domingo, 25 de enero de 2015

60 días por Asia. Camboya


Camboya es paso obligado si estas viajando por el sudeste asiático. Este complejo y maltratado país, es una joya en todos los sentidos. El antiguo imperio Jemer amasó poder y riquezas, colocando al reino de Camboya en lo más alto de jerarquía asiática. Gran parte de los monumentos que se pueden ver allí, provienen de esa época. Desgraciadamente para el pueblo Camboyano, las guerras, los dictadores y el vergonzoso genocidio que sufrieron, sumieron al país en la más absoluta miseria. Actualmente, la región se está recuperando y se ha abierto al turismo, digamos, más aventurero (aunque ciudades como Siem Reap son capaces de albergar turistas 'estándar'). En general, este no es un país fácil de visitar, sobre todo si te sales de las 'rutas comerciales'. Como digo Siem Reap y si espectacular Angkor Wat, poseen unas infraestructuras aceptables. No se pude decir lo mismo de la capital, Nom Pen (Phnom Penh) ni de las regiones septentrionales, con apenas carreteras y con restos activos de las guerras (como pueden ser minas anti-persona) Desde mi punto de vista, para ver Camboya hay que emplear más de un mes y perder el miedo a la zona (sin ser temerario). Lo más impresionante del país son sus gentes que a pesar de haber sido machacadas sistemáticamente, no pierden su sonrisa y ni su humildad. Bien, pues tras esta breve introducción, entremos en materia. Nuestro primer destino fue Nom Pen, donde aterrizamos sin problemas desde Tailandia. Aquí hay que pagar visado y llevar al menos un par de fotografías. Hay que recordar que los dictadores destruyeron el sistema económico y aquí, aunque intentan implantar su propia moneda, el dolar americano es la moneda 'oficial'. Claro está, todo es más caro con dolares, por lo que recomiendo conseguir Rieles (la moneda del país) lo antes posible y luego intentar gastarlos todos (esta moneda no tiene absolutamente ningún valor fuera de Camboya) Como anécdota decir que los Rieles son bastante modernos. Los Camboyanos no tenían monedas hasta el protectorado Francés y tras este gobierno empezaron a utilizar moneda española proveniente de Filipinas. Bien pues una vez llegados a la capital intentamos buscar un hotel en la zona más turística (pero para backpakcers). El taxista que nos llevo intentó colarnos un hotel que tenia concertado pero tras un par de regateos, conseguimos librarnos de él. Finalmente logramos un precio medio decente (cerca de 15 euros habitación doble) y la verdad descansamos bien allí. La ciudad es bastante decadente, sucia y aparentemente peligrosa. No me gusto nada. Solo empleamos 2 días allí, visitando el Palacio Real, el mercado nocturno (buen sitio para mezclarse con los lugareños y cenar sentados en el suelo) y el templo de Ounalom (donde tuvimos una interesante conversación con los monjes). Pudimos visitar los campos de exterminio, pero me pareció una idea un tanto macabra, aunque si lo piensas bien, es un pedazo de su historia que sería importante analizar. Quizás la próxima vez. Muy decepcionado con el ambiente y tras conocer casualmente a una pareja de españoles que vivían allí y hasta habían aprendido el idioma (les acompañamos a cenar a un mercado 100% local, pero no nos atrevimos a tomar la delicatessen de la ciudad: huevos con feto), decidimos explorar el lado más salvaje del país viajando por carretera hasta Siem Reap. Hay que decir que las carreteras del país son desastrosas y un viaje de 300 kilómetros suele llevar más de 8 horas. Si se va con tiempo y con ánimo lo mejor es alquilar una motocicleta. Pero repito, allí todo es un tanto peligroso y avisan del riesgo de las minas anti-persona. Bien, con esta premisa, cogimos un autobús de linea que nos llevo a la primera parada: Pursat. Cuando sales de las ciudades más 'populares', empieza a olvidarte de escuchar inglés. Es entonces cuando