Camboya es paso obligado si estas
viajando por el sudeste asiático. Este complejo y maltratado país,
es una joya en todos los sentidos. El antiguo imperio Jemer amasó
poder y riquezas, colocando al reino de Camboya en lo más alto de
jerarquía asiática. Gran parte de los monumentos que se pueden ver
allí, provienen de esa época. Desgraciadamente para el pueblo
Camboyano, las guerras, los dictadores y el vergonzoso genocidio que
sufrieron, sumieron al país en la más absoluta miseria.
Actualmente, la región se está recuperando y se ha abierto al
turismo, digamos, más aventurero (aunque ciudades como Siem Reap son
capaces de albergar turistas 'estándar'). En general, este no es un
país fácil de visitar, sobre todo si te sales de las 'rutas
comerciales'. Como digo Siem Reap y si espectacular Angkor Wat,
poseen unas infraestructuras aceptables. No se pude decir lo mismo de
la capital, Nom Pen (Phnom Penh) ni de las regiones septentrionales,
con apenas carreteras y con restos activos de las guerras (como
pueden ser minas anti-persona) Desde mi punto de vista, para ver
Camboya hay que emplear más de un mes y perder el miedo a la zona
(sin ser temerario). Lo más impresionante del país son sus gentes
que a pesar de haber sido machacadas sistemáticamente, no pierden su
sonrisa y ni su humildad. Bien, pues tras esta breve introducción,
entremos en materia. Nuestro primer destino fue Nom Pen, donde
aterrizamos sin problemas desde Tailandia. Aquí hay que pagar visado
y llevar al menos un par de fotografías. Hay que recordar que los
dictadores destruyeron el sistema económico y aquí, aunque intentan
implantar su propia moneda, el dolar americano es la moneda
'oficial'. Claro está, todo es más caro con dolares, por lo que
recomiendo conseguir Rieles (la moneda del país) lo antes posible y
luego intentar gastarlos todos (esta moneda no tiene absolutamente
ningún valor fuera de Camboya) Como anécdota decir que los Rieles
son bastante modernos. Los Camboyanos no tenían monedas hasta el
protectorado Francés y tras este gobierno empezaron a utilizar
moneda española proveniente de Filipinas. Bien pues una vez llegados
a la capital intentamos buscar un hotel en la zona más turística
(pero para backpakcers). El taxista que nos llevo intentó colarnos
un hotel que tenia concertado pero tras un par de regateos,
conseguimos librarnos de él. Finalmente logramos un precio medio
decente (cerca de 15 euros habitación doble) y la verdad descansamos
bien allí. La ciudad es bastante decadente, sucia y aparentemente
peligrosa. No me gusto nada. Solo empleamos 2 días allí, visitando
el Palacio Real, el mercado nocturno (buen sitio para mezclarse con
los lugareños y cenar sentados en el suelo) y el templo de Ounalom
(donde tuvimos una interesante conversación con los monjes). Pudimos
visitar los campos de exterminio, pero me pareció una idea un tanto
macabra, aunque si lo piensas bien, es un pedazo de su historia que
sería importante analizar. Quizás la próxima vez. Muy decepcionado
con el ambiente y tras conocer casualmente a una pareja de españoles
que vivían allí y hasta habían aprendido el idioma (les
acompañamos a cenar a un mercado 100% local, pero no nos atrevimos a
tomar la delicatessen de la ciudad: huevos con feto), decidimos
explorar el lado más salvaje del país viajando por carretera hasta
Siem Reap. Hay que decir que las carreteras del país son
desastrosas y un viaje de 300 kilómetros suele llevar más de 8
horas. Si se va con tiempo y con ánimo lo mejor es alquilar una
motocicleta. Pero repito, allí todo es un tanto peligroso y avisan
del riesgo de las minas anti-persona. Bien, con esta premisa, cogimos
un autobús de linea que nos llevo a la primera parada: Pursat.
