una pasta muy rica al estilo provenzal y brindamos por las estupendas vacaciones que estábamos pasando, además así olvidamos un poco la pequeña trifulca de por la mañana con lo de ir a la playa sin previamente pasar por el jacuzzi.
De nuevo cogimos el coche (no me hartaré de agradecérselo a Carlitos) y nos fuimos de copas de nuevo a sur le Port para empaparnos por última vez del lujo de la zona. Está vez ya fuimos más atrevidos y en los bares de copas hombres de negocios con rubia jovencitas tomaban champán con fresas e iban impecablemente arreglados y elegantes. Nosotros somos más de andar por casa y nos conformamos con unos mojitos y una copa antes de irnos de nuevo a la urbanización, además llevábamos el coche y no era plan de pillarse la cogorza del siglo no sea que acabáramos en la gendarmería francesa y sin un euro.
El viaje de vuelta a casa lo recuerdo perfectamente, sobre todo a la salida de Saint Tropez porque varios coches de alta cilindrada hacían resonar sus motores y estaban haciendo un poco el cabra, una demostración muy chabacana del lujo donde los 4 niños pijos querían marcar su terreno. Como no, fuimos hablando de nuevo de todas esas ostentaciones y derroche que tiene la zona y los extremos que existen, tu destino lo marca sin lugar a dudas tu lugar de procedencia, con tu esfuerzo podrás mejorar o no pero está claro que una persona por ejemplo de Tanzania ni se puede imaginar lo que hay por Saint Tropez y esa es la injusticia de este mundo. Al día siguiente en nuestra última parada (Marsella) veríamos bastante del otro extremo completamente opuesto a Saint Tropez.
Piscina de Les Capuchines.
Pampelonne Beach. Una de las pocas áreas públicas.
Pampelonne Beach.
Villa de Grimaud.
Yates en sur Le Port.
Champán y fresas al lado del puerto.
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1 comentario:
Un destino maravilloso. Después de haber conocido un hotel estilo Saint Tropez en Punta del Este, Uruguay, no puedo pensar en más que salir a conocer el sitio original allá en Francia.
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