la cosa se pone 'interesante' Este fue el caso de Pursat una pequeña ciudad cerca de la 'autopista' (mitad asfalto y baches, mitad tierra) donde raramente paran turistas. Por eso fuimos. Tras acomodarnos en el primer hotel que encontramos (que resultó bastante acogedor) intentamos comer en un restaurante local. Fue toda una odisea, porque lo más normal que allí había eran los palillos. Sin saber muy bien lo que comíamos, llenamos el estomago y fuimos a pasear por la ciudad. Caminos de tierra, polvo y mercados, se mezclaban por las truculentas calles de Pursat. Cuando eres el único Europeo en kilómetros, todo el mundo te mira raro. Un poco asustados, salimos de los suburbios y siguiendo el cauce del río, llegamos a una especie de isla donde se estaban celebrando las ferias locales. Gran colorido, bailes regionales y multitud de actividades que disfrutamos con el mismo entusiasmo que la gente de Pursat. Allí Rebeca logró contactar con la responsable de la oficina de turismo, que probablemente, llevaba meses sin recibir visitas. Pues bien, nos informó un poco de lo se podía hacer por allí y nos dio datos nada actualizados que básicamente no nos sirvieron. Pero bueno, fue muy amable y simpática y no creo que nos 'engañara' a mala fe. Cansados y excitados, decidimos salir de 'fiesta' por el pueblo y nos metimos en un macro karaoke donde todo el mundo estaba bebiendo, comiendo y cantando. Esa gente parecía la burguesía de la ciudad, porque tenían aspecto más europeo. Nos invitaron a cantar en Camboyano, pero no fue posible por motivos obvios. Exhaustos y algo preocupados por la situación (perdidos en un pueblo bastante 'complicado'), nos fuimos a descansar para preparar lo que sería a la postre el viaje más extremo del periplo: Tonle Sap Lake. Este lago cerca de Krakor, estaba señalado como un lugar bucólico en el centro de Camboya que ofrecía una experiencia real y alejada del turismo típico (llamase Angkor Wat) sobre la verdadera cultura Camboyana. Incluso cabía la posibilidad de hacer noche en aquel lugar lleno de 'encanto'. Concretamente Tonle Sap Lake es una comunidad (más bien un pequeño pueblo) que se ha instalado en el centro de un lago. En un principio podría pensarse que es como una Venecia en el sudeste asiático. Con todo tipo de servicios flotantes, desde escuelas hasta oficina de policía, pasando por iglesias y talleres, la ciudad del lago Tonle Sap, es un ejemplo de subsistencia humana. Creo recordar que no es el único asentamiento de este tipo, sin embargo es el más 'popular' debido a que salió comentado en una prestigiosa guía de viajes. Pues bien, quien escriba sobre este lugar, deber ir en persona a verlo. Ojo, tengo que recalcar que la experiencia fue muy intensa e interesante, pero desde luego muy diferente a lo que había leído, debido a su crudeza y dificultad de acceso. El primer problema con el que nos encontramos fue desplazarnos desde Pursat hasta Krakor (escasos 40 kms). En Pursat el servicio de taxis no abundaba y todo pasaba por contratar un conductor privado de Tuk-Tuk. Viendo la cantidad de polvo y suciedad que había por el entorno, Rebeca se negaba a moverse durante una hora en un destartalado TukTuk. Pero finalmente vio que era la mejor (y más económica) solución. Nos pusimos las mascaras anti-polución y nos montamos en el vehículo. La primera parada fue para 'echar gasolina'. Lo pongo entre comillado porque el concepto en aquella humilde región es bastante diferente al que tenemos los todo-poderosos ciudadanos occidentales. Allí no hay surtidores y la única manera de recibir combustible es comprando una botella de licor rellena de gasolina en algún kiosco clandestino (vamos, todos son clandestinos) Pues bien, tras 'repostar' nos desplazamos en dirección a Krakor que es la 'ciudad principal' antes de Tonle Sap. De nuevo los conceptos son diferentes para los Europeos. Una