Cuando sales de las ciudades más 'populares', empieza a olvidarte de
escuchar inglés. Es entonces cuando la cosa se pone 'interesante'
Este fue el caso de Pursat una pequeña ciudad cerca de la
'autopista' (mitad asfalto y baches, mitad tierra) donde raramente
paran turistas. Por eso fuimos. Tras acomodarnos en el primer hotel
que encontramos (que resultó bastante acogedor) intentamos comer en
un restaurante local. Fue toda una odisea, porque lo más normal que
allí había eran los palillos. Sin saber muy bien lo que comíamos,
llenamos el estomago y fuimos a pasear por la ciudad. Caminos de
tierra, polvo y mercados, se mezclaban por las truculentas calles de
Pursat. Cuando eres el único Europeo en kilómetros, todo el mundo
te mira raro. Un poco asustados, salimos de los suburbios y siguiendo
el cauce del río, llegamos a una especie de isla donde se estaban
celebrando las ferias locales. Gran colorido, bailes regionales y
multitud de actividades que disfrutamos con el mismo entusiasmo que
la gente de Pursat. Allí Rebeca logró contactar con la responsable
de la oficina de turismo, que probablemente, llevaba meses sin
recibir visitas. Pues bien, nos informó un poco de lo se podía
hacer por allí y nos dio datos nada actualizados que básicamente no
nos sirvieron. Pero bueno, fue muy amable y simpática y no creo que
nos 'engañara' a mala fe. Cansados y excitados, decidimos salir de
'fiesta' por el pueblo y nos metimos en un macro karaoke donde todo
el mundo estaba bebiendo, comiendo y cantando. Esa gente parecía la
burguesía de la ciudad, porque tenían aspecto más europeo. Nos
invitaron a cantar en Camboyano, pero no fue posible por motivos
obvios. Exhaustos y algo preocupados por la situación (perdidos en
un pueblo bastante 'complicado'), nos fuimos a descansar para
preparar lo que sería a la postre el viaje más extremo del periplo:
Tonle Sap Lake. Este lago cerca de Krakor, estaba señalado como un
lugar bucólico en el centro de Camboya que ofrecía una experiencia
real y alejada del turismo típico (llamase Angkor Wat) sobre la
verdadera cultura Camboyana. Incluso cabía la posibilidad de hacer
noche en aquel lugar lleno de 'encanto'. Concretamente Tonle Sap Lake
es una comunidad (más bien un pequeño pueblo) que se ha instalado
en el centro de un lago. En un principio podría pensarse que es como
una Venecia en el sudeste asiático. Con todo tipo de servicios
flotantes, desde escuelas hasta oficina de policía, pasando por
iglesias y talleres, la ciudad del lago Tonle Sap, es un ejemplo de
subsistencia humana. Creo recordar que no es el único asentamiento
de este tipo, sin embargo es el más 'popular' debido a que salió
comentado en una prestigiosa guía de viajes. Pues bien, quien
escriba sobre este lugar, deber ir en persona a verlo. Ojo, tengo que
recalcar que la experiencia fue muy intensa e interesante, pero desde
luego muy diferente a lo que había leído, debido a su crudeza y
dificultad de acceso. El primer problema con el que nos encontramos
fue desplazarnos desde Pursat hasta Krakor (escasos 40 kms). En
Pursat el servicio de taxis no abundaba y todo pasaba por contratar
un conductor privado de Tuk-Tuk. Viendo la cantidad de polvo y
suciedad que había por el entorno, Rebeca se negaba a moverse
durante una hora en un destartalado TukTuk. Pero finalmente vio que
era la mejor (y más económica) solución. Nos pusimos las mascaras
anti-polución y nos montamos en el vehículo. La primera parada fue
para 'echar gasolina'. Lo pongo entre comillado porque el concepto en
aquella humilde región es bastante diferente al que tenemos los
todo-poderosos ciudadanos occidentales. Allí no hay surtidores y la
única manera de recibir combustible es comprando una botella de
licor rellena de gasolina en algún kiosco clandestino (vamos, todos
son clandestinos) Pues bien, tras 'repostar' nos desplazamos en
dirección a Krakor que es la 'ciudad principal' antes de Tonle Sap.
