Qué empuja a una persona a dejar todo su entorno y embarcarse en un viaje de miles de kilómetros. Esto es algo que me he preguntado alguna vez. Seguro que no soy el único, a juzgar por el bombardeo de programas tipo “patriotas por el mundo”. Quizás la respuesta sea tan simple como que ya no hay nada aquí que me haga ilusión. La ilusión del urbanita... que lejos queda. Trabajar a 30km del hogar, en una ocupación en la que entras y sales de noche, malas caras, prisas, frustración y desengaño. Y luego que es lo queda. Simplemente nada. Cansancio mental y escasez de ideas. La imaginación muere y te sientes uno más. Un mediocre componente de la sociedad tildada de anodina. No te sorprendes como antes; como cuando no eras un número de DNI. Tras la esquina esta el mismo sol gris, y aunque tengas dinero, todo lo que puedes comprar es insulso y aburrido. Nada te hace reír ni te emociona. No tienes miedo ni exaltación. Te dejas llevar. Entonces te das cuenta que estas como un tronco cuando baja por el río, siguiendo siempre el mismo cauce hacía un final demasiado claro. Demasiado cercano. Es ahora cuando deseas escapar; salir de tu lujosa jaula de oro y perderte en un sitio que te vuela hacer sentir especial. Un lugar que te muestre cosas nuevas en cada esquina y que no revele los mismos engaños en los escaparates. Es tiempo de renovarse, de buscarse a sí mismo y de encontrar cosas nuevas...
Así con estas inquietudes, empezamos a imaginar un viaje a las antípodas más lejanas; casi un año tardamos en dar el salto. Un curso de inglés, visado, casa, papeleo legal y en abril volamos hacia Cairns, una ciudad al noreste de Australia. Cerca del Trópico de Capricornio, Cairns, es una ciudad relativamente moderna y aunque no es la capital del estado de Queensland, si que es el centro de la comarca norte de dicho estado. De tamaño medio, acoge la mayor parte de los servicios en 2000kms a la redonda. De corte turístico, posee una enorme oferta de actividades que permiten iniciarse en la cultura y la aventura de la más inhóspita Australia. Y es justo esto lo que nos hizo decantarnos por dicha ciudad. La oferta de cursos de inglés, permite que Cairns sea un destino más que adecuado para intentar perfeccionar la lengua británica.
El primer problema que nos encontramos, es como llegar a Cairns. La ciudad tiene aeropuerto propio, pero no hay vuelos Internacionales que alcancen este lugar. Por ello, es necesario realizar un transbordo desde las ciudades principales. Nuestra opción fue Fly Emirates. En un principio la oferta era la más atractiva por precio y por peso permitido (íbamos para 8 meses así que los 30kg de Emirates vs. los 20 de las otras compañías, no tenían rival) Aunque esta claro que la duración del viaje con esta compañía es mucho mayor. Finalmente fueron 3 transbordos: Madrid – Dubai; Dubai – Singapur; Singapur-Brisbane; Brisbane – Cairns. Los aviones estaban genial, con comida y bebida incluida en el precio y pantalla multimedia en cada asiento. Luego el tema de los transbordos agotador. En cada aeropuerto la misma pantomima del registro del equipaje de mano. Para colmo, Fly Emirates no opera en Cairns, por lo que al llegar a Brisbane, debimos recoger las maletas, ir al Aeropuerto Domestico (salidas nacionales). La mala pata fue que nuestro vuelo llegó de Singapur a las 12 de la noche y a esa hora no hay ni bus ni tren para llegar de un aeropuerto a otro. Fuimos en busca de un taxi y no había tampoco. Menos mal que teníamos 6 horas de margen. Buscamos un número para llamar a un taxi, pero con nuestro inglés rudimentario no nos atendieron. Encontramos a un amable operario que se ofreció a llamar. Tras casi una hora, llego el transporte y en 5 mins. Estuvimos allí. Este fue el último escollo tras 3 días de viaje, llegamos a la lejana Cairns.
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1 comentario:
Animo amigo, ¡tu puedes con todo! Por cierto, ¿3 transbordos solo? A mi me salen 4.
Te ire siguiendo, no hagas pis en la calzada y cuidado con los cocodrilos.
Un abrazo!
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