ciudad es importante si para el autobús y si sale en el mapa. Por lo demás no os esperéis nada muy alejado de un pueblo apocalíptico con tierra en las calles, personas con ropas sucias y tráfico caótico. Bien, si estáis pensando que si así son las ciudades, como serán los poblados, acertáis. Los poblados son... no tengo palabras. Desde Krakor (dónde fuimos por carretera principal, que sería algo así como una comarcal Española de las que no sale ni en Google maps), cogimos un camino repleto de piedras que llevaba directamente al puerto de Tonle. Esta ruta fue muy dura, no por los continuos baches y vaivenes, sino por comprobar como la gente puede vivir en las más extremas condiciones. Llamar chabolas a aquellas casas es darles demasiada categoría. Entre el polvo y la más completa suciedad, venida del mundo civilizado (allí se veía un literal desierto de bolsas de plástico) sobrevivían como podían gente de etnia Vietnamita. Sí, aquí también hay racismo y la segunda comunidad tras la Camboyana, los Vietnamitas, no son bien acogidos por los oriundos. Y eso que gracias al ejercito de este país, se pudo 'derrocar' la violenta dictadura que mato a 7 millones de personas. Pero la verdad es que la indiferencia es mutua y ambas etnias están muy distanciadas. La gente de origen vietnamita se agrupa en este tipo de lugares recónditos y nauseabundos, donde no hay ningún control del gobierno y no se pagan impuestos. Pues bien, tras el truculento viaje llegamos a el puerto, donde se habían instaurado una especie de barcas de paseo para los turistas (ya os digo en otro momento este lugar tuvo que ser popular) Rezando porque el conductor del TukTuk no se fuera (por supuesto no le pagamos por anticipado), nos embarcamos en un paseo de una hora por el pueblo (a unos 20 minutos de la orilla) Con un chaleco salvavidas y una embarcación de neolítico nos desplazamos por las oscuras aguas del lago en dirección al asentamiento. Y fue en ese momento cuando fuimos conscientes de lo que estábamos haciendo. En este tipo de viajes, cuesta tiempo asimilar la experiencia. A veces incluso no se disfruta hasta el final, cuando recapacitas sobre todo lo que has vivido. En mi caso fue allí, en medio de un lago olvidado rodeado de desheredados, cuando al fin conecté con aquella realidad. Cuando mis más de 30 años de existencia estaban en manos de un desconocido que apenas hablaba mi segundo idioma, que podría acabar conmigo allí mismo y nunca nadie sabría donde esta mi cuerpo, cuando una mirada bastaba para saber dónde íbamos, cuando la realidad de unos semejantes desplazados al centro de un deplorable lago era nuestra propia realidad, justo en ese momento, fui consciente del lugar donde estaba. No era un espectador, sino parte de aquel bizarro espectáculo. Con gentes viviendo en casas prefabricadas flotando en un lago de líquido verdoso. Con niños bañándose y adultos haciendo sus necesidades en el agua. Con madres luchando por sobrevivir y sacar adelante a sus retoños en un entorno que en cualquier país Europeo sería calificado de nocivo. Allí estábamos nosotros sorprendidos por todo lo que veíamos y contrariados por el paisaje, que para nada era bucólico y solo recomendable para los que quieran descubrir la Camboya más extrema. Visitamos la escuela, la inglesa y el templo budista. Sin tiempo para más, volvimos al punto de partida, donde el conductor nos esperaba pacientemente, cosa que agradecimos enormemente. Luego nos llevo a comer panceta a un restaurante vietnamita ya en Pursat. Fue difícil explicar el concepto, pero lo conseguí enseñando una de mis 'lorzas' e imitando el gruñido de un cerdo (surrealista pero cierto) Con todo hecho en aquella zona, cogimos otro autobús de linea en dirección a la joya de la corona Camboyana: Siem Reap. Unas 5 horas nos llevo alcanzar la conocida ciudad, puerta de Angkor Wat. Aquí ya el ambiente