De nuevo los conceptos son diferentes para los Europeos. Una ciudad
es importante si para el autobús y si sale en el mapa. Por lo demás
no os esperéis nada muy alejado de un pueblo apocalíptico con
tierra en las calles, personas con ropas sucias y tráfico caótico.
Bien, si estáis pensando que si así son las ciudades, como serán
los poblados, acertáis. Los poblados son... no tengo palabras. Desde
Krakor (dónde fuimos por carretera principal, que sería algo así
como una comarcal Española de las que no sale ni en Google maps),
cogimos un camino repleto de piedras que llevaba directamente al
puerto de Tonle. Esta ruta fue muy dura, no por los continuos baches
y vaivenes, sino por comprobar como la gente puede vivir en las más
extremas condiciones. Llamar chabolas a aquellas casas es darles
demasiada categoría. Entre el polvo y la más completa suciedad,
venida del mundo civilizado (allí se veía un literal desierto de
bolsas de plástico) sobrevivían como podían gente de etnia
Vietnamita. Sí, aquí también hay racismo y la segunda comunidad
tras la Camboyana, los Vietnamitas, no son bien acogidos por los
oriundos. Y eso que gracias al ejercito de este país, se pudo
'derrocar' la violenta dictadura que mato a 7 millones de personas.
Pero la verdad es que la indiferencia es mutua y ambas etnias están
muy distanciadas. La gente de origen vietnamita se agrupa en este
tipo de lugares recónditos y nauseabundos, donde no hay ningún
control del gobierno y no se pagan impuestos. Pues bien, tras el
truculento viaje llegamos a el puerto, donde se habían instaurado
una especie de barcas de paseo para los turistas (ya os digo en otro
momento este lugar tuvo que ser popular) Rezando porque el conductor
del TukTuk no se fuera (por supuesto no le pagamos por anticipado),
nos embarcamos en un paseo de una hora por el pueblo (a unos 20
minutos de la orilla) Con un chaleco salvavidas y una embarcación de
neolítico nos desplazamos por las oscuras aguas del lago en
dirección al asentamiento. Y fue en ese momento cuando fuimos
conscientes de lo que estábamos haciendo. En este tipo de viajes,
cuesta tiempo asimilar la experiencia. A veces incluso no se disfruta
hasta el final, cuando recapacitas sobre todo lo que has vivido. En
mi caso fue allí, en medio de un lago olvidado rodeado de
desheredados, cuando al fin conecté con aquella realidad. Cuando mis
más de 30 años de existencia estaban en manos de un desconocido que
apenas hablaba mi segundo idioma, que podría acabar conmigo allí
mismo y nunca nadie sabría donde esta mi cuerpo, cuando una mirada
bastaba para saber dónde íbamos, cuando la realidad de unos
semejantes desplazados al centro de un deplorable lago era nuestra
propia realidad, justo en ese momento, fui consciente del lugar donde
estaba. No era un espectador, sino parte de aquel bizarro
espectáculo. Con gentes viviendo en casas prefabricadas flotando en
un lago de líquido verdoso. Con niños bañándose y adultos
haciendo sus necesidades en el agua. Con madres luchando por
sobrevivir y sacar adelante a sus retoños en un entorno que en
cualquier país Europeo sería calificado de nocivo. Allí estábamos
nosotros sorprendidos por todo lo que veíamos y contrariados por el
paisaje, que para nada era bucólico y solo recomendable para los que
quieran descubrir la Camboya más extrema. Visitamos la escuela, la
inglesa y el templo budista. Sin tiempo para más, volvimos al punto
de partida, donde el conductor nos esperaba pacientemente, cosa que
agradecimos enormemente. Luego nos llevo a comer panceta a un
restaurante vietnamita ya en Pursat. Fue difícil explicar el
concepto, pero lo conseguí enseñando una de mis 'lorzas' e imitando
el gruñido de un cerdo (surrealista pero cierto) Con todo hecho en
aquella zona, cogimos otro autobús de linea en dirección a la joya
de la corona Camboyana: Siem Reap. Unas 5 horas nos llevo alcanzar la