es más globalizado y puedes encontrar desde hoteles de lujo hasta moteles económicos para viajeros como nosotros. Nuestra decisión fue una acogedor hotel familiar llamado Sweet Dreams. Metido en una callejuela bastante destartalada (al estilo del país, pero recordemos que la zona centro de la ciudad se asemeja a cualquier ciudad occidental) el hotel ofrecía las comodidades mínimas. El gerente era muy amable y el precio asequible, 20 dólares la noche (que hubieran sido 15 si no hubiéramos reservado vía booking.com) Pues bien como he dicho antes el objetivo principal de la ciudad es ver los templos de Angkor Wat. Este complejo es una mini ciudad imperial sorprendentemente bien conservada. El negocio que hay montado alrededor es importante por lo que nos tocará pagar religiosamente todas las entradas y los medios de transporte. Ahora bien, podemos elegir la opción más económica. Lo mejor sería ir en motocicleta, pues la entrada a la ciudad no esta lejos y luego hay que moverse en algún medio de automoción, ya que las distancias dentro de Angkor son grandes. El gobierno no deja ir en moto a los turistas, pero si que se podría ir en bicicleta. Desde mi punto de vista, es una paliza y hay que estar preparado para tomar esta opción. Pero vamos es sana y muy barata. Las otras opciones pasan por ir con viajes organizados que suelen incluir algún templo más alejado. No son muy caros y se pueden contratar en cualquiera de la muchísimas agencias que hay por Siem Reap. Y luego esta la opción de contratar un TukTuk para todo el día. De verdad, son muy pesados haciéndote ofertas, pues en un día de ruta se sacan un mes de salario. Intentan engañarte y ofrecen precios super altos. Tras pedir consejo en el hotel, el gerente nos dijo que como mucho pagásemos 15 dólares (el más barato que vimos nos pedía 35) Así que bueno, finalmente un tipo muy majo accedió a llevarnos el día siguiente por 18. Eso sí, intentad apalabrarlo por la noche para el día siguiente dado que los templos se deben empezar a ver al amanecer. Nosotros llegamos allí a las 8. No había mucha cola y menos para las entradas de un día. Desde mi punto de vista, con un día intenso es suficiente. Pero si se quiere ver con tranquilidad y perderse por las infinitas ruinas (dónde no hay nadie que te controle), sacarse el bono de 3 días no es tontería. Aquí los precios son occidentales, ya que solo pagan los turistas, así que volved a la realidad y preparad dólares. Pues bien, con nuestro conductor contratado, ya solo quedaba decirle donde parar. Hay multitud de templos y opciones, así que esto lo dejo al gusto del consumidor. Yo decidí salirme de las rutas establecidas y la verdad es que es absolutamente espectacular pasear por aquel lugar. Es como si retrocedieras varios siglos en el tiempo y vivieras en la cultura Jemer. Angkor Wat es increíble y es un lugar que recomiendo a todo el mundo. Además, fuimos en vísperas del año nuevo, por lo que es posible visitarlo de noche. Es el único momento del año donde se pueden hacer visitas nocturnas. En fin, tras quedar anonadados con Angkor Wat y visitar un poco la ciudad (recomiendo el mercado central, un plato de Amok en el restaurante Bayon 1, los templos de Wat Damnak y Wat Bo y una cena con danza Apsara), nos embarcamos en la aventura de cruzar la frontera tailandesa en autobús. Como ya sabéis los que seguís el blog, eso fue otra historia...


Stops al estilo camboyano. Taxista de Pom Pen

 

Maqueta de Angkor Wat en el palacio real de Pom Pen

Estación de servicio en Pursat

Lamentable aspecto en las proximidades del lago Tonle Sap

La ciudad en medio del lago. Una curiosidad sin precedentes


Pursat salvaje y extremo

La gloriosa Angkor Wat. Sin palabras.














Comiendo en Pursat

Pursat sus calles y sus fiestas




El estilo de vida en Camboya





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