conocida ciudad, puerta de Angkor Wat. Aquí ya el ambiente es más
globalizado y puedes encontrar desde hoteles de lujo hasta moteles
económicos para viajeros como nosotros. Nuestra decisión fue una
acogedor hotel familiar llamado Sweet Dreams. Metido en una
callejuela bastante destartalada (al estilo del país, pero
recordemos que la zona centro de la ciudad se asemeja a cualquier
ciudad occidental) el hotel ofrecía las comodidades mínimas. El
gerente era muy amable y el precio asequible, 20 dólares la noche
(que hubieran sido 15 si no hubiéramos reservado vía booking.com)
Pues bien como he dicho antes el objetivo principal de la ciudad es
ver los templos de Angkor Wat. Este complejo es una mini ciudad
imperial sorprendentemente bien conservada. El negocio que hay
montado alrededor es importante por lo que nos tocará pagar
religiosamente todas las entradas y los medios de transporte. Ahora
bien, podemos elegir la opción más económica. Lo mejor sería ir
en motocicleta, pues la entrada a la ciudad no esta lejos y luego hay
que moverse en algún medio de automoción, ya que las distancias
dentro de Angkor son grandes. El gobierno no deja ir en moto a los
turistas, pero si que se podría ir en bicicleta. Desde mi punto de
vista, es una paliza y hay que estar preparado para tomar esta
opción. Pero vamos es sana y muy barata. Las otras opciones pasan
por ir con viajes organizados que suelen incluir algún templo más
alejado. No son muy caros y se pueden contratar en cualquiera de la
muchísimas agencias que hay por Siem Reap. Y luego esta la opción
de contratar un TukTuk para todo el día. De verdad, son muy pesados
haciéndote ofertas, pues en un día de ruta se sacan un mes de
salario. Intentan engañarte y ofrecen precios super altos. Tras
pedir consejo en el hotel, el gerente nos dijo que como mucho
pagásemos 15 dólares (el más barato que vimos nos pedía 35) Así
que bueno, finalmente un tipo muy majo accedió a llevarnos el día
siguiente por 18. Eso sí, intentad apalabrarlo por la noche para el
día siguiente dado que los templos se deben empezar a ver al
amanecer. Nosotros llegamos allí a las 8. No había mucha cola y
menos para las entradas de un día. Desde mi punto de vista, con un
día intenso es suficiente. Pero si se quiere ver con tranquilidad y
perderse por las infinitas ruinas (dónde no hay nadie que te
controle), sacarse el bono de 3 días no es tontería. Aquí los
precios son occidentales, ya que solo pagan los turistas, así que
volved a la realidad y preparad dólares. Pues bien, con nuestro
conductor contratado, ya solo quedaba decirle donde parar. Hay
multitud de templos y opciones, así que esto lo dejo al gusto del
consumidor. Yo decidí salirme de las rutas establecidas y la verdad
es que es absolutamente espectacular pasear por aquel lugar. Es como
si retrocedieras varios siglos en el tiempo y vivieras en la cultura
Jemer. Angkor Wat es increíble y es un lugar que recomiendo a todo
el mundo. Además, fuimos en vísperas del año nuevo, por lo que es
posible visitarlo de noche. Es el único momento del año donde se
pueden hacer visitas nocturnas. En fin, tras quedar anonadados con
Angkor Wat y visitar un poco la ciudad (recomiendo el mercado
central, un plato de Amok en el restaurante Bayon 1, los templos de
Wat Damnak y Wat Bo y una cena con danza Apsara), nos embarcamos en
la aventura de cruzar la frontera tailandesa en autobús. Como ya
sabéis los que seguís el blog, eso fue otra historia...
Stops al estilo camboyano. Taxista de Pom Pen
Maqueta de Angkor Wat en el palacio real de Pom Pen
Estación de servicio en Pursat
Lamentable aspecto en las proximidades del lago Tonle Sap
La ciudad en medio del lago. Una curiosidad sin precedentes
Pursat salvaje y extremo
La gloriosa Angkor Wat. Sin palabras.
Comiendo en Pursat
Pursat sus calles y sus fiestas
El estilo de vida en Camboya
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